No hablan, pero son los guardianes de la memoria. Los escudos del Levante F.C. y del Gimnástico F.C. custodian una historia repleta de emotividad que ha adquirido una pátina de efervescencia en el presente. Los blasones envejecieron con dignidad para seducir a la eternidad. Se rebelan ante el despiadado paso del tiempo. Forman parte del contexto de la Copa de La República. Ocho de agosto de 1937 comparten en la parte inferior.

En realidad, conforman el epílogo de la cita copera que significó la entronización del Levante F.C. tras la sobresaliente victoria ante el Valencia (1-0) en el feudo de Sarrià en la Final del torneo. Los banderines conmemoran una fecha repleta de simbolismo. Es un testimonio de las excelentes relaciones mantenidas por ambos clubes en aquellas jornadas tan desgarradoras. Aquel domingo de verano los jugadores del Gimnástico y Levante convergieron en el coliseo de Vallejo para enfrentarse.

Era un partido amistoso que nació con la finalidad de homenajear al Levante F.C. tras la consecución del título. Según acentúa la prensa, el equipo decano saltó al verde reforzado con futbolistas que estaban incluidos en la nómina del Valencia y del Real Madrid. No obstante, era un agasajo compartido por las dos instituciones de la ciudad del Turia. En el choque decisivo disputado ante la entidad valencianista en julio de 1937 en el estadio del Espanyol hubo representación del Gimnástico F.C. y del Levante F.C., pese a luchar bajo la bandera blanquiazul.

Fue un hecho que confirió singularidad a la competición. La escuadra azulgrana y el club marino unieron sus fuerzas para competir en la Copa de La República. Fue una tarde especial para Nieto. Como jugador adscrito al universo gimnastiquista, capitalizó una acción cocinada en las botas de Dolz para materializar el triunfo del Levante. No fue un caso aislado.

Aquella confrontación fue una oda al fútbol de ataque en su máxima expresión. No había arneses de sujeción que contuvieran la excitación de los jugadores. Los dos equipos asediaron las porterías contrarias para firmar un opíparo empate a cuatro goles que la grada reconocería. Como afirma la crónica de El Mundo Deportivo, las dos escuadras se intercambiaron “artísticos banderines” en los prolegómenos del enfrentamiento. Hubo momentos para la épica. El Levante F.C. fue investido con la corona de laurel tras recibir la Copa donada por el Presidente de La República.