Estas botas están hechas para marcar. Podría alterarse el sentido de la celebérrima canción de Nancy Sinatra para consignar la significación de los borceguís que han barnizado el ejercicio deportivo de Roger Martí. Y podría añadirse inclusive, sin perder la perspectiva establecida, que estas botas están hechas para enaltecer la gesta del gol y también para romper en mil pedazos las redes de los equipos adversarios. En realidad, fue una constante a lo largo y ancho de un curso estimulante desde un prisma anotador. La temporada 2018-2019 irá asociada a la figura punzante del Pistolero. Roger descargó su revólver hasta en trece ocasiones en el universo de la competición liguera. Sus detonaciones fueron devastadoras para la escuadra que preparó desde el banquillo Paco López.
Sus números resultaron tan excelentes como la certeza y la convicción de su puntería. Roger fue el goleador más excelso de la plantilla. Únicamente Morales siguió muy de cerca su estela con la conquista de doce dianas. Roger cerró el curso registrado en el selecto grupo del Top Ten de los goleadores nacionales. El futbolista azulgrana, después de la grave lesión en la rodilla acaecida en la pretemporada del retorno a la Primera División, que, sin duda, condicionó su concurso en la campaña 2017-2018, puesto que estuvo en el más oscuro de los avernos hasta finales del mes de enero de 2018, despejó incógnitas y confinó cualquier atisbo de duda ante su estado físico y, principalmente, mental.
Es posible que la aspereza de la dificultad estimulara sus constantes vitales. Su gen ganador siempre le ha impedido transitar por carreteras secundarias. Roger ajustó cuentas con la división y con la profesión en una campaña fulgurante. Recuperó la fe asido al gol. El hecho no es baladí en la conciencia de un atacante. Es una evidencia que su autoestima creció exponencialmente al calor de los goles rubricados. El atacante durante el campeonato de la regularidad prácticamente no se despegó del modelo de Nike. El amarillo fluorescente de sus botas irradió un brillo llameante en el contexto del balompié nacional. No fue un recorrido sinuoso.
El camino estuvo despejado de maleza desde el nacimiento de la competición. Roger emitió señales de redención desde el mismo amanecer de la competición. En el Estadio Benito Villamarín, todavía en agosto y con la Liga en maitines, advirtió de sus intenciones. Unas semanas más tarde firmó un doblete en el derbi de la capital en el coliseo del Ciutat de València, aunque quizás su manifestación más sublime fuera en el Santiago Bernabéu. Roger capitalizó un triunfo histórico en un escenario emblemático. Sus botas amarillas refulgieron para adquirir luminosidad. El atacante no se sintió amenazado por la desconfianza al enfrentarse a Courtois desde los once metros. Era el segundo gol de una matinal legendaria.