Ramalho en un lance del partido entre el Levante y el Real Murcia. El atacante monopolizó el gol ante su anterior equipo.

Y Ramalho abandonó el hoy Ciutat de València al grito de ¡torero, torero! tras capitalizar la acción del gol en el partido entre el Levante y Real Murcia. El enfrentamiento estaba marcado desde mucho antes de su nacimiento fijado para el domingo 20 de mayo de 1990 a partir de las 18:00 horas. Una semana antes la derrota del Levante ante el Deportivo de La Coruña en el feudo de Riazor (1-0), en los estertores de la cita, dimensionó el contenido del encuentro ante la escuadra murciana. La competición liguera en la categoría de Plata cercaba su ocaso y para las huestes de Pepe Martínez no había mayor redención que solventar el choque frente el Real Murcia con la consecución de la victoria. En realidad, las cartas estaban descubiertas. Los condicionantes exigían una respuesta contundente por parte del colectivo granota en el penúltimo partido del campeonato de la regularidad. La victoria liberaba a un grupo acostumbrado a navegar por la zona más pantanosa de la clasificación. Desde ese prisma el partido ante el Murcia podía marcar el principio y el final, aunque, a veces, el final es el principio de una nueva historia.

El partido de la salvación”, tituló Levante El Mercantil Valenciano en la jornada del 20 de mayo de 1990. Hay mensajes que resultan inequívocos por su trascendencia y su diafanidad. Aquella semana fue avanzando con la incertidumbre que generaba el estado físico de Ramalho. El delantero desapareció de las alineaciones coincidiendo con el encuentro materializado ante el Sabadell en el coliseo de Orriols perteneciente a la jornada trigésimo tercera de la Liga. Una lesión en el tendón de su pierna dejó en barbecho su currículum con la camiseta azulgrana justo cuando el Levante más necesitaba el concurso del epítome del gol en su lucha por perpetuar su estela al ecosistema de la Segunda División A. Y parecía indudable que el atacante carioca contaba con una motivación extra para afrontar el encuentro ante la entidad pimentonera.

Aquel partido se presentaba en el interior de su mente desde su conversión en futbolista granota procedente de las filas de la sociedad murciana. El trasvase hacia tierras valencianas se había producido con el ejercicio 1989-1990 ya en marcha. La confrontación estaba etiquetada en lo más profundo de su mente. Había aires de vendetta. Eso se sabía en Orriols y en los alrededores de la Condomina por más que el ariete apelara por el rigor y la moderación en sus manifestaciones. “Mi situación ya la tengo muy clara y también lo que pasó con el Murcia. Para mí se trata de un partido más, en el que lo único importante es conseguir los puntos. Mi vida deportiva está aquí, con el Levante, y no tengo que demostrar a otros lo que no soy”, remarcó en la jornada previa al envite en Levante El Mercantil Valenciano. Aquel sábado 19 de mayo Pepe Martínez, a la conclusión del postrer entrenamiento semanal, incluyó su nombre entre los escogidos para el infernal combate ante el Real Murcia. Cícero Ramalho regresaba a las trincheras en el instante más oportuno.

Ramalho estrena el marcador del duelo ante el Real Murcia con un certero remate de cabeza.

Dicen que las mejores historias son las que uno recrea en lo más profundo de su mente. Más de treinta años después desconocemos cómo vivió Cícero semejante confrontación. No sabemos que pensamientos asaltaron su cerebro en los días anteriores. No sabemos cómo imaginó aquel choque y si fantaseó con el gol. Sí que conocemos con exactitud todo aquello que sucedió en el interior del verde. Y la figura del goleador brasileño fue de colosales dimensiones. “Objetivo cumplido, con la venganza de don Cícero”, escribió el mítico Joaquín Ballesta en su crónica firmada para Las Provincias el martes 22 de mayo. Lo cierto es que Ramalho fue el alfa y omega de aquella confrontación. Los goles del triunfo azulgrana contaron con su epígrafe. El atacante evidenció su condición de killer del área para dejar su rastro en un partido capital (2-0). Se anticipó a la defensa grana para rematar de cabeza un centro de Abad y fusiló sin contemplaciones al meta Melgar en un balón que no tenía dueño en las inmediaciones del gol.

El protagonista del partido fue el brasileño Ramalho. La reaparición con el Levante, tras tres jornadas ausente, no pudo culminarla de mejor manera que anotando ante su ex equipo los dos goles que significaban la permanencia en la categoría”, relató J.V. Andreu para Levante El Mercantil Valenciano. En realidad, nada de lo acontecido sobre el pasto del actual Ciutat era nuevo. Los goles de Ramalho volvían a ser determinantes para dirimir la suerte definitiva de la institución levantinista en el ámbito de la categoría de Plata. Su actuación fue un paradigma de todo lo ocurrido. Fue una tendencia generalizada desde que se enfundara la elástica granota hacia finales del mes de noviembre de 1989. Había una fidedigna relación entre sus dianas y los triunfos alcanzados por el Levante. Sus goles fueron tan preciados como proteicos para la salud de la escudería granota. Quizás por esa razón los aficionados azulgranas se arremolinaron en torno a Cícero para alzarlo sobre el cielo de Valencia y despedirlo al grito de ¡torero, torero! cuando abandonaba las instalaciones de Orriols con el partido ya finalizado.

El atacante brasileño fue una de las grandes atracciones deportivas del ejercicio liguero. Desde su llegada al Levante acudió fiel y puntual a su cita con el gol.