La historia del fichaje de Antonio Calpe por el Real Madrid fue cuanto menos rocambolesca como advierte Javier Monleón Díaz en un escrito firmado en Valencia el 28 de junio de 1965.

Javier Monleón fue testigo de excepción de los hechos acaecidos en un hotel de la capital de España. Formó parte de la comitiva azulgrana desplazada hasta Madrid para emprender las negociaciones que, previsiblemente, debían concluir con la marcha de Antonio Calpe en dirección al Sevilla.

Todo parecía concertado. El fichaje estaba cifrado en un millón seiscientas cincuenta mil pesetas con la reserva del 10% del montante para Guillamón como corredor de la operación. No obstante, los acontecimientos dieron un giro copernicano cuando en el Hotel Mediodía, escenario escogido para la entente con la sociedad de Nervión, apareció la figura inconfundible de Antonio Calderón. El gerente del Real Madrid advirtió que el club que seguía la estela de Antonio Calpe era el Real Madrid, si bien argumentó que las formas empleadas por Guillamón no eran las más correctas. De ahí el desarrollo del entuerto.

Guillamón contactó desde Valencia con Antonio Calderón reclamando su autorización para ofrecerle jugadores del Levante. El directivo madridista le pidió que efectuara un sondeo. La respuesta del agente fue que el Levante, como secuela del descenso, ponía en el mercado a los jugadores con mayor ascendencia. Guillamón volvió a ponerse en contacto con Calderón para ofrecerle a Calpe.

En ese contexto la delegación granota pone rumbo a Madrid para cerrar el pretendido traspaso al Sevilla. Tras desenmascararse la situación, y reiterar el dirigente madridista que la entidad que representaba nunca incurría en el subterfugio para acometer contrataciones, Javier Monleón y Antonio Calderón se aprestaron a pactar el acuerdo definitivo que convirtió a Calpe en jugador adscrito a la disciplina del Real Madrid durante las siguientes temporadas.