Sede social del Levante U.D. en Vallejo.

En el mes de junio de 1941 el UDLG se convirtió definitivamente en Levante U.D. Volvía la gama cromática en azulgrana, característica del Gimnástico a las camisetas y se acentuaba el nombre del Levante. Vallejo, comprado en propiedad por Antonio Román en los primeros cincuenta, persistía como morada.

Jugadores del Levante U.D. disputando un balón en el Campo de Vallejo.

Los autárquicos años cuarenta fueron una continuada huida hacia delante. Pese a rozar el ascenso a Primera División en la aventura inicial bajó las siglas del UDLG, las crisis económicas se sucedieron poniendo en entredicho la estabilidad de la institución. Desde un prisma deportivo, el club, bautizado como Levante U.D. desde junio de 1941, retomando los colores azulgranas del Gimnástico, navegó entre la Segunda y Tercera División con una breve estancia en categoría regional en un curso en el que quedó suprimida la Tercera División. En la segunda mitad de la década el equipo logró estabilizarse como miembro de la categoría de Plata. Hubo momentos para la épica en ese decenio. El Levante de Dolz puso a prueba la capacidad de resistencia del Athletic Club en una titánica eliminatoria de la Copa del Generalísimo.

Las familias que compraron Vallejo.

Los cincuenta surgieron entre brumas. El Levante afrontaba sus partidos en Vallejo desde que el Gimnástico arrendara, a mediados de los años veinte, unos terrenos pertenecientes a la familia Martínez de Vallejo. Los propietarios de este espacio decidieron revocar las resoluciones establecidas planteando un grave problema de muy compleja solución para los mandatarios de la entidad.

El Levante sufrió las secuelas del embargo y el desahucio. Desde una perspectiva institucional, este terrible contratiempo coincidía con la apertura de la primera etapa de Antonio Román al frente de la sociedad. El mandatario pronto definió las claves para encontrar respuestas al problema derivado de esta terrorífica coyuntura.

Antonio Román esquivó como medida esencial los efectos dramáticos para la supervivencia del embargo para pasar al contraataque y aventurar la compra de una instalación que revertiría en la tenencia de patrimonio en el seno de una sociedad huérfana de este tipo de bienes. La operación, cifrada en unos cinco millones de pesetas, se sufragó emitiendo unos pases de socios por quince años mientras que el resto del capital procedió una inversión efectuada por empresarios alistados para la causa por el presidente. (En la foto, Antonio Román y las familias que consiguieron la compra del feudo de la Calle de Alboraya)

Campo de Vallejo con el Convento de los Carmelitas al fondo.

Con la adquisición de Vallejo como piedra angular de su proyecto, Antonio Román trató de propulsar al Levante, pese a los sempiternos problemas en la caja de caudales. Siempre defendió la prosperidad de esta iniciativa lograda ante la atracción que generaba acrecentar sus propiedades. Román modernizó las estructuras internas del club. El mandatario tuvo que lidiar con los efectos de la riada de 1957 que anegó la ciudad. En el apartado deportivo, la escuadra azulgrana tras fluctuar entre la Segunda y Tercera División, logró afianzarse en la categoría de Plata e inclusive disputó una promoción de ascenso a Primera. Dicha promoción se disputó ante Las Palmas en la temporada 1958-1959, un sueño que se desvaneció.

Eran los tiempos de Wilkes, una contratación histórica, Paredes y Joseíto entre otros futbolistas con ascendente. La década de los años cincuenta concluyó con Román defendiendo la construcción de un nuevo estadio más moderno y práctico que tomara el relevo de Vallejo. Comenzaba a vislumbrarse la edificación del actual Ciutat de València, aunque su construcción se alargó en el tiempo.