Alfredo Arróniz vuelve a ceñirse la elástica del Gimnástico F.C. para adquirir protagonismo en el interior del campo como realizó en infinidad de partidos durante el primer tramo de la década de los años veinte. La relación que mantuvo el equipier murciano con la entidad gimnastiquista fue estrecha y sencilla de descubrir a través de las informaciones aparecidas en los principales rotativos valencianos contemporáneos. Ubicado en el eje del ataque fue entretejiendo un relato que le proyectó hasta la primera línea de fuego en la cancha. Arróniz siempre merodeó el gol. Fue un equipier codiciado como muestra su hoja de servicios como futbolista. Se trata de una donación que procede del archivo de Nacho Rodríguez Arróniz, nieto del futbolista.

La efigie del delantero regresa para mostrar detalles de la indumentaria del Gimnástico en los tiempos de institucionalización de la práctica del fútbol en la ciudad de Valencia. Las fotos concedidas revelan dos aspectos entrelazados; aportan datos relevantes del paso del Gimnástico por el interior del verde, con la sempiterna camiseta con las barras azules y granas, el escudo característico del decano y ese cuello ajustado con cuerdas, así como información adicional al contemplar a Arróniz posando en una foto de estudio con una chaqueta de lana con el distintivo del club bordado a la altura del corazón. Esas chaquetas se utilizaban en la previa de los partidos oficiales.

Lo cierto es que Alfredo Arróniz fue un jugador diferencial en los esquemas tácticos del Gimnástico. Resulta posible seguir su rastro defendiendo la zamarreta del equipo azulgrana desde la temporada 1922-1923. Las crónicas de la época destacan su versatilidad para cubrir con éxito distintos espacios en la vanguardia, sobre todo, la dureza de sus disparos y su emergente y continuada asociación con el gol. Era un consumado especialista en los lanzamientos directos y centraba con “temple y decisión” como recalcaba High en Las Provincias. Podía ubicarse como delantero centro o emigrar hacia otros puntos de la delantera. La permanencia de Arróniz en el Gimnástico coincidió con un período trascendente en la historia particular del decano.

Fue testigo directo del trasvase desde el Campo de la Soledad hasta el moderno Stadium del bloque que presidía Luis Mingo. Arróniz se inscribió en el once que se enfrentó al C.D. Castellón en julio de 1923 en el duelo que inauguró oficialmente la instalación alzada a los pies del Museo San Pio V. Participó directamente en la consecución del Campeonato Regional del curso 1923-1924. De hecho, fue uno de los jugadores más laureados y determinantes en la secuencia competitiva disputada. Fue el último entorchado conquistado por el decano. Su nombre se asocia a los distintos festejos conmemorativos en el XV aniversario de la fundación de la sociedad azulgrana.

En julio de 1925 decidió cambiar el escudo del Gimnástico por el blasón del Valencia. “Siguiendo el plan de traspasos, recogemos la noticia del cambio de jersey de un jugador cuya primera inicial es la A y la última es Z que ha firmado ya por el Valencia”, advertía a modo de adivinanza Las Provincias el domingo 5 de julio de 1925. Unos días más tarde, 8 de julio, la misma fuente confirmaría la contratación de Arróniz por la escuadra de Mestalla, si bien un año más tarde el atacante volvería sobre sus pasos más inmediatos para enfundarse la camiseta del Gimnástico en una segunda etapa que, no obstante, no se dilataría en exceso en el tiempo. Arróniz se comprometió con el C.D. Castellón para seguir añadiendo títulos en su currículum.