El documento es una joya que permite evocar los tiempos del Levante F.C. en los años finales de la década de los veinte. Su reducida dimensión, apenas diez centímetros de ancho por ocho de alto, contrasta notablemente con la relevancia que presenta tanto por su antigüedad como por el significado que contiene. Se trata de un diminuto carnet que distingue a Juan Bautista Camps como jugador adscrito a la disciplina del Levante Foot-ball Club. Es una especie de credencial que singulariza su posicionamiento en las estructuras internas del club.

El escudo del Levante F.C. preside la parte frontal del carné. Abajo a la derecha aparece fijado el eje de la cronología. Nos situamos en el contexto del curso 1929-1930. En el interior hay una foto a modo de retrato identificadora del perfil de Juan Bautista Camps. El sello distintivo del Levante F.C. oficializa esa imagen. Se trata de un pase personal e intransferible a favor del mencionado futbolista que se corresponde con el desarrollo de la temporada 1929-1930. El documento conlleva la rúbrica del presidente de la sociedad de los Poblados Marítimos. Es posible distinguir el nombre de Vicente Maiques. Inclusive hay una referencia al Puerto.

En una disciplina con tendencia hacia la profesionalización más absoluta de sus actores principales, este pequeño carnet permite teorizar sobre el grado de estratificación sufrido por los clubes dedicados a la práctica del balompié durante el primer tercio del siglo XX. Los rangos estaban perfectamente establecidos y las jerarquías claramente fijadas. En el vértice de la pirámide social de los equipos de fútbol se encontraban los futbolistas. Su única misión era defender el escudo en el interior del verde a cambio de una retribución económica en continuado aumento.

La ascensión de los jugadores en el escalafón social fue un hecho entre los años veinte y treinta. Los equipiers convivían con los mandatarios, con potestad para legislar la vida cotidiana de las entidades deportivas, y la masa que conformaban los leales simpatizantes. El potencial de las instituciones se medía en función de la calidad de los futbolistas contratados y el número de sus seguidores. Había una correlación entre el incremento de los actores secundarios (afición) y la pujanza monetaria de los clubes, máxime en un contexto en el que las recaudaciones de las confrontaciones disputadas, en el marco de las competiciones oficiales y partidos amistosos, y el montante resultante de la venta de los carnets de socios configuraban la práctica totalidad de los presupuestos económicos manejados por las instituciones futbolísticas.