Hay imágenes icónicas que permanecen en el imaginario del levantinismo para pervivir como símbolos incorruptibles de un pasado condenado a perdurar la psique de los aficionados. Son imágenes que conforman la esfera de los recuerdos. Y ya se sabe que hay recuerdos que pueden durar toda una eternidad por el impacto y la magnitud que ejercen. El Levante U.D y el C.D. Castellón desafiaron sus destinos la tarde del 13 de junio de 2010 en el Ciutat de València (3-1). Era un duelo de emociones antagónicas en virtud de los condicionantes que rodeaban a cada una de las sociedades deportivas. La escuadra granota saltó al verde para conquistar el ascenso a Primera División. El Castellón miraba fijamente hacia la Segunda División B. El Levante se sentía invencible. Hay partidos que sabes que vas a ganar mucho antes de que empiecen. Tal es el convencimiento y la seguridad.
“Nadie apostaba por nosotros, pero lo conseguimos”, advierte Juanlu con un punto indisimulado de orgullo rebobinando en el espacio-tiempo para retornar a una cita crucial. “Quizás nos infravaloraron”, determina Pallardó, siguiendo las mismas coordenadas, en un intento por dimensionar de forma sobresaliente el linaje de un hito superlativo en la historia de un club que celebraba su primer centenario de existencia. Lo cierto es que las imágenes de una jornada legendaria se agolpan. Juanlu de rodillas sobre el césped de Orriols tras estrenar el marcador cercado por sus compañeros. Xisco Muñoz, brazo al cielo en señal de júbilo tras aumentar las distancias.
En realidad, el partido concluyó en ese punto de la cronología. En el minuto siete Xisco y Juanlu ya habían mancillado las redes de Lledó. El duelo estaba virtualmente decidido, pese a que restaba una inmensidad. No había combate. Quizás lo mejor llegó a la conclusión del encuentro con el verde del coliseo granota invadido por una masa de leales seguidores azulgranas. La plantilla al unísono compartía la algarabía con sus feligreses. De nuevo, las imágenes perviven en la mente. Iborra alzado sobre la valla que ejerce de margen de separación entre el campo y la grada se dirigía enloquecido a los aficionados. A su lado Juanlu con una bufanda sobre su cabeza participaba del júbilo y de la alegría.
Se cumplen diez años de un ascenso a Primera División que transformó la tortuosa historia de la entidad. Parecía una quimera soñar con las cotas alcanzadas en la segunda década del siglo XXI máxime cuando el club había divisado el precipicio apenas un par de temporadas antes tras el funesto desenlace del curso 2007-2008. La entidad se debatía entre la vida y la muerte ahogada por una crisis que aunaba la vertiente económica con aspectos deportivos, sociales e institucionales. Los fuegos se sucedían. La marcha de Villarroel y la llegada de Quico Catalán con el interregno de Jesús Serna y el proyecto de López Lara. De hecho, el cuarto ascenso llegó con el club acogido a la ley concursal, una especie de salvavidas que le permitió, en primera instancia, sobrevivir para, a posteriori, rediseñar y redefinir su estrategia y sus estructuras internas como sociedad.
Quizás lo más llamativo de aquel ascenso fue su condición de inesperado. En la categoría de Plata hay equipos programados para asaltar los muros de la Primera División, pero ese aspecto no es un salvoconducto para alcanzar el éxito. En ocasiones, se cuelan invitados que, a priori, no estaban incluidos en la fiesta. Quizás fuera el caso. Aquel Levante no sobresalía desde un prisma económico. Su presupuesto era grisáceo en proporción a los números manejados por otros adversarios. “Superamos a equipos todopoderosos”, acentúa Juanlu recalcando esta hipótesis. Quizás el valor diferencial residía en el arrojo y en la intrepidez de un colectivo de signo gremial. “El vestuario fue una pieza clave porque había una calidad humana y un ambiente impresionante. Todos aportamos nuestro granito de arena. Daba igual que fueras titular o no, sabíamos que quién jugara lo iba a hacer muy bien”, apostilla Miguel Pallardó. La tragedia para aquel grupo estuvo en la despedida formal de la temporada tras un partido ya carente de significación ante el Betis. Fue un sentido punto y final. Las lágrimas resbalaron por las mejillas de los jugadores y cuerpo técnico.
“La unión de aquel vestuario fue determinante. Es el mejor vestuario que he tenido en mi vida. Todo el equipo sumaba y ayudaba en los momentos más complicados. Empezamos muy bien, pero antes de Navidad estábamos cerca de los puestos de descenso. En los momentos más duros el vestuario respondió como un auténtico equipo”. Juanlu incide en el relato de un curso repleto de desniveles. El Levante alcanzó la velocidad de crucero con la segunda parte de la competición en pleno desarrollo. Los triunfos y la remontada en la clasificación general se sucedían al paso de las jornadas. “Primero fuimos eliminando a rivales directos”, rememora Juanlu remarcando las victorias ante el Numancia (0-1) y Girona (0-4) en Soria y en tierras catalanas.
No obstante, si hubiera que remarcar un partido, su memoria se posa sobre el duelo ante el Cartagena (3-5) con un éxodo masivo de la afición granota. “Nos dimos cuenta que podíamos subir tras la victoria en Cartagena. Salir al campo y ver cómo el fondo de la izquierda estaba repleto con más de mil levantinistas. Ganar a un rival directo 3-5 fue determinante. Ellos nos habían ganado en la primera vuelta. Fue el momento en el que nos lo creímos”. No es el único que subraya esa cita. Pallardó evoca aquel duelo. “Cuando ganamos al Cartagena de Juan Ignacio pensamos que era posible subir a Primera”. El mediocentro incluye en el ciclo de choque vitales la victoria ante el Hércules en el Ciutat (2-1). “Ese partido también marcó la diferencia porque nos permitió tener a nuestro favor el goal-average”.
Aquel Levante aunó veteranía y juventud. El aficionado granota podía identificarse con el ADN surgido desde las profundidades de la entidad. Iborra, Rodas o Reina habían desfilado por las categorías inferiores hasta alcanzar la cima del primer equipo. En tiempos de carestía hay que echar la vista sobre la cantera. Sergio Ballesteros ejercía de patrón después de regresar en el verano de 2008 al club que le proyectó al fútbol profesional. Y Juanfran siguió la misma ruta en el mercado invernal del ejercicio 2009-2010 para retornar donde todo había empezado en los años noventa. La guardia pretoriana la conformaban Rubén Suárez, Juanlu, Robusté, Cendrós, Larrea, Manu Herrera, Mora, Cerra, Xisco Muñoz, Xisco Nadal, Samuel. Miguel Pérez, Pina o Javi Guerra por citar a los jugadores con mayor presencia durante la campaña.
Muchos compartían estigmas y llagas y no dudaron en dar un paso atrás para regresar a la primera línea de fuego con más fuerza. Había que ajustar cuentas con el mudable y cambiante fútbol. Las alforjas estaban repletas de ilusión. Juanlu fue el paradigma de esa reconversión. “Venía de pasar un año muy duro en el Betis. No tenía ficha y no pude competir. Baje de Primera a Segunda. Ese ascenso significó mucho a nivel personal porque me reencontré con las ganas de jugar al fútbol Callé muchas bocas. Jugué 38 partidos de 42 y conseguí 10 goles”.
En el panteón de los mitos de aquella temporada habría que incluir a Luis García y al resto de sus colaboradores encabezado por Pedro Rostoll, conocido por Menoti, su sempiterno segundo de abordo. Quizás el ascenso de junio de 2010 ante el C.D. Castellón habría que buscarlo con anterioridad en el tiempo. En ese sentido, quizás habría que fijar la atención en el alambicado verano de 2008. La apuesta de Luis García fue arriesgada por el contexto. Luis García permutó el banquillo del Benidorm por la sociedad azulgrana en una decisión arriesgada repleta de temeridad por las vicisitudes que rodeaban al club de Orriols. Luis García dejó un buen contrato con el equipo de Foietes y salió de su zona de confort. No se dejó guiar por el miedo. Convenció a Pedro Rostoll y se trasladó a Valencia. No era fácil sentarse en el banquillo granota, pero lo hizo por espacio de tres temporadas consecutivas. En ese tiempo fue creando un equipo de autor que sobrevivirá al paso de las hojas del calendario como perdurará el ascenso de junio de 2010. Algo cambió en el devenir de la institución granota.