El 6 de junio de 1971 el levantinismo acudió al feudo granota. La masa social respondió a la dramática llamada efectuada por parte de los mandatarios del club. El tono grave y las urgencias estaban justificados en virtud de los condicionantes que envolvían la cita entre el Levante y el Gimnástico de Tarragona. Con los dos equipos vinculados al universo de la Tercera División, la derrota penalizaba con virulencia a la escuadra que no fuera capaz de conjugar con el triunfo. El bloque que fallara podía sumergirse en una temida lucha por eludir el descenso a Regional Preferente. Eran días sombríos.
El acta de la confrontación permite regresar en el tiempo al arranque de la década de los setenta. La promoción era una posibilidad real. El duelo se presentó sim ambages. La vida en un partido; la supervivencia del Levante estaba en juego. Salvador Mut se recorrió toda la Valencia futbolística y la mayoría de las peñas para alertar de la necesidad de contar con su apoyo para afrontar un envite mayúsculo y superlativo. El cancerbero asumió la política planteada por el club con la finalidad de espolear la conciencia de la masa social levantinista.
Mut no afrontó aquella cita que nació desde la tragedia. Lapiedra ocupó el marco local como cancerbero. Únicamente podía salvarse uno de los contendientes. Parecía justificado la pasión que envolvió al coliseo blaugrana. Las gradas del Estadio Antonio Román se poblaron de emblemas azulgranas mucho antes del inicio de la batalla. La afición, como recoge el acta, invadió el verde a la conclusión como señal de júbilo ante la victoria conquistada (2-1). En la última jornada el Levante solventó una situación crítica que le había situado en la antesala de la desaparición.