La noticia estaba fechada en la jornada del viernes 3 de junio de 2011. La competición en el marco de la Tercera División ya era un mero recuerdo. El Atlético Levante había hecho del sufrimiento una forma de vida hasta las últimas fechas del calendario liguero. La amenaza del descenso intimidó al grupo. Se iniciaba el proceso de reconstrucción del segundo equipo de la entidad granota. Al filo del mediodía, 11:59 para ser exactos con los hechos ocurridos, la web del Levante certificaba la contratación de Roger Martí como nuevo jugador de la institución de Orriols. La noticia iba acompañada de la renovación por una temporada más de Manuel Bleda.
Roger aterrizó en el Levante para defender la camiseta del filial en el universo de la entonces cuarta categoría del balompié profesional. “Roger Martí Salvador, natural de Torrent, se ha vinculado con el Levante UD B para las dos próximas campañas. El delantero valenciano recala en las filas de la segunda escuadra azulgrana procedente del Burjassot C.F., donde militó en la segunda vuelta de la competición tras su paso por las categorías inferiores del Valencia C.F.”
La estela de Roger brillaba en la agenda levantinista. Era una pieza codiciada en la reestructuración del filial. “Era un futbolista muy interesante para nosotros. Evidenciaba todo aquello que le caracteriza ahora como jugador. Presionaba la salida del balón del contrario, derrochaba esfuerzo durante los 90 minutos, se pegaba y fijaba a los defensas y sobre todo tenía mucho gol”. La interpretación de su manera de entender el fútbol ya se intuía por entonces, si seguimos el criterio de Juan Luis Mora. En aquellas jornadas Mora y Aizpurúa eran los encargados de la confección del plantel que conducía desde el banquillo José Gómez. En el vértice superior de la pirámide aparecía Manolo Salvador como Director Deportivo. “Le seguimos prácticamente durante toda la temporada. Esa campaña jugó contra el Atlético Levante con la camiseta del Burjassot”, acentúa Mora.
Lo cierto es que aquel 3 junio de 2011 supuso el acta de nacimiento de una relación que el tiempo mantiene. El atacante en el presente está incluido en la nómina de jugadores que están realizando la pretemporada a las órdenes de Paco López. Diez años después su ascendencia en el vestuario es incuestionable. Roger tiene alcurnia en el grupo. Su nombre formó parte de la cúpula de los capitanes del Levante para el ejercicio 2020-2021. Y la previsión es que mantenga este rol para la temporada que ya se presagia.
No obstante, Roger recorrió un profundo trecho antes de asentarse en el equipo más representativo de la entidad granota. Y en ocasiones, el camino fue intrincado. El proceso de adaptación al filial fue veloz. El atacante no tardó en expresarse ante la meta contraria. El gol marchaba entre sus enseres. De hecho, no tardó en exceso en convertirse en la referencia atacante del once de Gómez. Las jornadas se sucedían y los goles iban enriqueciendo su currículum. Su caudal ofensivo no parecía tener límites, al menos en el universo de la Tercera División. Aquella voracidad goleadora que se intuía era una realidad. Militar en un filial significa que haya un seguimiento desde los estratos más elevados. Su nombre apuntaba alto.
Había proyección detrás de ese jugador que convertía cada minuto de cada partido en un acto de supervivencia y de fe. En enero de 2012 la plaga de lesiones que asoló al equipo que ejercitaba Juan Ignacio Martínez mutaron su status personal. La magnética Primera División surgía ante unos ojos que querían escrutar todo lo que giraba a su alrededor. Roger no desaprovechó la ocasión que supuso estrenar su palmarés como goleador con la camiseta del equipo nodriza de la institución granota. Fue en un duelo ante el Alcorcón correspondiente a los octavos de Final de la Copa del Rey. En el Ciutat de València alzó los brazos y la mirada al cielo en señal de agradecimiento y de homenaje. Aquel gol escondía una celebración que recordaba a su abuela que acababa de fallecer.
Sin embargo, fue en la siguiente campaña cuando su rastro comenzó a asociarse con la máxima categoría. Los astros confabularon en su favor para incluirlo en la convocatoria del duelo ante el Celta de Vigo en el Estadio de Balaídos. Fue el domingo 2 de diciembre de 2012. En el minuto 78 relevó a Pape Diop. La escuadra gallega dominaba el duelo tras el gol de De Lucas. Diez minutos después fijaba el gol de la igualada. Aquella diana no era una más en el registro anotador levantinista. Roger conquistó el gol 300 en el marco de la Primera División. Durante aquella temporada simultaneó su presencia en el colectivo de Juan Ignacio Martínez con entorchados en el filial en Segunda División B. Despidió el curso con la obtención de 19 goles en Segunda B.
Sus prestaciones no menguaron a pesar de alternar espacios antagónicos desde un prisma deportivo. Lo que para algunos era un castigo, para él se convirtió en un acicate para continuar progresando como futbolista. En su mente no había más que una meta y un solo itinerario para anclarse a la principal división. La escudería de Gómez soñó con el ascenso a Segunda División A después de una temporada en la que fue arrinconando enemigos en el verde. Roger dejó su rúbrica en la despedida de San Mamés en un choque de promoción entre los filiales vasco y valenciano. La eliminatoria cayó del bando rojiblanco.
Pese a los dígitos alcanzados las puertas del primer equipo no parecían entreabrirse de par en par. En la disciplina del balompié hay que estar preparado para tomar decisiones. A veces, surgen nudos gordianos que hay que saber desatar para seguir la ruta establecida. Cuando apenas tienes 22 años prevalecen los minutos y las sensaciones adquiridas en el interior del pasto sobre otras cuestiones. Roger entró en acción para afrontar una cesión al Real Zaragoza en la categoría de Plata. La exigencia era suprema en una entidad acostumbrada a los oropeles de la Primera División. Zaragoza era una plaza complicada. Había presión y ansiedad. Roger no se comportó como un neófito en un territorio desconocido. Fue habitual en las alineaciones de Paco Herrera y de Víctor Muñoz y saldó su primera experiencia con la suma de doce goles.
En Zaragoza recuerdan con agrado su estancia en el equipo del León. Aquel préstamo le permitió presentarse ante la elite. Había solvencia en sus botas. Desde la capital del Turia no perdieron de vista sus movimientos, pero la dirección técnica apostó por un nuevo préstamo, en esta ocasión al Real Valladolid, para el ejercicio 2014-2015. Aquel presente parecía un calco con respecto al pasado más cercano. Roger se alistaba a un bloque que partía con la condición de favorito en el regresó a Primera División. Era la esperanza del gol. El apremio y la angustia eran compañeros de andanzas, pero las complicaciones aumentaron.
En Gijón la rodilla de Roger se quebró. Los ligamentos de su rodilla se hicieron añicos. Es una lesión temida por sus terribles consecuencias. El mes de septiembre de 2014 se despedía y hasta el nacimiento de abril de 2015 no reapareció sobre el césped. Fueron seis largos meses que se perpetuaron como una dura condena. “Aquella lesión me aportó madurez”, advirtió en una entrevista a su vuelta. Todavía celebró tres goles con la camiseta blanquivioleta en la fase última de la Liga. El ascenso a Primera se desvaneció en la promoción. En el verano de 2015 regresó al Levante. Durante el primer tramo de la competición defendió la elástica granota. No obstante, volvió a Pucela para recuperar emociones. El gol le guio como lo hacen las estrellas para acreditar su solvencia ante la meta contraria. Fueron 8 goles en 17 partidos.
El período estival de 2016 en perspectiva parece crucial en la evolución de su carrera. Después de varias cesiones había que adoptar resoluciones que bien podían ser definitorias. Quizás había que otear el horizonte y buscar nuevos desafíos alejados del Ciutat. Roger se enfrentaba a voces discordantes que dudaban de su productividad en la máxima categoría. La llegada de Tito a la dirección técnica fue trascendente. El Levante iniciaba un proceso de reconversión tras despeñarse desde la Primera División. Roger era el delantero del Levante. Era importante que él sintiera esa certeza. Tito reforzaba ese posicionamiento con palabras y argumentos. La sospecha no es la mejor compañera para un futbolista. Desde un prisma contrario, la confianza trasmite seguridad. El fútbol son emociones. Roger se sentía liberado por el criterio del Director Deportivo. Muñiz le trasladó esa percepción desde el arranque de la pretemporada. No era una mera sensación. La posición de nueve tenía nombre y apellidos: Roger Martí.
El futbolista no tardó en corresponder desde el campo. Hizo lo que siempre había hecho; marcar goles y enfrentarse a gigantes sin miedo, ni titubeos. La suya siempre fue, y es, una batalla contra los juicios sumarios y contra la razón. Aquel curso quizás renovara sus lazos y sentido de pertenencia con el Levante tras golpes mayúsculos. El Pistolero volvió para no marcharse. Roger fue el epítome del gol. Desenfundó con precisión y con persistencia, aunque la condición de ilustre killer de la división se desvaneció por una inoportuna lesión que le distanció de los partidos finales. Fueron 22 dianas en un curso ejemplar. Quizás su suerte había cambiado o quizás no. En un partido amistoso en Pinatar Arena su rodilla volvió a rasgarse. Las voces de sus críticos se habían adormecido a fuerza de goles y de demostraciones sobresalientes. Nacía el curso 2017-2018. Roger siempre ha sido refractario a la censura, pero los dioses parecían ensañarse con él.
Después de las lágrimas iniciales aceptó el desafío. Había que volver más fuerte que antes. Las lesiones si algo acentúan es la innegable fortaleza mental del Pistolero. Y ya se sabe que para jugar al fútbol no solo priman las condiciones técnicas. Y lo mejor estaba por llegar, aunque siempre hay que pensar en la consecución de retos superiores. Las postreras campañas han acentuado su naturaleza de jugador de Primera División. Sus goles han sido básicos en la consecución de los objetivos colectivos del Levante en su cruzada en Primera División. Para la historia y para la eternidad quedará la diana ante el Villarreal que permitió a la escuadra de Paco López alcanzar el umbral de las semifinales de Copa del Rey en la edición 2020-2021.