La gira del Rock de una Noche de Verano paró en Valencia durante los días finales del mes de julio de 1983 para aposentarse sobre el verde del feudo azulgrana. Las crónicas contemporáneas reflejaban la magnitud de un evento presentado como “el mayor concierto de rock español nunca visto”. 60.000 watios de sonido y 250.000 de luz advertían de la tremenda dimensión que alcanzaba la representación. Unas 150 personas se encargaban diariamente de un montaje que viajaba en veinticinco camiones. El envoltorio destilaba suntuosidad y lujo. La entrada, donación de José Vicente Peiró, confirmas el paso de Miguel Ríos por Orriols.
El Rock de una Noche de Verano fue algo más que una mera secuencia de conciertos. Miguel Ríos ponía acordes a los tiempos del cambio desde un prisma político y social. La gira recorrió los cuatro puntos cardinales de la Península Ibérica con un éxito arrollador siguiendo las coordenadas marcadas por el Rock and Ríos durante el verano anterior. La experiencia era totalmente novedosa y conectaba con el fenómeno de los grandes conciertos internacionales. Un espectáculo de luz y de sonido apoteósico, sin parangón en el panorama musical autóctono, dimensionó a Miguel Ríos hasta cotas inimaginables. El evento nacía como un macro concierto. Y había más artistas invitados y distintos números que concedían singularidad a la cita. Luz Casal, Leño y Los Bordini formaban parte del cartel.
Al filo de las once y media del viernes los cerca de cuarenta mil espectadores congregados en el Ciutat, por entonces todavía bajo la denominación de Nou Estadi, entraron en éxtasis a los acordes hipnóticos de ‘Bienvenidos’. Era toda una declaración de intenciones. No había subterfugios, ni medias tintas. Rock en estado puro desde el amanecer. El ritmo fue vibrante. Miguel Ríos, un coloso en constante movimiento, estuvo acompañado por una banda sobresaliente que realzó el contenido de cada uno de los temas escogidos. Los éxitos fueron cayendo en cadena ante el fervor de un público entregado a la causa del rock. “El Blues del autobús”, “Un caballo llamado muerte”, “Generación límite”, “Año 2000”.
Hubo un tributo al rock nacional con un medley que incluía temas de Tequila, Leño, Moris, Topo y Burning y la inclusión de las canciones de su último disco. ‘Madrid 1983’, ‘El rock de una noche de verano’, ‘No estás sola’ y ‘Antinuclear’ dieron vértigo a la velada. No obstante, la noche adquirió épica al eco de los acordes del ‘Himno de la alegría’. El Ciutat resplandeció en ese instante ya crepuscular dibujando una intensa llamarada de fuego con velas, bengalas y cerillas. Fue el epílogo a una noche intensa.