El documento presenta un valor incalculable. “Equipo del Levante F.C.” resalta la fotografía en la zona superior izquierda a modo de cabecera. No obstante, la mayor parte de la información que revela está fijada en la cara posterior de la fotografía. Está asignado el marco del calendario. “Temporada 1923-1924”. Y también está consignado el nombre de los equipiers que defendían el escudo del equipo marino en ese instante de la historia. “Mancha, Gonzalo, Sotillos, Puig, Dasí, Martínez, Pallás, Sanchis, Maito, Mario y Pérez”, advierte en el reverso. La instantánea parece congelar el tiempo para presentar un pasaje vinculado a la historia del Levante F.C. El pasado adquiere relevancia. Se trata de una donación efectuada por Tomás Pérez.

Tomás Pérez está asociado al imaginario del actual Levante. Durante mucho tiempo representó a la entidad de Orriols en calidad de vicepresidente. Su militancia como aficionado se pierde en la espesura de la noche. Quizás vaya asociado a su propio nacimiento. Hay una estrecha conexión entre su figura y la fotografía que desea compartir con los fieles seguidores granotas. La clave está en el jugador que aparece abriendo la alineación por la izquierda. El futbolista que pasa su brazo por encima de Mario es José Pérez Soriano. La concordancia es absoluta y fácil de realizar. Hay un vínculo familiar que establece un nexo pertinaz. José Pérez es tío-abuelo de Tomás Pérez. No es el único lazo de unión. El hermano de José Pérez, llamado también Tomás Pérez, ostentó diversos cargos en diferentes juntas directivas del Levante durante el arco temporal comprendido entre años veinte-treinta.

En mayo de 1934 aceptó la vicepresidencia segunda de la directiva presidida por Roberto Gallart. El retrato alimenta una certeza categórica: las raíces del levantinismo de la familia Pérez están perfectamente ancladas. Habría que regresar casi a los orígenes para certificar el comienzo de esta entente. Hay una simbiosis con los Poblados Marítimos. Tomás Pérez conforma una tercera generación de levantinos. Y sigue venerando con orgullo el distintivo que representa el Levante como antaño hicieron sus mayores. Su convencimiento es incondicional. Y la cuarta generación ya está presta a recoger el testigo.

Es posible seguir el rastro de José Pérez entre los movimientos del club de los Poblados Marítimos durante la primera mitad de la década de los veinte. Casado con Vicenta Ballester Gozalvo, hermana de José Ballester Gozalvo, adscrito al grupo de los fundadores del Levante F.C y primer presidente., fue habitual en las alineaciones del Levante F.C de los ejercicios 1921-1922, 1922-1923 y 1923-1924 principalmente en el universo de la competición regional. El fútbol es una disciplina que ha conquistado el corazón de los valencianos. Su proyección ya es incuestionable. La huella de José Pérez entronca con el partido que significó la inauguración del Campo de La Cruz, ubicado en el Camino Hondo del Grao, en la jornada del 3 de septiembre de 1922. Fue una cita subrayada en rojo. Aquella tarde el Levante FC se enfrentó al Valencia FC en un choque amistoso especialmente celebrado en el entorno de los Poblados Marítimos por su magnitud. El Levante estrenaba una instalación deportiva que se convertiría en su morada hasta el final de la Guerra Civil en abril de 1939. El team marino firmaría tardes repletas de heroicidad en ese escenario situado junto a la calle Conserva.

Unas semanas más tarde saltó al Campo de La Cruz para dirimir el primer partido del Campeonato Regional ante el Athletic. El feudo grauero ponía el contador de confrontaciones oficiales en marcha. Fue el 8 de octubre de 1922. Pereta, como era conocido en los campos de sport valencianos, también participó en el encuentro que supuso la puesta de largo del feudo de Mestalla en mayo de 1923. Futbolista racial, los duelo ante el Valencia agitaban sobremanera su espíritu como todavía recuerdan sus familiares. El 23 de diciembre de 1923 protagonizó el match del Campeonato Regional que cruzó al club blanquinegro y al Levante en el coliseo de Mestalla tras una escaramuza con Hipólito, censurada duramente por la prensa local, que significó su expulsión.

Unos meses antes, primeros de julio de 1923, integró una selección confeccionada por jugadores del Gimnástico y Levante que contendieron ante un grupo de futbolistas representativos del Valencia y C.D. Castellón en un evento deportivo organizada por la Federación Regional valenciana para cerrar el ejercicio futbolístico 1922-1923 que reunía los equipiers más célebres. Las crónicas contemporáneas resaltaban su condición de interior izquierdo. Pereta desaparece de las alineaciones del Levante F.C. a la conclusión del campeonato regional 1923-1924. Sin embargo, su actividad, pese a abandonar el interior del terreno de juego, con la sociedad emplazada en la Calle de la Libertad, en el corazón de los Poblados Marítimos, no cesó. En 1934 constituida la junta directiva de preside Roberto Gallart reaparece su estela como vocal. En 1948 en un documento que custodia el Museo Virtual del Levante, que retrotrae la atención a los días finales de agosto 1939 conforma, junto a sus hermanos, Tomás Pérez y Rafael Pérez, el registro de los 104 socios fundadores del Levante UD tras la fusión del Levante FC y Gimnástico FC.

La fotografía ofrece un caudal de información mucho mayor. La investigación permite reconocer actores con un papel capital en el proceso que supuso la construcción de la identidad de la sociedad marina. Es el caso de Mancha (primero por la derecha). Es uno de los símbolos que sustentan el relato histórico del Levante previo a la conquista de los primeros títulos a partir del segundo quinquenio de los veinte. Mancha era un jugador combativo y con una asombrosa capacidad física. Hay un pasaje, que galopa a lomos entre la ficción y la realidad, que caracterizó su amor y fidelidad por los colores en blanco y negro. Algirós cobijó un duelo entre el Valencia y el Barcelona. Mancha reforzó al Valencia y saltó con la camiseta blanca, pero en esa zamarreta no lucía el blasón del Valencia F.C. “Para Mancha el escudo del Levante sobre su pecho venía a ser como su propio corazón futbolístico. Y como iba a jugar él sin corazón, faltándolo el aliento de lo que aquel corazón significaba”. Así lo escribió el crítico deportivo Dial en la década de los cincuenta en un libro conmemorativo por el regreso a la categoría de Plata del Levante UD.

El eje de gravedad de aquel team que compitió en el Campeonato Regional con desigual fortuna estaba integrado por Mancha, Gonzalo y Puig (segundo y cuarto desde la derecha). Aquel terceto conformaba el centro del campo. Puig ejercía de medio centro y Mancha y Gonzalo ocupaban los costados. “Los medios alas albinegros (en referencia a Gonzalo y Mancha) realizan labores defensivas y servían precisos balones a los delanteros”, escribía High en Las Provincias con motivo del partido entre el Levante y Valencia en el Campo de la Cruz resuelto con un imprevisto empate (1-1). Por aquellas jornadas el Levante se situaba en un escalón competitivo inferior con respecto a las prestaciones deportivas del Valencia y del Gimnástico. El equipo de Mestalla y el bloque del Stadium capitalizaban las apuestas entre los aspirantes a la consecución del título.

Puig fue coetáneo de Mancha, aunque después adquiriría la eternidad para refulgir como uno de los mitos del levantinismo. Los dos combatieron desde la medular. Los dos ejemplificaban los valores que debía transmitir un futbolista que se ajustara la camiseta del Levante. Gallardía y compromiso. Caireles lo definió así en el curso 1923-1924. “Puig notabilísimo medio centro que siendo un jovenzuelo realiza en el terreno de juego verdaderas proezas”. Juan Puig compatibilizó el fútbol con su trabajo en la herrería que regentaba su padre. Su carrera fue muy extensa y siempre estuvo ligada al Levante FC. Era un especialista en el medio del campo, aunque el paso del tiempo le encaminó hasta la defensa. Compartió once con su hermano Paco Puig durante muchas temporadas. Desde el ejercicio 1934-1935 compaginó sus quehaceres como jugador en el verde con la tarea de entrenador. Tras la fusión dirigió desde el banquillo al UDLG y Levante UD entre las campañas 1939-1940 y 1941-1942.

Sotillos (tercero por la derecha), tal como ratificó Diario de Valencia, permutó el Europa de Barcelona por el Levante durante el período estival de 1922 para conjugar las labores de equipier y preparador. Armonizar esas dos facetas no era algo disonante en ese instante de la cronología. Era recurrente. En el Gimnástico FC, Harker concordó ambas funciones. Sotillos era un delantero curtido. Su experiencia era cuantificable en el competitivo fútbol catalán. Martínez, célebre por el apodo de Sanguitas, canjeó la portería del Valencia por el arco del Levante. Se adueñó de la portería levantina en la campaña 1923-1924. Era un arquero valiente y decidido. Las crónicas acentúan que era “elegante en sus acciones”. En la imagen donada por Tomás Pérez aparece secundado por Dasí (a su izquierda) y Pallás (derecha). Era habitual en la época que el cancerbero se inscribiera entre los defensores cuando eran inmortalizados antes del inicio de la batalla. Los tres alzaron una tupida empalizada contra la que chocaban los ataques de las escuadras rivales.

La temporada 1923-1924 estableció una especie de frontera entre el pasado y el futuro. En el verano de 1924 hubo una especie de reconversión que cambió radicalmente la fisonomía del colectivo blanquinegro. El rendimiento del Levante en la competición no fue homogéneo. El equipo fue perdiendo vitalidad al paso de las jornadas. En febrero de 1924 los mandatarios concedieron la baja a la práctica totalidad de los jugadores. Paradójicamente por aquellos días resplandecía El Invencible. En tiempos de crisis adquirió una pátina de brillo para mantener alzada a la sociedad. El Pueblo en abril de 1924 se hacía eco de la “reacción del Levante”. Los refuerzos cambiaron el semblante del once.

“Eso es prosperar”, determinó El Pueblo en julio de 1924. Según el diario la entidad contaba con más de dos mil socios. José Fenellós, presidente, en diciembre de 1924 en una entrevista concedida a La Voz Valenciana plasmaba los proyectos del club. Desde un prisma deportivo, la máxima aspiración era entrometerse en la rivalidad entre el Gimnástico y Valencia. Desde otra perspectiva, el desafío era convertir una pugna entre estos dos equipos en una pelea a tres bandas con la inclusión del equipo del marítimo. De nuevo la foto es aleccionadora de esa tendencia. Puig y Mario (segundo por la izquierda) presagiaban en la temporada 1923-1924 la edificación de ese nuevo Levante que rasgaría el duopolio entre el Valencia y Gimnástico tras adueñarse del Campeonato Regional del curso 1927-1928.