“Sangre, sudor y lágrimas”, relató Levante El Mercantil Valenciano. Las Provincias optó por regresar al pasado. “A la antigua usanza” tituló para rememorar un marcador que parecía sacado de otro tiempo mucho más alejado. Lo cierto es que aquel partido entre el Levante y el Ceuta fue más que una simple confrontación en el océano de una vasta competición conformada por treinta y ocho batallas. Fue el partido por excelencia por su notable trascendencia. El acta permite recrear un duelo vertiginoso en su desarrollo (5-4). El primero y segundo clasificado cara a cara. Del Ceuta se acentuaba principalmente su consistencia defensiva. Tres goles en veintiún partidos. Manolo era el portero más buscado por aquellas jornadas. Había encajado un solitario gol en la secuencia de partidos y había acorazado su portería durante 1223 minutos.

Nadie fue capaz de batir al meta canario durante ese ciclo de récord. El resto de las dianas encajadas, dos, se contabilizaban al meta suplente en su única actuación liguera. El Levante no había perdido en el Ciutat. Contaba con tantos triunfos como partidos disputados como casero. Su expediente era inmaculado. Defendía el cetro de la Liga. En aquellos tiempos únicamente el líder de cada uno de los grupos materializaba su conversión en equipo de Segunda División. El encuentro rasgó los parámetros que parecían establecidos en virtud de los condicionantes. Latorre, Blesa y López se ensañaron con su oponente en apenas veinte minutos.

Los pupilos de Roberto Álvarez parecían desactivar los circuitos de la escuadra andaluza después de anotar dos dianas más antes de la conclusión del primer capítulo de un duelo sideral ante los gritos de las más de doce mil almas que poblaban las gradas del coliseo azulgrana. Latorre pareció machacar el corazón ceutí con el quinto gol de la tarde, pero la reacción del Ceuta en la reanudación fue estelar e inmediata. Nadie esperaba una respuesta tan encorajinada de un grupo que trató de revertir el marcador, pese a la complejidad de la empresa.

Los grandes jugadores se miden en ese tipo de momentos. Y la situación del Ceuta en la tabla no era anecdótica. Ocenda recortó las distancias nada más amanecer la segunda parte. Ito entre los minutos 77 y 78 sembró el germen de la duda. En el punto contrario del campo los ojos de Manolo brillaban de excitación y las piernas de los jugadores locales temblaban. Museros, meta del Levante, adquiría su cuota de protagonismo. Corbalán rozó el sexto. Y un centro de Antela se paseó por las cercanías del arco granota sin adquirir rematador. El firmamento pareció desvanecerse sobre el feudo de Orriols. La victoria no se esfumó en uno de esos partidos que marcan tendencia y que superan el olvido que marca el paso del tiempo.