La orla del Levante del ejercicio 1957-1958 nace con la intención de mantener intacto al paso de las hojas del calendario la memoria de los integrantes del plantel azulgrana que compitió en el universo del Grupo Sur de la Segunda División. Era una práctica bastante común en la década de los años cincuenta dejar constancia de los caracteres de los protagonistas del balón a la conclusión de una temporada deportiva. De hecho, en el Museo Virtual del Levante U.D. es posible encontrar el rastro de cuadros conmemorativos de similares características en el tiempo, en el espacio e inclusive en las formas.
La escena sigue unas coordenadas determinadas. Todo parece gravitar alrededor del escudo original del Levante U.D., si bien por los condicionantes que determinaron el nacimiento del club granota, producto de la fusión después de la Guerra Civil del Gimnástico F.C. y Levante F.C., se incluyen en las esquinas, como tratando de enmarcar la escenografía propuesta, los emblemas distintivos de la sociedad gimnastiquista y levantina. Las tonalidades de los blasones enriquecen el colorido de un cuadro en el que predomina el fondo blanco.
Los componentes de la plantilla del Levante de la campaña 1957-1958 aparecen fotografiados bordeando el escudo de la escuadra azulgrana. Sus rostros se van superponiendo hasta ocupar todos los puntos espaciales disponibles. La orla recoge los veintiún bustos de los jugadores que defendieron la bandera azulgrana en competición liguera. En la parte inferior del escudo surge la imagen de Álvaro, técnico de la entidad en la mencionada campaña, si bien el curso amaneció con Urquizu como preparador. Juan Alarcó, secretario técnico, aparece en el extremo superior. A diferencia de otros episodios análogos no hay espacio para los integrantes de la Junta Directiva que representaba Antonio Román en calidad de máximo mandatario.
La orla esconde el desarrollo de la una temporada abrupta y repleta de vicisitudes. Los jugadores del Levante contendieron ante sus adversarios en el limes interno del terreno de juego, pero también lucharon contra otros elementos. El curso deportivo estuvo marcado por las copiosas lluvias caídas sobre la ciudad de Valencia en octubre de 1957. La terrible riada que aniquiló la capital del Turia alteró la evolución de la temporada condicionando el pago de las retribuciones que debían percibir los futbolistas.
Con Vallejo fuera de órbita por la virulencia de las precipitaciones, durante el primer tramo de la Liga regular el Levante permutó el calendario para afrontar varias confrontaciones lejos del coliseo de la calle de Alboraya. El aspecto incidió en la maltrecha economía del club ante la imposibilidad de contar con el botín de las recaudaciones de los choques caseros. Las nóminas de los jugadores se retrasaron. Pese a que los problemas eran de una gravedad extrema, el Levante se rearmó durante la segunda vuelta y ocupó la zona noble de la clasificación general en el Grupo Sur de la categoría de Plata.