El levantinismo militante vivía desde la armonía todos los hechos que acontecieron durante el otoño de 1963. La escuadra que presidía Eduardo Clerigues descubría los misterios de la Primera División después del legendario ascenso conquistado en junio tras vencer al Deportivo de La Coruña en Vallejo.

Y los enigmas no parecían irresolubles para el once granota que dirigía Quique. Capitaneados por Ernesto Domínguez, las huestes azulgranas no desentonaban en su desembarco en la elite.
El calendario había programado para el uno de diciembre de 1963 un duelo amistoso entre España y Bélgica en el feudo de Mestalla.

Las noticias que surgieron en las jornadas previas confirmaron la condición de internacional de Domínguez. Fue un hecho celebrado por la totalidad de los estamentos. La entidad recibió un documento de la Federación Española que reclamaba los servicios del atacante levantinista. La nota oficial fue acompañada de un telegrama que escondía una revelación. El seleccionador nacional, José Villalonga, asociaba el nombre del futbolista a la convocatoria ante el combinado belga. No había parangón, en la historia del Levante, de un acto similar.

Ernesto Domínguez no era un desconocido para José Villalonga. Ambos habían coincidido en las categorías inferiores de la Selección. Domínguez debutó como titular ante la escuadra de Bélgica.El duelo concluyó con victoria visitante (1-2). El Galgo de Vallejo disputó los noventa minutos reglamentarios en el coliseo del Valencia. Domínguez detenta en el único jugador que ha defendido los colores de la Selección Española proyectándose desde el Levante.

Ernesto Domínguez se comprometió con la institución de Vallejo en el verano de 1962. Fue un futbolista determinante en la aventura que significó el asalto a las estructuras de la Primera División. Su estela no declinó en ese espacio. Anotó el primer gol del relato granota en la máxima categoría en el Estadio de Sarrià. Fue el 15 de septiembre de 1963.

Unos meses más tarde capitalizó el estreno del derbi de la ciudad en el feudo de Vallejo. Aquella tarde invernal de enero de 1964 celebró la diana que propició una victoria histórica. Sus partidos con la casaca granota ennoblecieron su leyenda.

En el verano de 1966 marchó con destino al Real Mallorca. Atrás quedaban cuatro temporadas y la condición de eterno en la historia levantinista.