El pase de la temporada 1968-1969 esconde una historia. No fue una campaña más en el relato histórico de la sociedad azulgrana. Se trata de una donación del socio Enrique Herrero Puertas. El pase mantiene el formato de las credenciales de la época contemporánea. La entidad jugueteó con símbolos que no eran desconocidos. Es posible rastrear la presencia de la palmera y de las Torres de Serrano. Eran dos emblemas relacionados con el Estadio de Vallejo. La palmera servía de guía del ascenso de junio del 63. Era una señal de identidad del levantinismo militante. El edificio gótico era paso obligado en la peregrinación hacia el coliseo sito en la calle de Alboraya, principalmente para aquellos seguidores de raíz gimnastiquista ubicados en el corazón del Barrio del Carmen.

El balón y el escudo que caracteriza al Levante componen la secuencia. Es un abono de Tribuna. El documento ofrece más información. Este abono especial rememora los pases a quince años que muchos aficionados compraron para sufragar la alambicada compra de Vallejo en el arranque de la década de los años cincuenta. La adquisición de la instalación supuso un esfuerzo titánico que concentró la atención de los mandatarios granotas. Había que buscar soluciones de índole económico, aunque la medida a largo plazo podría ser cuestionada. Es un vestigio de una época pasada que estaba muy cercana ya a su finalización.

El Levante de Antonio Román, que accedió a la presidencia para afrontar su segunda etapa como máximo rector en la franja intermedia de los años sesenta, se mudó hasta el feudo de Mestalla para afrontar los partidos oficiales como local. Fue un exilio forzoso; una especie e interregno motivado por el trasvase desde el Estadio de Vallejo en dirección hacia el actual Ciutat de Valéncia. El feudo de la calle de Alboraya entornó los ojos, de manera definitiva, en las jornadas finales del mes de abril de 1968. El Levante venció al Tenerife (1-0) en un choque carente de pedigrí que supuso la despedida formal de la instalación que había inaugurado el Gimnástico en noviembre de 1925 con un enfrentamiento ante el Atlético Saguntino adscrito al cosmos del Campeonato Regional.

El Levante U.D. descorrió el telón del Estadio Antonio Román un 9 de septiembre de 1969. Aquel martes lluvioso el equipo levantinista estrenó la condición de anfitrión de su nueva casa ante el Valencia. Durante el curso 1968-1969 despachó a sus adversarios como casero en los márgenes del coliseo de Mestalla. Hay que advertir que la junta directiva que presidió Julio de Miguel permutó los estatutos de la entidad valencianista para acomodar a las huestes levantinistas sobre el césped de Mestalla. Las directrices desde la institución blanca eran diáfanas. El acuerdo alcanzado únicamente validaba la presencia de la sociedad blaugrana durante el desarrollo del curso 1968-1969. No había posibilidad de dilatar esta entente en el tiempo.

El éxodo de Vallejo coincidió con el retorno del Levante al umbral de la Tercera División tras la reestructuración de la Segunda División. Fue el inicio de un viaje hacia los bajos fondos del balompié español. La afición levantina migró el ejercicio 1968-1969 al recinto deportivo del Valencia. Fue como un destierro siempre siguiendo las barras azulgranas del club granota. Desde un prisma deportivo, el Levante no alcanzó el desafío marcado que subrayaba la vuelta a la categoría de Plata. Un año más tarde se asentaba en el actual Ciutat de València.