Entre Morales y Roger andaba el juego en el minuto 121. Y no es una simple metáfora. El partido entraba en la prórroga de la prórroga para anunciar su ocaso final. Atrás quedaban los noventa minutos reglamentarios del partido de vuelta de Copa entre el Levante y el Villarreal y el tiempo adicional, marcado por un tiempo extra de media hora, que no parecía dilucidar el nombre del segundo semifinalista del torneo del K.O. Paco López hacía cábalas en el banquillo determinado los cinco jugadores que debían enfrentarse a los once metros en una tanda de penaltis que presagiaba un dramatismo superlativo. Pero en el fútbol unos segundos pueden ser tan definitivos como concluyentes. Quizás hubiera justicia poética en la elección de los protagonistas que establecieron el devenir de la confrontación o quizás los astros decidieran alinearse para que el balón cayera en los pies de Morales justo en ese espacio del campo en el que la calma se convierte en vértigo.
Lo cierto es que el Comandante amansó el cuero y alzó la vista posando la mirada sobre el área defendida por Rulli. Su mente entró en acción para analizar la situación. Roger, a apenas unos metros de distancia, seguía el curso de la jugada. Ya se sabe que entre el Pistolero y el Comandante hay química y también picante. El pacto establecido entre ambos en el campo viene de muy lejos en el tiempo. Las razzias del presente ya contaron con capítulos análogos con las barras azulgranas de la elástica del Atlético Levante en el universo de las categorías menores del balompié. El tiempo puede provocar alianzas inquebrantables desde un prisma emocional y deportivo. Una mirada de complicidad entra ambos puede contener efectos altamente devastadores para los arqueros contrarios. Es una máxima que se cumple en las últimas temporadas.
El Ciutat de València estaba huérfano de efectivos con una grada totalmente despoblada. El remodelado y coqueto coliseo del barrio de Orriols emergía con la soledad que embarga a una isla vacía. Morales puso el turbo para colarse por el carril zurdo del verde. El Comandante si algo destila cuando contacta con el esférico es valentía y arrojo. Morales es refractario al miedo. En su cabeza solo se materializaba el marco defendido por Rulli. Su capacidad para sobreponerse a la contradicción es mayúscula. Quizás sea la base y también la grandeza de su juego. Es capaz de chocar contra un pétreo muro hasta horadarlo. Roger tampoco se aleja de estas coordenadas. Se ha sobrepuesto a mil y una eventualidades en su carrera como profesional. No siempre contó con la aquiescencia de los técnicos granotas. Conoció en primera persona el destierro y supo convertir las dudas que un día parecieron aflorar en certezas.
Tan solo necesitó sentirse valorado. Confianza se llama en el mundo de la disciplina a esta sensación. Uno cuando refuerza su espíritu puede sentirse invencible. El crono marcaba el minuto 121 de un choque metálico y todo se detuvo alrededor de las figuras de Morales y Roger. Quizás ellos creyeran con firmeza en el dictamen final del gol mucho antes incluso de su materialización. Cada metro conquistado por Morales surfeando ante los defensores rivales alimentaba el sueño de las semifinales de la Copa del Rey.
Quizás fue el triunfo de la fe sobre la incredulidad. El Levante de la última década se ha caracterizado por dimensionar sus expectativas y emociones hasta refutar una historia plagada de penalidades y reveses. Morales, con la visión telescópica de los grandes héroes, contempló el ingreso en el área del Villarreal de Roger. No era una situación novedosa, como no era nueva la asociación entre dos de los jugadores más determinantes. Todos los granotas contuvieron la respiración. El remate de Roger fue el remate de todos los levantinistas. No fue el disparo más ortodoxo, pero sirvió para cruzar el umbral de los cuartos de final. El Villarreal capituló en un partido repleto de alternativas. El Levante se clasificó para la ronda de semifinales como sucedió en 1935 tras eliminar al Barcelona. Ese balón forma parte de la historia del Levante y ya está en el Museo Virtual.