Ochenta y cuatro años después de que todo comenzara llegó el ocaso del mítico y legendario San Mamés. Su aura perdurará en el imaginario del fútbol. Y dentro de la eternidad, Juanlu alcanzó un hueco que le fagocita a la historia del coliseo rojiblanco. El interior regresó a la convocatoria en la previa de la cita, saltó al verde en los minutos finales y emuló el recuerdo del mitológico Pichichi. Fue el principio y también el final de una historia legendaria. Entre el gol del ariete de un Athletic en fase de vertebración, allá por la segunda década del siglo XX, y la diana de Juanlu hay un margen de separación cifrado en casi cien años. La camiseta, cedida por Vicente Romo, atestigua esa efeméride.
No era un partido secundario, por más que el envoltorio de la confrontación determinará la firma de una especie de armisticio entre los dos adversarios, desde un prisma competitivo, después de un curso repleto de heridas y magulladuras. Quizás en justicia, la vieja propiedad del Athletic, donde alcanzó celebridad y notoriedad el equipo bilbaíno, hubiera necesitado un partido de mayor voltaje en su despedida. No obstante, San Mamés adquirió la solemnidad de las grandes jornadas. Y los choques con abolengo se perpetúan desde la misma noche de los tiempos. Se trata de un estadio que rebosa poética. Hay lírica e inspiración por los cuatro puntos cardinales de la geografía de la instalación. Y también mitología. El tiempo pareció detenerse en los instantes finales y retrotraer la imagen del Levante a jornadas almibaradas cuando el contragolpe se convirtió en una herramienta inexcusable que hizo terrible y reconocible al equipo de Juan Ignacio Martínez.
El Athletic trataba de encarcelar al equipo azulgrana en torno a su área, ya en la fase final del duelo, cuando Juanlu conectó con Valdo y ajustició a Iraizoz ante la mirada melancólica de San Mamés. La acción fue una verdadera oda al contragolpe; un ejemplo de cómo recorrer el campo en el menor espacio de tiempo posible. Salida vertiginosa y llegada concluyente ante la portería rival. Por esos misterios, Juanlu volvió a anotar una diana acuñada con la vitola de histórica. En realidad, no es nada nuevo en su currículum en los postreros años. Las convocatorias más magnánimas del club suelen ir asociados a su efigie. El atacante acostumbra a dejar su rastro como la estela de los cometas cuando se aproximan al planeta tierra. Sucedió en San Mamés, como aconteció con anterioridad en El Madrigal de Villarreal en un liderato histórico, en una tarde de ascenso en el Ciutat ante el Castellón o en el Fith Park de Motherwell en el estreno europeo.