Todo levantinista lo sabe porque todo simpatizante del club de Orriols es consciente de que el Gimnástico F.C. es tan Levante U.D. como lo fue en su momento el Levante F.C. De la fusión de estos dos equipos (fundados ambos en 1909) tras la Guerra Civil nació el club que el pasado mes de septiembre cumplió ciento once años de historia.

Y al Gimnástico le debemos, además, dos cosas esenciales de nuestra idiosincrasia: Nuestro equipaje azulgrana (que fue originalmente el del Gimnástico) y el sobrenombre por el que somos mundialmente conocidos. Al margen de una tercera aportación que también fue clave: El estadio de Vallejo, la casa de todos los granotes hasta la mudanza (hace ya más de media centuria) al actual Ciutat de València.

Pero en la historia que hoy rescatamos no hablaremos de Vallejo (todavía no existía) y sí del recinto que le precedió: El Stadium, sito en el cauce del río Turia, frente al Museo de Bellas Artes San Pío V, entre el puente de la Trinidad (el más antiguo de Valencia) y el puente del Real. Porque ese fue el peculiar campo donde el Gimnástico ejerció de local durante dos años y medio, desde mayo de 1923 hasta la inauguración de Vallejo, el 29 de noviembre de 1925.

El Stadium, campo del Gimnástico entre 1923 y 1925

El Stadium sustituyó al Campo de la Soledad, ubicado junto al Paseo de la Alameda (por cierto, el último partido que jugó el Gimnástico en ese escenario se disputó el 29 de abril de 1923 y en él se impuso al Levante por 3 a 2). Apenas unos centenares de metros distanciaban ambos recintos, más o menos el mismo trecho que luego separaría al Stadium de Vallejo, situado junto a la calle Alboraya. Así pues, los tres estadios que, a lo largo de su historia, tuvo el Gimnástico (si exceptuamos el primigenio del Patronato de la Juventud Obrera) estuvieron a tiro de piedra unos de otros.

Y, como decíamos antes, el Stadium ha sido, sin duda, el campo de fútbol más peculiar que haya existido nunca en Valencia. Y lo fue porque su ubicación, en pleno cauce del río Turia, generó no poca controversia en el “cap i casal”. No olvidemos que entonces el río llevaba agua, no como ahora. La construcción del terreno de juego y el graderío circundante obligó a canalizar el caudal de la corriente hacia la margen contigua al Museo de Bellas Artes San Pío V.

Desvío del caudal del río Turia junto a la fachada del Museo de Bellas Artes San Pío V (el Stadium ocupaba el centro del cauce)

El Stadium fue inaugurado a bombo y platillo (con desfile de bandas de música, disparo de carcasas, elevación de globos y una gran traca final) el 12 de mayo de 1923. Y el rival elegido (con quien se concertaron dos partidos en días consecutivos) fue un equipo de postín: El Nunnberger Fussball Verein alemán. La prensa destacó en la previa el excelente historial deportivo de ese club germano, “de lo más potente que ha desfilado por Valencia” aseguró el diario EL PUEBLO. También se hizo hincapié en que era el único equipo que en los últimos tiempos había podido vencer al Furth, el vigente campeón de Alemania.

El 0 a 3 del partido inaugural confirmó lo previsto pero el segundo encuentro fue otra cosa. El Gimnástico tomó nota de los errores cometidos y logró un meritorio empate a uno. El inglés Harker, tras anotar de golpe franco (gracias al cruce oportuno de Silvino frente al portero alemán) pasó a la historia como el primer azulgrana en marcar en el Stadium.

Anuncio de la inauguración del Stadium publicado en el diario EL PUEBLO el 12 de mayo de 1923

Y aunque la estancia del Gimnástico en ese recinto futbolístico fue corta, poco más de dos temporadas, el legado que dejó en el corazón del levantinismo fue transcendental: A él le debemos nuestro apelativo “granota” por el que somos conocidos. Granota significa rana en valenciano. Y ese anfibio era el que, desde el río Turia que iba pegado al Stadium, saltaba al campo del club azulgrana mientras se disputaban los partidos. Y, claro, de ver a la vez a ranas croando y a aficionados que simpatizaban con un mismo once surgió el sobrenombre perfecto. Acababa de nacer el equipo granota, una definición que abarcaba tanto al futbolista como al seguidor del club. Y, posteriormente, ese apodo gimnastiquista se extendió a todo el levantinismo tras la fusión que gestó el Levante U.D. Por cierto, el plural de granota en valenciano es “granotes” y ese es el vocablo que debería utilizarse cuando nos referimos a más de un o de una levantinista. Pero la castellanización de ese plural (sobre todo por la gente que desconoce el valenciano o el significado de la palabra) ha hecho del término “granotas” la denominación más extendida.

Adhesivo popularizado por la serigrafía VIMA (del ex presidente granota Ramón Victoria) tras el Ascenso a Primera en 2004

A principios de los años veinte la rivalidad futbolística más destacada de Valencia se estableció entre el equipo che y el Gimnástico. La edad de oro del club de los Poblados Marítimos no llegaría hasta finales de esa década, con la consecución de su primer título en enero de 1928. Pero antes fueron valencianistas y gimnastiquistas quienes establecieron los piques deportivos más emocionantes.

De hecho, de los seis campeonatos regionales de Levante (Sección Norte o Centro) disputados entre 1919 y 1925, en todos ellos (salvo el de la temporada 1921-22 donde ganó el España y el Levante fue subcampeón) blancos o azulgranas siempre fueron primeros o segundos. El campeonato del ejercicio 1923-24 se disputó a doble vuelta entre los equipos del Valencia, Gimnástico, Levante, Castellón y Athletic (equipo de indumentaria blanquirroja de la ciudad del Turia). Y el equipo decano le tenía muchas ganas al Valencia tras haber sucumbido el curso anterior, con un segundo puesto que le supo a poco. Además, la inauguración de su flamante Stadium le espoleaba todavía más para lograr el título ante su recién bautizada afición granota.

La segunda jornada del campeonato 1923-24 se abrió con este Gimnástico 2 – Valencia 2 en un Stadium completamente abarrotado

Y no pudo tener el Gimnástico un mejor arranque de la competición al debutar en casa contra el equipo de Mestalla (un estadio que también se inauguró aquel año). El domingo 21 de octubre de 1923, a las tres y media de la tarde, hora del comienzo del partido, no cabía ni un alfiler en el Stadium (“20.000 almas presenciaban el encuentro” según el diario LAS PROVINCIAS). El periódico DIARIO DE VALENCIA también destacó la enorme expectación generada en la ciudad: “Durante una semana no se ha hablado de otra cosa en Valencia… En las conversaciones de cafés y oficinas, en los corros de las calles y hasta en las tertulias familiares… Un ambiente de entusiasmo y de pasión exaltaba los espíritus ante la lucha de los equipos rivales, ases de la región, y por hoy, únicos posibles disputadores del campeonato”. E incluso las plantillas se concentraron la semana previa para aislarse de la presión ambiental, el Gimnástico en Godella y el Valencia en Serra.

Cubells y Harker, capitanes del Valencia y del Gimnástico, en una imagen de aquel empate a dos en el Stadium

Aquel primer encuentro terminó con un empate a dos que no satisfizo en absoluto a los locales, generando una gran polémica posterior que, incluso, casi hizo repetirlo. Así lo solicitó el presidente gimnastiquista Luis Mingo a la “Federación Regional Levantina de Clubs de Foot-ball” si no se le daba ganador tras el abuso sufrido pero la petición se desestimó. Cubells marcó los dos goles del Valencia de penalti y el Gimnástico logró el empate final a falta de cuatro minutos para la conclusión, cuando Marco pudo desviar a la red un cañonazo espectacular de su capitán Harker.

Pero aquella gran actuación de su estrella inglesa fue la primera y la última que pudo disfrutar la afición gimnastiquista en aquel campeonato. La reglamentación impedía a un jugador extranjero disputar cualquier competición oficial si no cumplía un plazo de dos años de residencia en España. Aunque no era el caso de Harker, que ya había estado el curso anterior en el Gimnástico, a donde llegó desde Barcelona tras jugar en el Europa. Aun así, para que se levantara el veto, la Asamblea Nacional era el único organismo capacitado para validar al futbolista a través de la petición de los representantes de la región correspondiente. Y los dos de la valenciana, afines al Valencia F.C. y al Club Natación de Alicante, no hicieron nada por resolver la injusticia. El mismo Harker no ocultó su decepción y así lo manifestó en una carta que publicó el diario EL PUEBLO: “Señores de la Federación: permitan ustedes que los extranjeros vengan a darles lecciones de DEPORTIVISMO. Ya les han enseñado muchas cosas, pero todavía les quedan a ustedes muchas más para aprender”. El “caso Harker” fue la primera gran polémica de aquel torneo entre chotos (el nuevo apodo ideado por los azulgranas para denominar irónicamente a los valencianistas tras inaugurar su campo de Mestalla en mayo de ese año, un lugar poblado antiguamente por cabras y ovejas) y granotes.

Y seguro que esa ilícita descalificación de Harker motivó a sus compañeros porque, pese a su ausencia, la trayectoria del Gimnástico durante todo el campeonato fue extraordinaria. Salvo el empate inicial con el Valencia, en el resto de partidos anotó diecinueve goles y no encajó ninguno, venciendo con claridad a todos sus rivales. Al Levante, por cierto, con mucha solvencia, 0 a 2 en el campo del Camino Hondo del Grao y 3 a 0 en el Stadium.

Anuncio del partido entre el Gimnástico y el Levante publicado en el diario EL PUEBLO el 13 de enero de 1924

Solo quedaba por disputar el último y determinante partido entre el Valencia y el Gimnástico que iba a decidir el título. Y esa anomalía en el calendario se debió a que justo cuando tocó en su momento jugar ese encuentro en Mestalla (al inicio de la segunda vuelta, el domingo 16 de diciembre) estalló la segunda gran polémica del campeonato: El “caso Cubells”. La Federación Regional decidió suspender aquel partido tras ser convocado por la selección el centrocampista che Eduardo Cubells (en condición de suplente, es decir, al final ni siquiera jugó) para el partido entre España y Portugal que se celebró en Sevilla ese mismo día y que terminó con victoria hispana por 3 a 0.

Ante la enérgica protesta del Gimnástico por esta inaceptable arbitrariedad se consultó a la Nacional y esta dio la razón al equipo azulgrana, diciendo que no se debería haber suspendido. El Gimnástico, en una reunión celebrada en la Federación Regional, exigió entonces que se le diera ganador del partido sin disputarlo. La propuesta fue rechazada tras someterse a votación entre todos los clubes asistentes y se estableció que el partido decisivo tendría que celebrarse en Mestalla el 20 de enero de 1924. Aun así, el presidente granota advirtió “que el Gimnástico se reserva el derecho de asistir o no al campo, atendiendo a la protesta que elevará a la Nacional”.

Pero sí que asistió, claro, y aunque las cosas se pusieron muy mal (el Valencia se adelantó 2 a 0 por medio de Peral y del dichoso Cubells) el equipo azulgrana remontó en la segunda parte gracias a los goles de Aurelio y de Calvo. Al Gimnástico le bastaron las tablas para proclamarse campeón porque el Valencia había cedido un empate a uno en el campo del Levante y necesitaba un triunfo que no logró. El Gimnástico conquistó así, con todo merecimiento, el más importante (y último) título de su historia.

Once del Gimnástico que conquistó en Mestalla el Campeonato Regional tras remontar y empatar 2 a 2 con el Valencia