El documento es revelador de un acontecimiento con trascendencia en la historia del Levante U.D. En el verano de 1971, Antonio Calpe parecía desandar el camino ya recorrido con anterioridad, tras comprometerse como futbolista del Real Madrid a la conclusión del curso 1964-1965, para volver a sentir el orgullo de ceñirse la elástica granota. Uno de los mitos que acaudillan el panteón de los futbolistas levantinistas iniciaba el viaje de vuelta con destino hacia la sociedad levantinista. Nacía un segundo capítulo en una relación que el tiempo convirtió en imperecedera.

El escrito dormitaba en busca un protagonismo que hoy, cincuenta años después, parece recuperar. “El Levante Unión Deportiva tan pronto se entero que Antonio Calpe había cesado en el Real Madrid hizo rápidas gestiones para contratar los servicios de tan excelente jugador. Estas gestiones no cristalizaron en aquellos momentos por asuntos familiares, hoy felizmente resueltos”, informó el Levante en la nota oficial emitida a los medios de comunicación que ratificaba el fichaje de Antonio Calpe. Como curiosidad hay que significar que en el texto original surge el nombre de Ernesto. El hermano del defensor del Real Madrid formaba parte de la plantilla azulgrana en ese instante de la cronología.

El aviso no está fechado, pero la prensa valenciana ofrece indicios del tiempo y también del espacio en que la cúpula directiva del Levante gestionó este importante fichaje. Las Provincias, en su edición del sábado 31 de julio, recreaba el mensaje oficial lanzado por el club que presidía Manuel Grau Torralba. “Calpe ficha en blanco por el Levante”, advertía a modo de titular. El texto del decano de la prensa valenciana reproducía con una estricta fidelidad el comunicado enviado por la institución de Orriols a La Voz de Levante, Levante, Las Provincias, Jornada, Hoja de Lunes, Deportes, Record, Radio Penínsular, Radio Valencia y Radio Popular.

“La valencianía y levantinismo de Antonio Calpe no podían estar ausentes en esta nueva etapa llena de ilusión con que el Levante se prepara para la próxima temporada. Y queriendo aportar su experiencia y calidad para coadyuvar a hacer realidad aspiraciones e ilusiones ha firmado por su querido club desinteresadamente, en blanco, desestimando otros compromisos, y dando de este modo una prueba de afecto y cariño a la Entidad que le proyectó a figura nacional”. La ascendencia de Antonio Calpe como futbolista no estaba en entredicho, pese a las graves lesiones que lastraron su rendimiento en la entidad de Chamartín en sus últimas campañas. Tampoco había sospechas de su confesa y reconocida condición de granota. Su figura se idolatraba en territorio azulgrana.

De hecho, Antonio Calpe reconoció en infinidad de ocasiones que su retorno al Levante provocó incredulidad entre sus compañeros más cercanos del camerino blanco por el hecho de reintegrarse en una entidad que militaba en Tercera División. El salto era descomunal. Quizás esa circunstancia conceda un añadido de épica y también un punto extra de emotividad a la decisión adoptada. El defensa tenía proposiciones más ventajosas, desde un prisma deportivo y económico, que obvió para enfundarse la camiseta granota en una nueva aventura. La duda no habitó en su interior cuando expiró su relación contractual con el Real Madrid y surgió la ardiente posibilidad de volver al equipo que le proyectó hacia la elite.

A Calpe le sedujo la idea. Era algo que sospechaba desde que marchó del Levante en el verano de 1965. Aquella entente no tenía finalización. No obstante, el tránsito era osado desde una perspectiva mental. Acostumbrado a los fuegos de artificio y a la distinción que emana de la Primera División, y tras trufar su currículum con trofeos de toda índole y consideración, en el ámbito nacional e internacional, parecía un verdadero anatema abrazar la fe de la Tercera División. Al menos eso se desprende del veredicto de sus compañeros en la casa blanca. Nadie entendió aquella resolución que significaba regresar al barro y a las catacumbas del fútbol. No obstante, Calpe se dejó guiar por sus propias emociones para recalar en el club que amaba.

Los sentimientos son refractarios a la razón. En una encuesta de Hoja del Lunes típica de final de año le cuestionaron sobre su mejor recuerdo de 1971. No hubo titubeos. “Mi regreso al Levante en cuyas filas comencé mi carrera deportiva”. Y un deseo para 1972. No hubo subterfugios. “Lo que esperamos todos los que formamos el Levante es conseguir el ansiado ascenso a Segunda División”. Aquel Levante del presente parecía muy alejado del pasado. Su imaginario había mutado. La escuadra granota trataba de aclimatarse al entorno del barrio de Orriols después de marchar del viejo Vallejo a finales de los años sesenta. Aquel optimismo desmesurado que provocó la militancia en Primera División había trocado en desazón tras el descenso a Tercera a la finalización del curso 1967-1968. El Levante luchaba contra sus propios fantasmas en ese ecosistema.

No había otro desafío que marcar las coordenadas para avistar de nuevo la Segunda División. El Levante del ejercicio 1971-1972 con Calpe en sus filas se coronó líder en la jornada vigesimosexta tras vencer al Ontinyent, pero fue un liderato efímero. En las siguientes semanas el Levante resbaló para alejarse del ascenso a Segunda. Todo mutó en el curso 1972-1973 con Juncosa en el banquillo. El Levante impuso una velocidad de vértigo desde el mismo alumbramiento del ejercicio. Aquel equipo celebró el ascenso en el hoy Ciutat cuando el rastro del mes de abril todavía no se había difuminado. Restaban cinco partidos para el cierre de la campaña cuando la escuadra blaugrana ratificó su flechazo con la categoría de Plata. Fue el equipo más madrugador del curso en tal sentido.

Antonio Calpe añadía otra hendedura a su currículum. Era el segundo ascenso como levantinista tras la exaltación que supuso la ascensión de junio de 1963 a la elite tras vencer al Coruña. En ese instante de la cronología era el único jugador de la historia del Levante que había defendido el blasón granota en Primera, Segunda y Tercera División. Su despedida a la finalización del ejercicio 1974-1975 reflejaba su huella en 225 partidos oficiales. Es el octavo futbolista con más partidos oficiales en el ecosistema granota.