La carta, un riguroso manuscrito, que está firmada el 15 de julio de 1948, presenta una concepción del mundo que apenas guarda similitudes con la realidad actual.
El relato es quizás delicioso y permita evocar un firmamento que no conjuga con el presente.
La oposición podría comenzar con el instrumento escogido para plasmar el mensaje, una pluma estilográfica. Ese aspecto conjuga con el resto de la información vertida. El intermediario habla de duros cuando advierte de los emolumentos que pretenden cobrar los futbolistas y se refiere a las olvidadas pesetas cuando cifra los traspasos reclamados por las sociedades de origen. En un mundo escasamente globalizado, la correspondencia se convertía en un medio escogido para verter y proyectar la información. El negociador pide disculpas por no dirigirse a José Ferragut por conferencia, es decir, por teléfono. Internet y las redes sociales son pura ciencia ficción en este instante de la cronología. José Ferragut era el secretario técnico del club levantinista. Era la figura encargada de las contrataciones de nuevos futbolistas.
Este primigenio agente de jugadores se pone en contacto con la cúpula rectoral del club granota para ofertar el catálogo de futbolista que posee. Su principal área de acción es la zona de Barcelona. De hecho, resalta las cualidades de Virgós y Bravo, dos jugadores adscritos a la disciplina del F.C. Barcelona durante el curso 1947-1948 que, no obstante, ya están en tratos con el Málaga y Ceuta. Miernau, Trinchant y Murillo, todos unidos al Espanyol, llevan la etiqueta de transferibles. Su radio de acción es más profundo. Sáez del San Andrés o Giménez del Manresa están libres y pretender iniciar otras aventuras lejos de sus entidades.
El asunto se complica en la captura de delanteros centro. Establece un paragón entre Borruellas, atacante del San Andrés y Escrivá, delantero de referencia del Levante por aquellos tiempos, para establecer sus condiciones. Es una evidencia que los informes escaseaban y las posibilidades de rastrear a los protagonistas eran prácticamente nulas a no ser que se hiciera un seguimiento riguroso en primera persona y en directo. En su despedida tiene un recuerdo para Gaspar. Previsiblemente se refiere a Gaspar Rubio. El Mago del Balón defendió el escudo del Levante F.C. a finales de los años veinte para repetir más tarde. En ese momento ya había dado el salto en dirección hacia los banquillos.