Ya no queda ningún superviviente de El Invencible. Ya no queda nadie que nos pueda contar qué sintió al ver jugar a ese deslumbrante once de principios de los años veinte del siglo pasado. Pero los granotes que ya tenemos unos años sí que recordamos a muchos de nuestros mayores cuando nos hablaban de un equipo en blanco y negro (por su indumentaria y porque se remontaban a un tiempo muy lejano) que se convirtió en el orgullo del levantinismo.
Un equipo que puso por primera vez al Levante en boca de todo el fútbol español. Recordemos que cuando El Invencible alcanzó su máximo apogeo teníamos tan solo quince años de vida y en este país la única competición que aglutinaba a clubes de todo el estado (en versión muy reducida) era la Copa del Rey (Copa de España), creada en 1903. La Liga nacional que hoy conocemos no nacería hasta 1929. Hablamos de los primeros equipos, claro. Porque El Invencible no entraba en esa categoría, nació como el infantil del Levante aunque, con el tiempo, su llamativo mote hizo olvidar a muchos el escudo que siempre defendió.
El Invencible en el campo del Camino Hondo en 1924
Pero contextualicemos la historia: En esa época se le daba mucha importancia al fútbol de las categorías inferiores. Era seguido por multitud de aficionados. A veces, incluso, lo presenciaba la misma cantidad de gente que acudía a ver a los primeros equipos. Por ello estos partidos no se disputaban en campos secundarios de barrio sino en los estadios principales (de los equipos que disponían de ellos) para satisfacer la demanda del numeroso público que quería verlos en directo. Otro dato que avala lo que decimos es la atención que le prestaba la prensa a este tipo de fútbol. Solo hay que darse una vuelta por los diarios de entonces para ver cómo muchos de estos partidos tenían un seguimiento muy similar (con previas, anuncios y crónicas posteriores de los mismos) al de los grandes encuentros de los mayores.
Anuncio del diario EL PUEBLO (2 de marzo de 1924) de los dos partidos que enfrentaron a El Invencible del Levante contra el Real Madrid. El equipo madrileño fue vapuleado 6 a 3 el primer día y 4 a 0 el segundo
Y también tengamos en cuenta que, en aquellos tiempos, los equipos de infantiles englobaban a jugadores con una edad mucho más amplia que la establecida en la actualidad. Podríamos decir, tal y como se puede apreciar en el aspecto de los futbolistas de la foto que ilustra este artículo, que la categoría de infantiles incluía a deportistas que hoy en día también consideraríamos juveniles y que, llegado el caso, se podían enfrentar a escuadras de cualquier categoría. De ahí que finalmente El Invencible se convirtiera en el equipo de las terceras categorías (las primeras eran los titulares del primer equipo y las segundas los reservas de este).
La gloria de El Invencible coincidió con una profunda crisis del primer equipo. El Levante llevaba encadenadas varias derrotas muy dolorosas en el campeonato regional contra el Valencia (5-0), el Castellón (2-0) y el Gimnástico (3-0), que acabó siendo el campeón. Y el 3 de febrero de 1924 tocó fondo tras ser humillado 10 a 1 en un amistoso disputado en Barcelona contra el Martinenc (por aquel entonces colista destacado del Grupo A del campeonato regional de Cataluña). La decepción fue tan grande que el club emitió este insólito comunicado, publicado por el diario EL PUEBLO el 9 de febrero, y donde se ponía de patitas en la calle al once titular: “La junta directiva del Levante F.C., como medida enérgica para cortar de una vez la situación anómala creada a la sociedad por los continuos fracasos de su primer equipo titular, en sesión convocada al efecto, ha destituido a los once equipiers de su primera categoría, dejándoles en condición de disponibles, hasta tanto se verifiquen las necesarias gestiones para reorganizar con los elementos útiles destituidos y otros nuevos, el primer equipo que en adelante ha de sustentar el nombre, la representación y la dignidad de la afición de los poblados marítimos. Que esta actitud sirva de estímulo vibrante para todos aquellos futbolistas entusiastas fervientes del deporte”.
Por eso la atención de la afición levantina se centró todavía más en la trayectoria de un equipo que desplegaba un juego fabuloso y que era lo opuesto a la cruz que representaban los mayores. Y que, además, como bien indicaba su sobrenombre, nunca perdía. Su período de esplendor abarcó de 1924 a 1925. Y a medida que fue pasando el tiempo su apodo fue adquiriendo categoría por sí mismo y ya no se hablaba del infantil o del equipo de las terceras categorías del Levante, se hablaba de El Invencible a secas.
El nacimiento del mito estuvo ligado desde el principio al corazón de los Poblados Marítimos. Juan Catalán, un levantino de pura cepa, aglutinó a todos estos chavales (que jugaban de sol a sol en la playa del Cabanyal) bajo el patrocinio del Levante F.C. y les convirtió en el once infantil de la entidad. Y la leyenda de su fútbol exquisito comenzó a fraguarse a tal velocidad que la prensa no tardó en bautizarles con su célebre seudónimo.
Anuncio del diario EL PUEBLO (21 de junio de 1924) de los dos partidos que enfrentaron a El Invencible del Levante contra el Barça. Como pasó con el Real Madrid también fue goleado sin piedad y por duplicado: 6 a 1 y 3 a 0
Pronto se quedaron sin rivales en Valencia (ganaron sin despeinarse el campeonato de infantiles de la temporada 1923-24) y se buscaron desafíos contra los mejores equipos de toda España, que acudían a la capital del Turia para ser los primeros en derrotar a ese equipo del que tanto se hablaba. Pero clubes del nivel del Real Madrid y del Barça (goleados ambos por partida doble), Europa, Unió Sportiva de Sans, Unión Sporting Club de Madrid (también vapuleado dos veces para conquistar así la Copa Carsí) o la misma Selección Catalana fueron sucumbiendo, uno a uno, bajo el dominio de este imperial Invencible.
Muchos les consideraban ya los mejores de España y así lo reflejó el diario EL PUEBLO el 29 de julio de 1924: “Nadie les ha vencido… Casi merecen que se les considere como campeones nacionales. Si han derrotado a tan potentes equipos, no es fácil que otros de mucha menos fama hubieran arrebatado a los levantinos su título de invencibles. Estos valerosos muchachos son Villarroya, Balaguer, Cases, Sapiña, Guillamón, Folch, Ballester, Hilario, Vázquez, Sorní, Lacomba, Puig II, Alamar III y Villanueva”. Francisco Puig, Puig II, comenzó así una larga trayectoria como levantinista que alcanzaría su culmen trece años después, al lograr la Copa España Libre de 1937. Sin duda alguna uno de nuestros más grandes futbolistas de siempre.
El club decidió entonces rendirles un caluroso tributo organizando un partido contra los infantiles del Valencia. Aunque la fecha escogida, el 21 de septiembre de 1924, no fue acertada por coincidir con las celebraciones de la proclamación de la bandera de la entidad de Mestalla. Aun así el partido se jugó y El Invencible pasó por encima del Valencia con un 4 a 1 inapelable. Por cierto, ese día el club che vistió insólitamente de blanquiverde (como si del Real Betis se tratara), en un gesto que la prensa consideró poco elegante, al generar confusión con la camiseta blanquinegra del Levante y parecer querer, con esa extravagancia, restar protagonismo al equipo homenajeado.
El Invencible disputó en el ejercicio 1924-25 el campeonato de terceras categorías. Y eso ya eran palabras mayores aunque la apisonadora siguió a pleno rendimiento: “Los Invencibles consiguen una fácil victoria sobre el Crivi venciéndoles por cuatro a cero” publicaba el diario LA VOZ VALENCIANA tras la derrota del equipo de Crevillente. El Cervantes de Castellón fue la siguiente víctima, siendo goleado sin piedad por el escandaloso marcador de 9 a 0: “Superiores en facultades físicas a los nuestros, no fue esto obstáculo para que se impusiera la técnica levantina y los hiciese parecer como impotentes” (LA VOZ VALENCIANA).
A principios de 1925 un doble enfrentamiento con el Cartagena en tierras murcianas marcó el éxtasis de la afición con El Invencible. Era el estreno de la formación lejos de los Poblados Marítimos y, sin embargo, el equipo demostró una madurez y un coraje que sorprendió a propios y extraños. En el primer encuentro se venció con claridad por 0 a 4 pero la victoria en el segundo por 0 a 1 supuso un esfuerzo titánico repleto de heroicidad. Así lo recogió EL PUEBLO: “Fué un partido durísimo; cuantos avances iniciaban, eran cortados por offsides imaginarios, pusieron en práctica cuantas modalidades de juego conocen, solo para conseguir el tanto, y el árbitro se encargaba de desconcertarles. Ya finalizaba el partido. El cero á cero seguía, pero oyóse una voz infantil, que decía: ‘Levantinos: Penseu en Valensia, en el Levante; ya que guañar, que allí mos esperen els nóstres’. Y así fué en efecto”. El tanto decisivo fue obra de Puig II pero los cartagineses (todos mayores que los nuestros) no digirieron bien que tampoco ellos pudieran vencer a El Invencible. Sorní (que en el primer partido marcó dos goles) y Monjardín se retiraron lesionados tras sufrir durísimas entradas, dejando al equipo con nueve. Pero aun así se ganó.
Y el recibimiento en Valencia fue tan apoteósico que los propios futbolistas se vieron sobrepasados por tanta emoción. El diario EL PUEBLO lo describió maravillosamente en la crónica del 8 de enero de 1925 que firmó el periodista José Pérez: “Más de trescientos levantinos esperaban en la estación del Norte la llegada de los jugadores; fué un momento de emoción; los hurras y vítores se sucedieron sin interrupción, cuando aparecieron en el andén los vencedores, con su representante don Ramón Pérez. Los pequeños estaban alegres, satisfechos, pero algo asombrados, y no habían salido aún de su estupor, cuando llegamos al paso á nivel del Grao. Pasaban de tres mil las personas que habían reunidas. La banda del Patronato Musical, cedida galantemente por la directiva del Patronato, y dirigida por don Vicente Tomás, lanzó al aire los estridentes gritos de las trompetas, que al mezclarse con los hurras de entusiasmo de los levantinos, produjeron un momento de indescriptible emoción. La muchedumbre se apoderó de los Invencibles, y los llevaron á hombros, en paseo triunfal, entre las aclamaciones de sus admiradores. Al pasar la manifestación por la Viña P., el considerable número de levantinos que allí concurren, dispararon una gran traca. Siguieron el itinerario marcado: calles de Chapa, José Benlluire, Pintor Ferrandis, Libertad y domicilio social del Club Levante, donde también se disparó una gran traca. El paso de los Invencibles por el Grao y Cabañal, puso de relieve la grandiosa afición que ya existe en estos poblados y los muchos admiradores con que cuentan estos regeneradores del futbol exquisito. Tan imponente era la manifestación á la llegada de los mismos al domicilio social, que tuvo que suspenderse la circulación de tranvías”.
Titular de la crónica del diario EL PUEBLO del 8 de enero de 1925
Esta reseña deportiva nos confirma lo que decíamos con anterioridad: En aquellos tiempos estos partidos se seguían por los aficionados con el mismo interés que los encuentros de los primeros equipos, lo cual habla de la gran transcendencia que tuvo en Valencia la trayectoria de El Invencible. Y esto hizo también que el equipo se convirtiera en un reclamo para concertar amistosos en el estadio más grande de la ciudad para causas benéficas que buscaban el mayor éxito posible. Así, por ejemplo, se organizó un partido en Mestalla para recaudar fondos y se pensó en El Invencible (antes que en el mismo Valencia F.C.) como el equipo que tendría más tirón a la hora de vender entradas. Y en los anuncios de prensa (como el que adjuntamos en este artículo) el nombre del Levante F.C. aparecía de manera secundaria porque lo que se quería resaltar, por encima de todo, era el mítico apodo que le había hecho legendario.
Anuncio publicado por el diario EL PUEBLO el 2 de septiembre de 1925
Pero toda historia tiene su final, claro, y llegó el día en el que El Invencible ya no pudo hacer gala de su inmaculado sobrenombre. Aunque fue un hecho que también vino forzado por las circunstancias. Tras proclamarse brillante campeón del campeonato de las terceras categorías de la temporada 1924-25, el otoño de ese último año fue marcando el ocaso de un equipo que acabó siendo devorado por sus propios mayores. El primer equipo se vio en la necesidad de tirar mano de gran parte de estos excelentes futbolistas (que ya se habían hecho hombres) y que se iban a convertir en un refuerzo extraordinario para superar el bache que atravesaba la entidad desde hacía tiempo. Y esto hizo que todo apuntara a una disolución inevitable que acabó influyendo en el ánimo de la escuadra. E, inesperadamente, fue un modesto once de la ciudad de Valencia, la Sociedad Deportiva Gimnástica Domingo, quien tuvo el honor de ser el primero en hacer hincar la rodilla al mítico Invencible. Y este hecho fue todavía más curioso porque solo un par de semanas antes, el 3 de septiembre, el equipo levantinista había arrollado 6 a 0 a ese mismo bloque en un partido benéfico disputado en Mestalla. Pero pocos días después, el domingo 20 de septiembre de 1925, en el campo del Camino Hondo, se repitió el enfrentamiento y esta vez la Gimnástica Domingo se impuso 1 a 2 para convertirse en el primer equipo que venció por primera vez a El Invencible.