La Copa Duward resistió al paso del tiempo como un vestigio que establece una conexión férrea entre el Levante U.D. y la disciplina del fútbol que se practicaba en la década de los años cincuenta. Hoy recuperamos el trofeo con la pátina de brillo que caracterizó al galardón otorgado a la escuadra azulgrana a la finalización de la temporada 1958-1959 después de la exhaustiva restauración a la que ha sido sometido en el presente por la empresa valenciana Piró Orfebres. La marca Relojes Duward quedó vinculada al fútbol en la década de los cincuenta. La Copa Duward se convirtió en un prestigioso premio que distinguía al equipo menos goleado de Primera División y Segunda División.

La sociedad levantinista fue reconocida con tal distinción a la conclusión del ejercicio 1958-1959. Ripoll y Candi alternaron al frente de la portería blaugrana. Los dos alzaron una tupida muralla para acorazar el arco levantinista. Fueron la negación del gol. El equipo granota lideró el mejor coeficiente de goles en contra del Grupo Sur de la Segunda División tras encajar 33 dianas en un ciclo compuesto por 30 partidos. La cifra fue relevante en un formato del balompié que acentuaba sobremanera la preponderancia del juego de ataque con la presencia habitual de cinco atacantes en las formaciones que se desplegaban por las inmediaciones del área rival.

Es posible seguir el rastro de la entrega del Trofeo a la institución levantinista. Fue en el Estadio de Vallejo. Las fotos donadas por la Familia de Vicente Camarasa consignan el momento. En una de las instantáneas, guardadas con diligencia por los descendientes del capitán el primer ascenso a la elite, el guardameta Ripoll y los defensores Areta, Torres y el propio Camarasa custodian la Copa Duward sobre el césped de la instalación de la Calle de Alboraya. El Levante tapió su portería en catorce confrontaciones ligueras. En el primer tramo del campeonato únicamente el Almería fue capaz de desvencijar el muro granota (4-1) en el partido inaugural. Hércules, Tenerife, Extremadura, Plus Ultra, Elche, Eldense, Málaga y Terrasa marcharon sin festejar el gol. El hecho es sintomático de la resistencia de la retaguardia levantinista.

El Levante del curso 1958-1959 coqueteó con el ascenso a la máxima categoría del fútbol español. La temporada fue excitante. El prólogo estuvo marcado por el memorable e inesperado fichaje de Wilkes por la entidad que presidía Antonio Román. El aterrizaje del extraordinario jugador holandés estuvo repleto de luces y de sombras y amenazó con establecer un cisma, de dimensiones considerables, entre el equipo dirigente granota y la Real Federación Española ante la negativa del organismo rector del fútbol patrio de inscribir al delantero como integrante del plantel de Vallejo. Antonio Román se empleó con celo y con determinación para garantizar la presencia del antaño ídolo de Mestalla en los encuentros de competición liguera del Levante. El epílogo del curso fue más atribulado tras la disputa de la promoción de ascenso ante la U.D. Las Palmas que significó el ascenso del bloque canario a Primera División.