El documento del mes elegido por el Departamento de Patrimonio Histórico del club. El álbum de cromos del Levante del ejercicio 1964-1965 tiene encanto y seducción. Su impacto visual e histórico parece incuestionable. Confiere autenticidad y acrecienta el sentido de pertenencia. Se trata de una donación efectuada por Vicente Lucas. Este veterano seguidor de ADN granota, en virtud de una profunda y honda militancia que condensa multitud de experiencias de muy diferente índole y consideración, recupera un clásico de la disciplina del balompié para presentarlo y compartirlo con el grueso del levantinismo.

En realidad, no era un fenómeno nuevo. La popularidad de los cromos, con las efigies de los jugadores más importantes del panorama nacional, hunde sus raíces en la noche de los tiempos. Remonta a los ‘felices’ años veinte para converger con claridad con la explosión y consolidación de una disciplina imbricada en la sociedad. Hay mística y lazos de reciprocidad que potencian la interacción en la creación de este tipo de cuadernos. Se trata de un proceso que alimenta las relaciones sociales por el intercambio.

El álbum de cromos de la temporada 1964-1965 implica una inmersión en el espacio/tiempo con el fin de recuperar las aventuras y emociones derivadas de la estancia de la escuadra granota en el universo de la Primera División. Hay que recordar que era un principio ambicionado por la cúpula rectoral de la institución desde los años finales de la década de los cincuenta. Máxime tras una promoción, con destino a la máxima categoría, frustrada ante la U.D. Las Palmas. El ejercicio 1964-1965 confirmaba la condición de primer divisionista que había conquistada el Levante después de un estreno coronado por el éxito que supuso la permanencia en un entorno hostil. La escuadra que presidía Eduardo Clerigues repetía en el Olimpo de los Dioses de las principales representaciones dedicadas a la práctica del fútbol.

El contexto histórico adquiere relevancia para resaltar el ascendente de los futbolistas que aparecen con los colores azules y granas retratados en su mayoría sobre el césped del feudo de Vallejo. Quizás haya que presentarlos, a modo de invocación, con el reto de fijarlos en la memoria de las nuevas generaciones. No era el caso en aquel período. No necesitaban ningún tipo de introducción. Formaban parte del imaginario granota por su influjo y por todo aquello que fueron capaces de conseguir instalados sobre el verde. Eran los héroes de un levantinismo, que hoy parece muy distanciado del presente, pero que no habría que desterrar de la secuencia centenaria de un club en constante crecimiento. Y, desde la sobriedad, posan con orgullo con los distintivos y el uniforme que caracteriza a la entidad.

Es quizás otro de los atractivos del documento expuesto gracias la colaboración entusiasta y altruista de Vicente Lucas que no dudó en responder a la llamada del Levante para reedificar su historia. Adhiere el pasado con vigor para proyectarlo con energía en dirección hacia el momento actual. Hay magia y hechizo en la imagen mostrada. Es una huella imborrable por todo lo trasmite. Los nombres resuenan con fuerza, aunque no están todos los que conformaron aquella plantilla: Rodri, Fernández, Calpe, Serafín, Vidal, Pedreño, Wanderley rememoran otra época y otro fútbol determinante en la creación del relato de la sociedad de Orriols.