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Es la obra personalizada de Raimon. Es un verdadero museo, quizás el primer museo de la historia del Levante creado, pero sobre todo es un contenedor de sentimientos y también de emociones. Raimon lleva tres décadas ligado a la entidad. Es mucho más que el cuidador del césped o el jefe de mantenimiento del coliseo azulgrana. No es un empleado más. Treinta años de pasiones y de agitación al compás que marca el Levante. Treinta años de Inquietud y de temor. De esperanza y de fe. El Raconet está impregnado de esos sentimientos. Conmueve e impresiona cuando te sumerges por lo más recóndito de sus muros. La historia centenaria del Levante está ilustrada en este recinto que caracteriza al Ciutat. Es personal e intransferible. De ahí su enorme relevancia. No existe nada semejante en el universo del fútbol profesional.
El Raconet está enclavado en las mismas entrañas del coliseo del barrio de Orriols. Oculto entre el alambicado armazón pétreo que sustenta la instalación azulgrana, adquiere efervescencia cuando te adentras por los bajos de la Grada de Alboraya. Es una especie de templo que custodia tesoros vinculados al imaginario del Levante. Visto desde fuera es difícil de imaginar todo lo que puede esconder entre unos tabiques que han perdido su originaria desnudez ante el tamaño de las reliquias que alberga. En su interior conviven entre el orden que, a veces, confiere el caos fotos, camisetas, revistas, periódicos, fichas de los jugadores granotas, alineaciones legendarias, citaciones de la primera plantilla, documentos históricos y antigüedades. Los más curioso es que cada uno de los elementos que ocupan una estancia, con tendencia al barroquismo, tienen capacidad legitima para contar una historia relacionada con la institución blaugrana.
Hay una camiseta de Maradona y un bombín de Joaquín Sabina. El Raconet mistifica la memoria de Manuel Preciado. El técnico cántabro fue uno de los protagonistas estelares del regreso del Levante al umbral de la Primera División. Fue en la temporada 2003-2004. La maldición se extendía desde el final del curso 1964-1965. El rastro granota en la máxima categoría se había difuminado. Raimon venera a Preciado. “Es mi hermano”, incide cuando se le cuestiona por el preparador de Cantabria fallecido en junio de 2012. Es uno de los rostros que iluminan el Raconet. Hay fotos y cuadros con su imagen. Cuenta la tradición que Preciado ha logrado sobrevivir al infortunio que supuso la quema de tan emblemático escenario. Hasta en sendas ocasiones el fuego pretendió borrar la memoria eterna del Raconet.
Es otra de las particularidades de este lugar; nada parece poder contrarrestar su enorme poder. Es como si se tratara de un ámbito dotado de una fuerza tan mágica como descomunal. Y no es fácil sobreponerse a dos hogueras que amenazaron con confinar todos sus recuerdos. Hay una misteriosa fuerza telúrica que recompone su semblante. El Raconet ha acogido comidas de la primera plantilla en innumerables ocasiones. En sus dependencias se han celebrado almuerzos oficiales entre directivas en las previas de los partidos oficiales en Primera División. Es un lugar emblemático de reunión, pero también de culto. Y es un terreno abonado para las leyendas urbanas. Una adquiere fortuna sobre el resto. Dicen que Bruce Springsteen degustó un arroz, evidentemente elaborado por Raimón, en el concierto que ofreció en el Ciutat en 2006.