Exactamente tres semanas después de que el Levante conquistara la Copa España Libre frente al Valencia, se jugó un partido inolvidable en el campo de Vallejo de la capital del Turia.
Fue la tarde del domingo 8 de agosto de 1937 y aquel amistoso lo disputaron el Levante y el Gimnástico con el propósito de festejar públicamente el gran título logrado en Barcelona. Un paréntesis lúdico bien merecido para una afición que, como toda Valencia, vivía en carne viva, asediada por los terribles bombardeos de la aviación franquista, los rigores de la Guerra Civil que azotaba al país.
Aunque aquella fiesta no fue solo para homenajear al club de los Poblados Marítimos. En cierta manera también se quiso rendir tributo a un Gimnástico que tuvo mucho que ver en la consecución de la Copa España Libre.
Porque no olvidemos que esta competición fue la primera vez en la que ambos clubes fueron de la mano, convirtiéndose en la antesala de la fusión que muy poco después daría vida al Levante Unión Deportiva que todos conocemos. Las graves dificultades económicas de la época determinaron esta especie de acuerdo tácito para que las dos entidades pudieran participar, de una manera u otra, en este torneo.
Dos hechos avalan lo que decimos. Primero, el Gimnástico cedió al Levante su estadio de Vallejo para que lo usara como local en el campeonato que disputaron a doble vuelta los cuatro equipos de la Copa (Español, Valencia, Gerona y Levante) y que permitió a los dos primeros clasificados disputar la gran final de Sarriá. Y segundo, el Gimnástico reforzó la plantilla levantina con cuatro futbolistas de su propiedad: Rubio, Fraisón, Palahí y Nieto. Algo que a la postre sería decisivo pues Nieto se convirtió en el crack de la competición, al ser el pichichi del campeonato previo y el autor del único gol de la finalísima celebrada en la capital condal y en cuyo mítico once también estuvieron los gimnastiquistas Rubio y Fraisón.
Por tanto, aquella cálida tarde de domingo los dos equipos que saltaron al césped de Vallejo eran partícipes de un triunfo común. Parafraseando la expresión popular tanto monta, monta tanto, Gimnástico como Levante. Nunca antes había sido más cierto y por eso aquella fiesta inolvidable solo pudo terminar con una catarata de goles en el terreno de juego. Cuatro a cuatro, nada más y nada menos, sin vencedores ni vencidos, porque los dos eran uno.
El partido en sí, tal y como recoge la crónica de EL MUNDO DEPORTIVO del 12 de agosto de 1937, fue “muy entretenido, muy animado y muy correcto”. El Levante llegó al descanso con una ventaja de 2 a 1, que fue volteada contundentemente por el Gimnástico en la reanudación para ponerse 2 a 4. Y no fue hasta la parte final del match cuando las aguas volvieron al cauce de la igualdad y se alcanzó el abultado empate definitivo. Los goleadores fueron, por parte del Levante, Martínez Catalá y Puig II, que además anotaron dos veces cada uno. Por el Gimnástico marcaron Vilanova (en dos ocasiones también), Conde y Nieto.
Sí, sí, Nieto, el gran Nieto, el gimnastiquista de corazón que había demostrado su extraordinaria profesionalidad durante toda la Copa defendiendo la elástica levantina como si le fuera la vida en ello (y a su excelso rendimiento nos remitimos). Pero que en este día de jolgorio general quiso volver a sus orígenes. Se enfundó la casaca azulgrana y durante el partido no tuvo ningún reparo en marcarle un gol a su buen amigo Valero, el guardameta levantino con quien había compartido el triunfo en la final de Sarriá. Por cierto, en este partido, de los cuatro gimnastiquistas que jugaron con el Levante en la Copa todos, salvo Fraisón, que este día también fue blanquiazul, se alinearon con el Gimnástico.
Pero antes, en los prolegómenos, Nieto, Rubio y Palahí todavía fueron levantinos, obviamente. Porque en la fiesta previa se hizo la entrega institucional del precioso trofeo donado por el presidente de la República española, don Manuel Azaña. El Levante ya era, oficialmente, el campeón de la Copa España Libre. Y también fue el momento del legendario intercambio de banderines entre los dos equipos, un gesto histórico que personificó la simbiosis de lo que no tardaría nada en llegar: El Levante Unión Deportiva de Valencia.