El duelo que cruzó al Levante y al Atlético de Madrid en el feudo del Ciutat el 18 de mayo de 2019 irá asociado a la memoria eterna de Pedro López. Y quizás todos los recuerdos vividos en primera persona sobre el verde desafiarán el paso del tiempo hasta dimensionarlo. Esa jornada significó la despedida formal del capitán del entorno levantinista después de ocho ejercicios entrelazados repletos de emociones de muy diversa condición. El enfrentamiento coincidió con la despedida del curso. La cita desprendió un aroma incontenido a homenaje.
Fue su postrera comparecencia con la elástica granota, pero no fue su último acto de servicio desde un prisma competitivo defendiendo el escudo azulgrana. Esa imagen irá asociada a la pelea de la semana anterior en Girona. Los hechos se precipitaron en el feudo de Montilivi con el encuentro en su nacimiento. La lesión de Toño García alteró los planes de Paco López. El capitán surgió desde el banquillo para incorporarse a una cita con la etiqueta de definitiva. Era un choque hiperbólico en la lucha por la supervivencia. Apenas se habían consumido los minutos iniciales cuando se ubicó en el costado diestro de la retaguardia con la finalidad de taponar las acometidas locales.
El expediente de Pedro estaba en barbecho en las jornadas anteriores. Su rastro sobre el verde se había difuminado. El momento era supremo. La temporada en noventa minutos pasionales. La profesión de futbolista exige respuestas de calidad en instantes muy puntuales. El pasado no cuenta. Las botas que ilustran este documento quedaron ancladas al césped del Estadio de Montilivi. Condensan el relato del ejercicio 2018-2019. El partido parecía reclamar intensidad y un grado de responsabilidad que el capitán no esquivó. La inactividad no fue un inconveniente. Quizás fuera un acicate para reivindicar su carácter y su compromiso en el marco de un duelo vital y superlativo para el futuro de la institución de Orriols.
El lateral aceptó el desafío y mostró galones. Su espíritu subversivo se materializó apenas un minuto después de la diana de Stuani ya con el enfrentamiento transitando por la segunda parte. El defensor cabalgó por la banda derecha para contactar con Morales. Los capitanes firmaron la redención. De su imaginación y complicidad nació el rescate. Sus botas proyectaron un sedoso y milimétrico servicio que el Comandante no desaprovechó para firmar las tablas con un diabólico cabezazo. Fue el principio de una remontada de Primera División que el capitán celebró con profusión.