Solo faltó uno, un gol más en aquel partido del 17 de mayo de 1959 disputado por el Levante en el Estadio Insular de Las Palmas. Con ese gol el equipo granota hubiera forzado un tercer partido de desempate. Por aquel entonces, en las eliminatorias de promoción, si la igualdad persistía tras el partido de vuelta no se acudía al valor doble de los goles en campo ajeno ni a la prórroga ni a los penaltis… Y quién sabe… Quizás en ese hipotético tercer partido se habría conseguido el primer ascenso a Primera División cuatro años antes del que finalmente se logró en 1963.

Pero hasta llegar a ese cruel desenlace el Levante de la temporada 1958/59 vivió una de las mejores campañas de su historia. La entidad venía con una dinámica muy positiva, enmarcada en la primera etapa de la presidencia de Antonio Román, que había comenzado en 1952. Pese a la calamitosa riada que asoló Valencia en octubre de 1957 y que dejó mucho tiempo impracticable el campo de Vallejo, el Levante logró un meritorio cuarto puesto en el Grupo II de la Segunda División. El equipo acabó a solo cinco puntos del Betis, que fue quien subió a Primera.

Todo el mundo se quedó con la miel en los labios y en el verano de 1958 el club se conjuró para lograr el objetivo al año siguiente. La sólida plantilla se apuntaló con la llegada de jugadores de Primera División como el portero Candi (del Granada) o el centrocampista Marañón (del Atlético de Madrid). Pero, obviamente, el gran refuerzo (convirtiéndose en el primer fichaje mediático de la historia del Levante) fue el genial delantero holandés Servaas Wilkes, más conocido como Faas Wilkes (el nombre se abrevió con F porque la V en holandés se pronuncia F en castellano).

Este enorme futbolista (en todos los sentidos, medía 1,90 m.) fue la gran apuesta del infatigable presidente Antonio Román (nombre con el que se inauguró el actual Ciutat de València en 1969, coincidiendo con su segunda etapa como máximo mandatario de la entidad granota).

Wilkes tenía un currículum excelente. Tras su paso por Italia (donde jugó tres años en el Inter de Milán, encandilando a una afición que le apodó “il tulipano”, y uno en el Torino), fichó por el Valencia, donde también estuvo tres temporadas. Formó parte del equipo que logró el título de Copa en 1954, competición que, sin embargo, no pudo disputar por su condición de extranjero. Tras su etapa che regresó a su país para jugar dos años en el equipo holandés del Venlo. Y de allí volvió de nuevo a Valencia pero, esta vez, para enfundarse la zamarra azulgrana del club decano de la capital del Turia. Como internacional también tuvo una trayectoria excepcional. A día de hoy es el tercer máximo goleador histórico de la selección holandesa (con 35 goles en 38 encuentros), solo superado por Kluivert y Bergkamp pero, eso sí, con la mitad de partidos que ellos. 

Wilkes era un delantero de una clase extraordinaria. Su dribling y sus fintas le hacían único. Marcaba tantos inverosímiles, auténticos golazos que deslumbraban a la grada. Aunque como todo genio del balón también tenía sus partidos donde pasaba bastante desapercibido. Las mejores esencias, ya se sabe, se guardan en frascos pequeños.

El 23 de agosto de 1958 Antonio Román se citó con Wilkes y cerró su fichaje por el Levante por un millón de las antiguas pesetas (en realidad la suma total acordada fue de un millón seiscientas cincuenta mil porque el compromiso era, en principio, para dos temporadas pero como, al final, quedó en una, solo se abonó esa cantidad). Era muchísimo dinero, no olvidemos que, entonces, un piso en la mejor zona de Valencia costaba alrededor de ciento cincuenta mil pesetas. La destreza del máximo mandatario granota en el éxito de la operación fue capital. Wilkes había venido ese verano a pasar unos días de asueto a Valencia (ciudad donde siempre dijo que quería instalarse con su mujer y sus tres hijos) y la prensa comenzó a especular enseguida con una segunda etapa del holandés como valencianista. Pero Antonio Román estuvo más hábil y se anticipó a esa intención de repesca del club presidido por Luis Casanova. El cupo de dos extranjeros que ya tenía cubierto el equipo che (Wilkes siempre se opuso a nacionalizarse español) fue inclinando la balanza hacia el lado granota. Y cuando el Levante, pese a estar en Segunda, igualó la oferta económica del club de Mestalla, Faas decidió pasarse a la otra acera futbolística de la ciudad. Consumado el fichaje, el entusiasmo se apoderó del levantinismo, el ascenso a Primera parecía mucho más factible y la venta de abonos se disparó. Vallejo se llenó (o se rozó el lleno) durante toda la temporada.

Faas Wilkes luciendo la equipación levantinista

La presentación de la estrella de Rotterdam (a quien le faltaba un mes para cumplir 35 años) fue espectacular. Para ello se concertó un amistoso el 7 de septiembre en Vallejo contra el Osasuna, equipo puntero de la Primera División, que en la última campaña había terminado en quinta posición. El éxito del evento (con victoria incluida) fue apoteósico y así lo reflejó la prensa local. Pero el mejor del partido no fue el nuevo fichaje sino Pepe Paredes, el delantero valenciano de Albal a quien la llegada del holandés le sirvió de acicate para dar lo mejor de sí, en este partido y a lo largo de toda la temporada. 

 Wilkes en su presentación frente al Osasuna (con victoria por 3 a 1)

Pero aún quedaba un último obstáculo por superar y la intervención de Antonio Román volvió a ser decisiva. La Federación Española de Fútbol se negaba a dar el visto bueno para que el Levante pudiera inscribir al delantero de los Países Bajos en el campeonato de la Segunda División (la normativa limitaba la presencia de extranjeros y de mayores de 26 años en la categoría de plata). El presidente granota envió el 12 de septiembre una carta a su homólogo de la Federación para que se reconsiderara la postura. La excesiva edad de Wilkes, que se esgrimía como el principal argumento para prohibir su concurso, fue rebatida de manera impecable por Román en los siguientes términos: “La forma física del Jugador Wilkes fué además objeto de concienzudo estudio y examinada por nuestro Entrenador oficial meticulosamente, habiendo merecido su aprobación, resultado de su constante cuidado en el ejercicio físico y total carencia de vicios”. No olvidemos que en aquellos tiempos los deportistas profesionales rara vez continuaban en activo al alcanzar la treintena. Lo que hoy en día parece de lo más normal (si pensamos, por ejemplo, en portentos físicos como el tenista Rafa Nadal con 34 años o el baloncestista Lebron James con 36) hay que enmarcarlo en una preparación y en unos cuidados que nada tienen que ver con los que habían hace sesenta años y que, actualmente, han alargado claramente las carreras deportivas profesionales.

Una vez conseguido el beneplácito federativo ya se pudo afirmar con rotundidad que el equipo de la calle Alboraya había acertado plenamente con la operación. Deportiva y mediáticamente. De hecho, durante toda la campaña fueron habituales las conexiones de radio con Vallejo para ver qué tal le iban las cosas al Levante de Wilkes, como se hacía con el Real Madrid de Di Stéfano o con el Barça de Kubala. 

Otro ejemplo más de esa vertiente glamurosa que supuso la adquisición del holandés (con el correspondiente beneficio propagandístico que tuvo para la entidad azulgrana) fue el número que, en noviembre de 1958, le dedicó la colección “ÍDOLOS DEL DEPORTE” titulado “WILKES, EL HOLANDÉS ERRANTE”, haciendo un simpático símil con la leyenda del viajero eterno. Esta publicación nacional de reconocido prestigio, que había dedicado sus ejemplares anteriores a figuras tan sobresalientes como los futbolistas Di Stéfano o Kubala, el ciclista Bahamontes o el gimnasta Joaquín Blume, glosó con admiración toda su trayectoria deportiva. Y también acercó al lector a su vida personal, con fotos en el ámbito familiar del holandés con su mujer Ivonne y sus tres hijos, el primogénito Faasin y las dos niñas Nannete y Claudine. Pero, por encima de todo, esa portada, donde se pudo ver a Wilkes vistiendo la elástica granota, fue una operación de marketing perfecta para promocionar al Levante en España. El club ya estaba amortizando el gran desembolso que había supuesto su fichaje.

“A la afición levantina con simpatía” (foto dedicada por Wilkes en Vallejo, la misma con la que fue portada en “ÍDOLOS DEL DEPORTE”)

Y deportivamente también hay que reconocer que el rendimiento fue excelente. Wilkes se convirtió en el pichichi del club granota durante la temporada, con un hat-trick y tres dobletes, pese a quedarse sin jugar cinco partidos del campeonato. Marcó 13 goles (más de la cuarta parte de todos los del equipo) y solo se le acercó Paredes, su compañero en la delantera, que alcanzó los 11 tantos. De las cuatro temporadas que jugó en la capital del Turia esta fue la segunda en la que logró más goles en competición oficial, solo superada por la primera que disputó con el Valencia, cuando obtuvo 18 dianas. A la vista está que, finalmente, sus 35 años no fueron ningún impedimento para que consiguiera unos números que rozaron el sobresaliente. Su único debe fue el desafortunado comportamiento que tuvo durante la promoción para ascender a Primera División.

Pero su debut en Vallejo no pudo ser mejor. Superados los problemas federativos que le impidieron jugar al arrancar el torneo, consiguió un doblete en la goleada por 4 a 0 que los granotes le infringieron al Hércules en la tercera jornada.

Imagen del segundo gol de Wilkes frente al Hércules, marcado magistralmente por el holandés en su debut oficial en Vallejo

El Levante, como el año anterior, quedó encuadrado en el Grupo II (o Grupo Sur) de la Segunda División. Andalucía contaba con seis equipos (Almería, Cádiz, Córdoba, Jaén, Málaga y San Fernando), la Comunidad Valenciana con cuatro (Elche, Eldense, Hércules y Levante), Extremadura con dos (Badajoz y Extremadura) y Madrid (Plus Ultra), Murcia (Real Murcia), las Islas Canarias (Tenerife) y Ceuta con uno cada uno.

Durante aquella temporada hubo un encuentro que quedó en los anales de la historia del levantinismo. El 22 de enero de 1959, en la decimonovena jornada del campeonato, el equipo granota recibió en Vallejo al Cádiz. Y el partido que hizo Wilkes alcanzó la perfección. Los afortunados asistentes contemplaron en directo la mejor actuación (o, sin duda, una de las mejores) del holandés en los cuatro años que maravilló a la parroquia futbolera valenciana. El resultado final fue un contundente 5 a 2 a favor del Levante y de esos cinco goles Wilkes logró tres (su único hat-trick como granota) y asistió magistralmente a sus compañeros Monchito y Paredes en los otros dos. Fueron ellos (y por ese orden) quienes pusieron en ventaja al Levante. El Cádiz empató y a partir de ahí se desató la exhibición de Faas. El primero de sus tres goles vino tras una perfecta ejecución de una falta al borde del área. Pero el tanto que quedó impreso para siempre en la retina de todos los espectadores fue el último con el que cerró aquella tarde mágica. Fue un gol maradoniano antes de que Maradona viniera al mundo (casi dos años después) en la ciudad argentina de Lanús. Wilkes se hizo con el balón desde la retaguardia granota y sorteó a cuantos futbolistas le salieron al paso hasta batir a Sierra, el guardameta gaditano, de manera inapelable. La grada, atónita ante lo que acababa de ver, fue un flamear de pañuelos infinito. Y los asistentes pudieron hacer gala, el resto de sus vidas, de que “ellos estuvieron allí”.

Once habitual del Levante U.D. en la temporada 58/59. De pie y de izquierda a derecha: Guerrero, Marañón, Torres, Areta, Camarasa y Ripoll (portero suplente). En cuclillas Vila, Montejano, Wilkes, Paredes, Monchito y Candi (portero)

Hay que destacar también que el Elche, el equipo que ese año ascendió de manera directa a Primera División como campeón del Grupo II, fue derrotado por el Levante en los dos partidos en los que ambos se enfrentaron. En la décima jornada del torneo el equipo ilicitano cayó en Vallejo por 2 a 0 (marcaron Wilkes y Montejano) y en el partido de vuelta el Levante también se impuso en Elche por 0 a 1, con gol de Paredes, a quien además se le anuló otro tanto en el último minuto, tras asistencia de Wilkes. Aquel partido generó una enorme expectación y se disputó en un estadio ilicitano lleno hasta la bandera. Al encuentro se desplazaron muchísimos seguidores levantinos, ilusionados con que, por fin, aquel año podía ser “el año”. Pero, desgraciadamente, pese a esas dos brillantes victorias sobre quien acabó siendo el campeón, no se logró el objetivo.

En la antepenúltima jornada el Levante le ganó 2 a 0 al Badajoz en Vallejo y alcanzó el liderato de la Segunda División. Fue el 5 de abril de 1959. Ese encuentro pasó también a la historia del levantinismo por ser el día en el que Wilkes marcó su último gol como granota (logrando, eso sí, su tercer doblete del torneo).

El último gol de Wilkes como granota: Lo marcó de penalti y supuso el 2 a 0 definitivo en la victoria contra el Badajoz

Pero cuando todo parecía muy bien encaminado hacia ese ascenso directo a la Primera División todo se torció. El Levante, a falta de dos jornadas, aunque estaba empatado a puntos con el Elche, era líder por tenerle ganado el golaveraje. Dependía de sí mismo pero no podía fallar en los dos partidos que le quedaban contra el Málaga y el Ceuta, que estaban en la zona baja y que trataban de evitar el descenso o la promoción a Tercera. Pues bien, el penúltimo partido el Levante lo perdió en Málaga (que pese a ello acabó descendiendo) y el último lo empató en casa contra el Ceuta, que así pudo evitar la promoción de descenso. Con esos tres puntos que se quedaron por el camino (entonces la victoria solo otorgaba dos) el Levante hubiera subido a Primera División por primera vez en su historia. Porque, claro, el Elche no falló y se llevó el gato al agua.

A partir de ahí se sucedieron los problemas. Y pese a que aún quedaba el plan B, el ascenso a través de una eliminatoria de promoción que debía de enfrentar al club granota con la U.D. Las Palmas (que había quedado el tercero por la cola en Primera), las cosas fueron de mal en peor. El entrenador Álvaro, con la plantilla en contra (aunque se adujeron problemas personales), fue destituido. Antonio Román propuso entonces a Wilkes convertirse en entrenador-jugador (tal como hizo ese año el Elche con el veterano futbolista César). El holandés aceptó y se dispuso a afrontar los dos retos que tenía el club por delante: la eliminatoria de dieciseisavos de final de Copa contra el Zaragoza (de Primera División), donde él no podía participar por ser extranjero, y la promoción de ascenso a la máxima categoría contra el club canario.

Y aunque era evidente que, para la entidad, lo segundo era muchísimo más importante que lo primero, los jugadores no parecieron verlo así. Tras perder en La Romareda por 3 a 0 el Levante jugó un partido de vuelta extraordinario en Vallejo y estuvo a punto de eliminar al Zaragoza. Y pese a que el juego desplegado fue fantástico, el triunfo por 3 a 1 no fue suficiente.

Una semana después de aquel partidazo se disputó, en el mismo escenario, la ida de la promoción contra Las Palmas. Y cuando la afición se las prometía muy felices por lo visto en la Copa, la decepción fue mayúscula. El equipo no fue ni la sombra de lo que fue frente al Zaragoza. Ni siquiera Wilkes. Duramente marcado por el defensa rival Felo (que tiempo más tarde ficharía por el Real Madrid) el holandés se inhibió durante buena parte del partido. Lo único reseñable que hizo fue asistir a Vila en el gol granota. El conjunto azulgrana hizo un partido desastroso (el mejor fue el portero Candi) y esta actitud apática de todos la aprovechó muy bien el club insular para llevarse el partido por 1 a 2.

Vila marca de cabeza a pase de Wilkes (Levante 1 – Las Palmas 2)

Y entonces llegó la gota que colmó el vaso. La semana siguiente, la del encuentro de vuelta decisivo que se tenía que jugar en tierras canarias, Wilkes (sin pedir permiso al Levante) aceptó jugar con el Valencia un partido amistoso que el club che disputó contra el Inter de Milán (su otro ex). Y, claro, se armó la mundial y se le apartó del equipo. Wilkes ya no fue a Las Palmas ni volvió a enfundarse la camiseta azulgrana, aquello fue el final de su historia granota. Aunque para no perjudicar al equipo ante el choque de vuelta, la versión oficial fue que Faas había causado baja por lesión.

Y es que al Levante aun le quedaba por jugar uno de los partidos más importantes de sus casi cincuenta años de vida. El club recurrió al mítico Agustín Dolz (el futbolista que más partidos oficiales ha jugado en la historia del Levante U.D. con 344) para suplir a Wilkes en el banquillo. Y la cosa no empezó mal. El Levante se adelantó por medio de Llona a los 22 minutos y así estuvo, casi media hora acariciando la Primera División, hasta que Macario empató de manera definitiva para Las Palmas en el 55 y el sueño del ascenso se esfumó. Evidentemente, las circunstancias que envolvieron aquella promoción no fueron las mejores para lograr el objetivo.

De los tres futbolistas holandeses que han jugado en el Levante U.D. a lo largo de su historia (no olvidemos que Riga, natural de Ghana, dispone también de la nacionalidad neerlandesa) es indudable el paralelismo que hay entre las trayectorias de Faas Wilkes y Johan Cruyff. Ambos eran dos astros mundiales del balón (el segundo más que eso, para muchos ha sido uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos), ambos llegaron al club levantino en una temporada en la que el gran objetivo era ascender a Primera División y ambos, también, se quedaron a las puertas de lograrlo.