Era el partido número mil del Real Madrid en el Santiago Bernabéu en la máxima categoría, pero fue Salva quien se puso a mil, y por ende todos los granotas, cuando en el minuto once batía la portería de Casillas, cantaba el primer gol granota y situaba al coliseo de Chamartín al borde de la incredulidad. La entrada del partido es una donación efectuada por Manuel Estellés. Este aficionado levantinista, hijo de Manuel Estellés Suay, jugador del Levante en la segunda mitad de losaños cuarenta, estuvo presente en aquella cita legendaria para las huestes de Resino. Es evidente que restaba un mundo para cantar victoria. La inmensidad de un continente parecía distanciar al Levante de la victoria en un territorio extremadamente hostil para sus intereses, pero aquella jugada marcó el destino de una confrontación histórica. Tomassi pisó el área de la escuadra de Capello y Diarra fue a su caza y captura con la virulencia con la que ataca un búfalo desbocado cuando se siente intimidado. El desenlace de aquella maniobra significó la caída del mediocampista italiano sobre el verde del césped del Santiago Bernabéu. Tomassi reclamó clemencia mientras Álvarez Izquierdo se dirigía inmisericorde hacia el punto de penalti.

Era el turno para Salva. El delantero acarició el cuero como si tratara de establecer una pertinaz alianza para fijarlo en el punto de penalti. El atacante se enfrentó a Casillas sin más argumentos que la solitaria gestión del balón desde lo once metros. Un penalti genera una tribal lucha mental entre el pateador y el arquero. Es una guerra sin cuartel. De repente pareció que el escenario del Bernabéu se oscureció para surgir un foco de luz resplandeciente que centralizó la acción en torno a la portería que defendía el cancerbero de la Selección Española. Un silencio sepulcral acentuó la magnitud del duelo entre el meta y el ariete. Acostumbrado a retos de calado y de envergadura, Salva no se dejó aconsejar por el miedo. Apaciguados los nervios, no se dejó impresionar por la escenografía, ni tampoco por el instante, ni por el hecho de asaltar los muros de un territorio siempre vedado a las aspiraciones granotas cuando enfrente se situaba el poderoso Real Madrid. En cierto modo, Salva hipnotizó a Casillas para salir indemne de un reto mayúsculo. Cañonazo con la zurda ajustado al palo. Esa fue la resolución. El atacante granota elevó el puño en señal de júbilo tras alojar el balón en la meta madridista. Marcar en los albores de la cita liguera presagiaba un largo y espinoso recorrido hasta certificar el valor de la victoria. El Levante resistió con heroicidad durante 80 minutos terroríficos.

Salva Ballesta celebrando el gol tras anotar la pena máxima en el Santiago Bernabéu. Foto vía «Superdeporte».

Quizás el Real Madrid echara en falta a Ronaldo. La buenaventura se alió con el equipo blaugrana en el tramo final. La escuadra de Molina escupió un disparo de Nieto que pudo cambiar el signo del duelo. Fue el primer triunfo de la historia del Levante en Primera División en un escenario tan egregio y excelso. Y fue un triunfo revitalizador para un equipo que trataba de alejarse de la zona más boscosa de la clasificación. Quizás fuera uno de los tesoros del curso 2006-2007. La tarde fue mágica por su inesperada resolución La imagen de Salva celebrando el gol será recordada como también la pañolada que tributó el feudo blanco a sus jugadores a modo de despedida a la conclusión de la confrontación. Abel Resino fue el técnico que defendió el blasón azulgrana desde el banquillo foráneo. El preparador toledano era un consumado especialista en lograr proezas en el feudo del Santiago Bernabéu. Allí festejó una Copa del Rey con la elástica del Atlético de Madrid y una victoria de prestigio en su etapa al frente de la portería del Rayo Vallecano. En cierto modo, cerró el círculo con la suma de tres puntos de proporciones bíblicas ante la impronta de su adversario.

Cartel relacionado con el encuentro que se iba a disputar en el Santiago Bernabéu y que enfrentaría al Real Madrid C.F. y al Levante U.D.