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Significado de la Copa España Libre

Afortunadamente el relato que enaltece y engrandece la colosal participación del Levante F.C. en el universo de la Copa España Libre, Trofeo Presidente de la República, conocida popularmente por el levantinismo como Copa de La República, entre los meses de junio y julio de 1937, adquirió el merecido barniz que, en un tiempo no tan alejado del presente, había perdido. Fue la típica narración que se sumergió en la oscuridad de las tinieblas para languidecer y perder el rastro de su latido durante infinidad de décadas. Aquella estela que un día brilló se fue desvaneciendo hasta extraviarse. Es común que la historia no siempre invoque a los derrotados. Y la Copa se disputó en suelo devoto al gobierno de la República apenas un año después del alzamiento militar, fechado en julio de 1936, por parte de las tropas que acaudillaba el General Francisco Franco. En julio de 2020 se cumplen 83 años de una proeza que cabría calificar de titánica ante todos los condicionantes que hubo que solventar para conjugar la práctica del fútbol con una guerra monstruosa que amenazaba con variar el curso de un país que había abrazado el republicanismo tras las elecciones de abril de 1931.

Por suerte el relato está hoy perfectamente sindicado a la historia del levantinismo. Desde un prisma deportivo, se acentúa la acción protagonizada por Dolz en el segundo tramo del encuentro que enfrentó al Levante y al Valencia en el Estadio de Sarrià. Agustinet templó el cuero con decisión sobre la faz del área valencianista. Fue una invitación sugerente que Nieto, con alma de corsario, no desaprovechó. Por allí surgió el ariete para cambiar el destino de un partido de signo áspero. Lo advierten las crónicas de la época: No fue una confrontación estética. Fue una pelea cruenta entre sendas entidades acostumbradas a rivalizar sobre el verde. Más categórica y solemne fue la previa que presentó El Mundo Deportivo el día de autos. “El encuentro de esta tarde tiene una significación más importante. Se trata de la FINAL DE LA COPA DE 1937. Y su significación estriba en que en la España leal no se han interrumpido las competiciones futbolísticas. Después de los superregionales, hubo Liga. Ahora también final de Copa que, como en los años anteriores del glorioso historial del Trofeo es donado por el Jefe del Estado”, (en alusión a Manuel Azaña).

La memoria de la Copa España Libre parece en la actualidad restaurada. El recuerdo y el hilo de aquella competición parece restituido, aunque todavía carezca de oficialidad, pero no siempre fue así. No siempre hubo noticias de un título que el temible y cruel olvido había postergado y despreciado. Aquel trofeo había quedado relegado al abandono. Permanecía arrinconado entre los suburbios de la memoria para ir diluyéndose. Infinidad de sedimentos lo habían sepultado hasta hacerlo desaparecer del mapa de los recuerdos. La oscuridad lo engulló. Estaba indefenso y desamparado por más que la Copa permanecía entre los trofeos que custodiaba la sala de premios conquistados por el Club durante su historia con una inconfundible leyenda que pese al paso del tiempo mantenía su efervescencia.

“Copa España Libre, Trofeo Presidente de la República”. Orgullo de pertenencia. Solo había que leer con atención y poner en valor la historia para rehabilitar su resplandor. La Copa reposaba adormecida como testigo y evocación de lo que un día aconteció en un país abrasado por las llamas. Confundida se encadenó al olvido. Debió ser así porque la Copa España Libre estuvo en la exposición que la entidad organizó en el Ateneo Mercantil con motivo de la inauguración del actual Estadio Ciutat de València en septiembre de 1969. Años después formó parte de la colección vinculada a la muestra que conmemoró el 75 aniversario de existencia de la institución proyectada en la sala de Bancaja. Incluso estuvo en la carpa que la entidad alzó en la Avenida de Aragón mientras se disputaba la Promoción de ascenso a Segunda A del ejercicio 1995-1996.

Hubo un instante en el que todo estaba por descubrir. Quizás el silencio conventual mortificara su alma. Ella, que había recibido las loas de los aficionados valencianos una metálica tarde de domingo del 8 de agosto de 1937 en Vallejo, sobrevivía entre el sigilo y la vergüenza. Nadie se atrevió a rescatarla. Nadie conocía el significado de aquella gesta. Nadie sabía de aquel título que un equipo de valientes un día conquistó. Todo eran incógnitas por resolver. Nadie sabía nada sobre su denominación. Ni del sentido que escondía aquel heroico triunfo. Nadie parecía querer reivindicar su honor. No hay mayor fatalidad que desconocer el significado de tu propia historia. Aquella Copa contenía orgullo, exhumaba honorabilidad, aunque era la metáfora de un fracaso tristemente anunciado. Era el símbolo de un período que se caracterizó por la barbarie. La manifestación más absoluta de cómo la memoria puede ser adulterada para caer en el olvido.

Quizás en la clandestinidad que destila la Copa España Libre haya que rastrear la fascinación que el redescubrimiento de este relato ha generado en el imaginario de la afición levantinista. Puede parecer un contrasentido, pero en el fondo no lo es. No es una simple paradoja. Es el mito de la clandestinidad y el mito heroico de la resistencia. Las historias de perdedores siempre han ejercido encantamiento. Y esta parece una historia de perdedores en grado sumo. En otras disciplinas hay infinidad de ejemplos de perdedores que fascinan. Es un tema recurrente en la literatura o en el cine. En el fútbol también sucede. El rastro de aquella competición se difuminó de un plumazo tras el final de la Guerra Civil. 83 años después el proceso de rehabilitación todavía no está completado.

La narración de la Copa de La España Libre cautiva por la complejidad que supuso su consecución, en el marco de un contexto bélico aterrador, y por todos los obstáculos y frenos que se han sucedido desde su resurrección en el nacimiento del tercer milenio. De hecho, su reconocimiento todavía está inconcluso. En ese punto radica su principal singularidad. Y su seducción. La Copa parece la metáfora de la historia ajada del Levante. Quizás haya perdurado y se haya anclado al consciente de los seguidores azulgranas por la compleja dificultad que entraña la recuperación definitiva de su memoria. El levantinismo, desde el agravio y el ultraje, siente que la Copa España Libre le pertenece. Fue un título conquistado a contracorriente que el tiempo pareció eclipsar. Es quizás el mejor legado de un trofeo que ha permitido engrandecer la noción de club. Quizás sea el momento para que renazca el héroe que esconde.