Su dimensión, por reducida, en este caso no es proporcional a la relevancia y al rango que puede adquirir. Fue testigo del ascenso del Levante a Primera División en una tarde de domingo de junio de 1963. Esta pequeña granota metálica sonó con fuerza en el legendario feudo de Vallejo mucho antes de inicio de la batalla y mucho después de consumar una efeméride histórica que acercó a la escuadra azulgrana hacia el Olimpo de los Dioses. En la memoria colectiva del levantinismo comenzaba a asentarse el emocionante relato de una cruenta eliminatoria entre el equipo azulgrana y el Deportivo de La Coruña. Los fieles seguidores levantinistas que, en riguroso directo contemplaron tamaña hazaña, pudieron hacerse con un ejemplar de esta particular representación de una granota (rana en valenciano) conforme accedían al coliseo ubicado en la calle de Alboraya.
Durante mucho tiempo los grandes partidos del Levante estuvieron asociados a su difusión. Su sonido imitaba el croar de las ranas que debían oírse en los tiempos en los que el Gimnástico se batía en duelo en el Stadium en el cauce del Río Turia, a los pies del actual Museo San Pio V, en la primera mitad de la década de los veinte. Era una especie de onomatopeya. Tras la fusión entre el Levante y el Gimnástico los mitos perduraron hasta fijarse en el imaginario del Levante UD. El origen del apodo granota hay que buscarlo en esa alianza entre el Gimnástico y el Stadium.
Toni Lastra fue uno de los miles de aficionados que aquella tarde dominical de la primavera de 1963 traspasó el umbral del Estadio de Vallejo para citarse con la gloria. Lastra, fundador de la Sociedad Deportiva Correcaminos e impulsor del Maratón de Valencia, además de levantinista confeso, decidió inmortalizar aquel acontecimiento conservando una granota que perpetuaba un hecho histórico en el devenir de la institución blaugrana y posiblemente también en su vida particular. Su misión era custodiarlo y legarlo a las futuras generaciones. Era un bien de un valor incalculable.
Más de cuarenta años después, curso 2003-2004, agregó la granota que el club de Orriols repartió en los prolegómenos del choque ante el Polideportivo Ejido. También era un día de celebraciones desde un prisma azulgrana. Las huestes dirigidas por Manuel Preciado volvían al Ciutat tras consumar el ansiado retorno a la Primera División apenas una semana antes tras conquistar el Estadio Chapín de Jerez.
Se trata de una donación efectuada por Toni Lastra a través de su familia. Su hijo Rafa Lastra se encargó de contactar con el Área de Patrimonio Histórico del Levante. “Tengo guardada esta reliquia que me dio mi padre como si de un tesoro se tratara. Es una granota que, según él, dieron en día del ascenso a Primera División de 1963. Junto a ella está la que dieron el día del ascenso 41 años después”, matizó en su correo electrónico. Rafa estaba en lo cierto. Su padre no estaba equivocado. Aquellas granotas, que con tanto cariño y mimo cuidó, legitimaron los dos primeros ascensos de la historia del Levante a la máxima categoría. Es evidente que hay notables diferencias entre ambas. Quizás la principal divergencia resida en el material escogido en su creación. Esa estructura metálica de antaño, con una especie de click que emulaba el croar de una rana, permutó por un armazón de plástico más aséptico. Hoy forman parte del Museo Virtual del Levante UD.