La revelación, por su dimensión y por su notable significado, produjo una alteración en el status quo de los aficionados estrechamente ligados al universo del Levante F.C. y Gimnástico F.C. El periódico Las Provincias reclamaba la atención del fútbol valenciano en los primeros días del caluroso mes de agosto de 1939. Los obuses ya habían dejado de silbar por el cielo de Valencia, pero su terrorífico sonido resultaba todavía perceptible. “Noticia bomba, ¿se fusiona el Levante y el Gimnástico”? El inicio de aquella crónica turbó la calma imperturbable de una jornada que presagiaba bochorno. El calor era sofocante. Amanecía el dos de agosto de 1939 y la información generó un resplandor de inquietud. Las Provincias lanzaba una interrogación que planteaba la seria posibilidad de una estrecha vinculación entre las representaciones azulgrana y blanquiazul. El rotativo ofrecía nuevos argumentos. “Se viene hablando desde hace algún tiempo en las altas esferas futbolísticas de una fusión de los Clubs Levante y Gimnástico. La noticia tiene más cuerpo que el de un rumor”.
No parecía un chisme. Ni tampoco un simple bulo veraniego. El acuerdo tomó forma unos días después en el domicilio particular del Sr Valls, a la sazón presidente del Levante F.C. Fue el seis de agosto de 1939 y junto al mandatario del club marino y Gallart, secretario técnico del Levante, compartían este histórico encuentro, para sancionar la entente, Isaías Aspas y Gil Lisandro como legados del Gimnástico. Antonio Cotanda representó a la Federación valenciana. En realidad, se le atribuye al presidente del máximo organismo del balompié la paternidad del enlace. Es muy posible que la Delegación Nacional de Deportes de FET y de las JONS no perdiera de vista la evolución de esta entente. La tradición siempre ha reivindicado que la fusión surgía como consecuencia de sendas premisas indisolubles que acentuaban por una parte la calidad de la plantilla del Levante, y el pésimo estado del Campo de La Cruz, una idea que habría que descartar tras la anexión por parte de la Delegación Nacional de Deportes del campo marino, y el óptimo estado de la instalación del Gimnástico; el mítico y legendario Vallejo.
Aquella simbiosis alteró el rumbo de dos sociedades que habían alzado sus cimientos en 1909. Su recorrido era vasto. Fueron dos supervivientes en tiempos de incertidumbre. No todos los clubes que germinaron en esa fecha fueron capaces de perdurar. El Levante y el Gimnástico integraban el imaginario del fútbol local. La fusión fue un capítulo controvertido por su impacto. Y principalmente por la celeridad y la sorpresa que provocó en el ecosistema del balompié de la ciudad del Turia.
El 1 de junio Las Provincias anunciaba que Isaías Aspas aceptaba la presidencia del Gimnástico. La entidad gimnastiquista trabajaba en los despachos en la formación de un equipo que pudiera retomar con garantías la competencia en el interior del verde. No eran los únicos que actuaban en tal sentido. Por esas fechas, los gestores del Levante se planteaban un plan de actuación para acometer una profunda reforma del Campo de La Cruz. La intención era recuperar el terreno en el que ejercían como anfitriones desde septiembre de 1922. A finales de junio, el Levante y el Valencia se enfrentaban en Mestalla. Unos días más tarde el turno fue para el Gimnástico en el coliseo valencianista. En julio se presentó el Trofeo Hidráulico con participación del Valencia, Levante y Gimnástico.
Nada parecía presagiar la fusión soldada en las jornadas iniciales de agosto. Cada club actuaba por separado en su nueva vertebración. Quizás el orden político demandara una actuación de semejante calado. El Levante, un club de ascendente republicano asociado a los Poblados Marítimos, y el Gimnástico, de raíz jesuítica, vinculado al universo del Patronato de la Juventud Obrera, y con conexiones con los militares en los años veinte, borraban sus identidades fundacionales para gestar un nuevo club que trataría de moldear una psique distinta. En esa cuestión radicó la complejidad de una fusión que produjo fantasmas difíciles de desterrar. La unión olvidó las propiedades y el credo doctrinal de cada sociedad. Amalgamar esos universos y esas mentalidades significó un camino repleto de espinas que necesitó de un largo recorrido durante los autárquicos años cuarenta.
El testimonio del legendario Agustín Dolz, protagonista de esta vinculación como jugador del Levante, en el rotativo Deportes en la segunda mitad de los cuarenta es paradigmático de las dificultades emocionales que hubo que superar en esta fase primigenia. Sus manifestaciones son reveladoras. “Nos parecía como si jugáramos ante un público neutral con un jersey prestado. Nos faltaba aquel calor que nos daba la hinchada de los Poblados Marítimos”. El UDLG (Unión Deportiva Levante-Gimnástico) trató de unir dos mundos antagónicos; el centro de Valencia con la tradición republicana de Los Poblados Marítimos. Fue un proceso costoso.
El martes 8 de agosto de 1937 La Provincias sintetizaba el contenido de esta vinculación. “Celebramos esta fusión que tiene, como todas las cosas, su lado bueno y su aspecto que no lo es. Pero Creemos que es una excelente idea que ha de redundar en beneficio de la nueva sociedad y del fútbol valenciano. En las condiciones un tanto precarias con que se desenvolvían y ante la eventualidad poco favorable de seguir jugando partidos en sus campos y teniendo en cuenta el estado actual del campo del Levante, destruido y distante de los Poblados Marítimos, estimamos que ha de resultar beneficiosa esta fusión. Es preferible tener un club potente y digno rival del Valencia en importancia material y deportiva, que no tres clubes y que dos de ellos vivieran deficitariamente limitándose a ir trampeando. Bien orientado el nuevo club ha de seguir dando días de esplendor al fútbol valenciano cual cumple a la ejecutoria del historial de los dos nombres que desaparecen”. Desde ese planteamiento la alianza estaba legitimada.
El ideario descrito presentaba nuevas variantes en este proceso. De fondo surgía el mito de la bicefalia; una ciudad con dos equipos potentes que pudieran asentarse en el marco de la Primera División como sucedía en otros escenarios análogos. Valencia se hallaba inmerso en ese debate desde la claridad de los años treinta. Este planteamiento convergía con el crítico contexto económico como secuela de la Guerra Civil. Quizás fuera más conveniente congregar fuerzas que disociarlas en aras a fortalecer el camino del UDLG. El 9 de agosto el club gestado reclamó su condición de aspirante a Primera División. El historial y logros deportivos de las instituciones unidas, la naturaleza de decano del Gimnástico como reclamo, el paso del Levante por la Copa de España del ejercicio 1934-1935 tras llegar a semifinales, el ascendente de Valencia como entorno urbano, el potencial demográfico y la fluidez de las comunicaciones con otros espacios, principalmente a través de la red ferroviaria, así como el ejemplo descrito en otras ciudades como Barcelona, Sevilla o Madrid alimentaban esta ambición que, no obstante, nunca llegó a materializarse. El UDLG se presentó en sociedad en septiembre de 1939 con una derrota en un choque amistoso ante Burjassot (2-1). El 1 de octubre se estrenó en el ámbito del postrer campeonato regional en Alzira (0-2) y quedó enmarcado en el Grupo III de la Segunda División. Al final del curso disputó la promoción de ascenso a Primera.