El acta de la confrontación que enfrentó al Levante F.C. y al F.C. Barcelona en el campo de La Cruz en febrero de 1937 en cierto modo es coetánea al desarrollo de la Copa España Libre. Podría aplicarse que es contemporánea en tiempo y también en forma por el significado que encierra. En cualquier caso, el documento, que perdura en el archivo histórico de la sociedad levantinista, es un claro indicio de la trascendencia que adquirió el fútbol en el universo de la España leal a La República en el contexto de la temporada 1936-1937. Nada de lo que aconteció en materia futbolística en suelo republicano entre los meses de octubre de 1936 y de julio de 1937 parecía improvisado. El calendario estaba fijado en el imaginario del fútbol desde finales de los años veinte cuando el advenimiento de la Liga se coló entre los Campeonatos Regionales y la Copa de España. La secuencia estaba configurada.

En la España Republicana del otoño de 1936 hay una querencia por mantener el orden estipulado con anterioridad al alzamiento. En los primeros días de octubre de 1936 la Federación Española paralizó la competición desde un prisma nacional, pero, como contrapartida, concedió libertad a las federaciones territoriales para organizar competiciones futbolísticas. La Federación, en la figura de Ricardo Cabot, ejerce de custodio de los movimientos que se estaban sucediendo en Valencia y en Barcelona. Revelador es el testimonio de un notable directivo catalán al respecto en El Mundo Deportivo hacia finales de octubre de 1936 que anuncia la disputa de los Campeonatos Regionales, una competición de Liga entre los equipos catalanes y valencianos y la Copa como cierre del curso deportivo. Este calendario sustituiría las competiciones clásicas de carácter general que habían imperado hasta la temporada anterior.

Es una evidencia que se trata de una adecuación a los nuevos tiempos marcados por la guerra. El fútbol republicano del curso 1936-1937 nunca se alejó de los cauces marcados por la Federación Española. El reto de las tres competiciones que se disputaban en territorio español de preguerra está muy presente. En octubre de 1936 en Valencia hay un arduo debate sobre la conveniencia o no de incluir al Atlético de Madrid y al Real Madrid en el Campeonato Superregional valenciano. La controversia se traslada a Barcelona en idénticas circunstancias con motivo de la organización del Campeonato superregional catalán. Estos campeonatos inauguran el ciclo competitivo del ejercicio 1936-1937. En enero se trazarán las líneas maestras de la Liga del Mediterráneo, bajo el auspicio de las Federaciones catalana y valenciana, en connivencia con el criterio de la Federación Española de Fútbol, como una competición oficial que enfrentará entre sí al Valencia, Levante, Gimnástico, Athletic de Castellón, Barcelona, Espanyol, Gerona y Granollers. La Copa España Libre cerrará el curso a caballo entre la primavera y el verano de 1937.

¿Y qué sucedió en el duelo entre el Levante y el Barcelona de febrero de 1937? El partido tenía enjundia. El Barcelona aterrizó en Valencia con un bloque lastrado por las bajas. Zábalo, Gual, Barceló o Vantolrá no formaron parte de la expedición azulgrana que, a modo de curiosidad, compartió autobús con la formación del Granollers que tenía una cita en el viejo Sequiol ante el Athletic Club Castellón en la misma fecha dominical. Era una fórmula en un contexto de crisis con el fin de minimizar gastos. Era un partido superlativo que concitó la atención de los aficionados al fútbol en la capital. El Campo del Camino Hondo del Grao presentó una imagen sobresaliente. No había claros en sus gradas. El envite se perdió en la locura desde su mismo nacimiento. Sobre la superficie del terreno de juegos dos escuadras dispuestas a desafiarse. Puig II y Botella descorcharon la portería defendida por Urquiaga en un inicio devastador. El Levante buscaba la redención después de un arranque con sombras en el seno del campeonato. La victoria se resistía, aunque únicamente había una derrota en su expediente. Las igualadas, tres, penalizaba sus aspiraciones. Escolá, antes del fin del primer trayecto, atenuó el marcador. El semblante del envite no mudó en la reanudación. Las emociones se sucedieron en un match dominado por el vértigo y el ímpetu de los equipiers. Martínez Catalá golpeó el mentón del F.C. Barcelona tras cabecear un balón aéreo procedente de las botas mágicas de Botella.

Resistió el bloque catalán asido a la notable imaginación de Escolá. La versión más poliédrica del atacante recompuso el rictus deprimido del F.C. Barcelona. El delantero rasgó las mallas de Valero con un aniquilador golpe franco y resolvió una acción embarullada en el área local para enmarcar la igualada definitiva a tres goles. El Barcelona conquistó la Liga del Mediterráneo tras desbancar en la última jornada al Espanyol, sempiterno líder. El final fue abigarrado. Con veinte puntos coronó el ático de la tabla. El Levante remontó el vuelo en el segundo tramo de la competición. Defendió la quinta posición a cuatro puntos del F.C. Barcelona, tres del Espanyol y a un punto del Gerona y Valencia, tercero y cuarto.