El Levante de José Antonio Naya pisó el acelerador durante el mes de enero de 1979 cada vez que se posicionaba sobre el verde para competir en el alambicado universo del Grupo II de la Segunda División B. El Levante se comportó como una verdadera apisonadora. No concedió ningún tipo de tregua a sus rivales. Ningún adversario fue capaz de menguar la autoestima de la escuadra azulgrana durante el amanecer del nuevo año. Literal ante los acontecimientos que se fueron produciendo. Los oponentes se sucedían sobre el pasto ante la enorme voracidad de un colectivo que parecía encadenarse a la victoria. Asido a los triunfos, el Levante fue proyectándose hacia los estratos más elevados de la clasificación general. Quizás ese era su principal destino. Su hoja de ruta subrayaba en rojo el ansiado regreso a la categoría de Plata en el ejercicio 1978-1979.
El desafío era explícito. Santiago Sanz definió sus caracteres en una entrevista concedida a Hoja del Lunes durante el período estival de 1978. “Se lo aseguro. Esta temporada vamos a por todas y estoy seguro de que mis pretensiones se cumplirán… Puedo asegurar que los directivos estamos dispuestos a realizar todos los sacrificios que sean necesario como venimos probando… Hemos formado un equipo plenamente capacitado para ascender a Segunda División A”, advirtió el presidente antes del arranque de la competición liguera.
Desde un prisma cronológico enero de 1979 germinó con un partido en condición de foráneo ante la S.D. Ibiza. El duelo estaba pautado para la tarde del domingo siete de enero de 1979 en la isla mágica. Atrás quedaba la igualada ante el Onteniente en el Clariano (1-1) en el postrer día de 1978. Ostívar capitalizó una confrontación repleta de alternativas. El atacante navarro celebró su regreso al once inicial con la adquisición de una diana redentora. La versión más pragmática del Levante se manifestó en las baleares. No fue un enfrentamiento sencillo en su resolución. El Ibiza propuso un encuentro marcado por la exigencia. Su comportamiento enfatiza el valor del triunfo.
El grupo de Naya corroboró su condición ganadora ante el Córdoba en el actual Ciutat de València apenas una semana después. Aquel choque cruzaba a rivales antitéticos en la tabla. Los objetivos de cada escudería no eran concordantes. Los granotas desterraron cualquier atisbo de soberbia desde la epifanía de la cita, aunque el gol parecía resistirse. Las acometidas sobre la portería defendida por Luna se sucedían, si bien hubo que esperar hasta el tramo final del primer acto para comenzar a cimentar la victoria. Sierra estrenó el marcador en el minuto treinta y cuatro y Magdaleno aumentó la renta granota antes del pitido final del capítulo primero. El partido estaba encarrilado. Lavado y Murua ampliaron en la reanudación los márgenes de un triunfo que nunca se discutió ante la patente superioridad blaugrana.
En realidad, el combinado levantinista mantenía la inercia que había mostrado durante las semanas finales de 1978. Entre los meses de noviembre y diciembre el Levante de Naya enlazó un ciclo de cinco victorias consecutivas. El empate ante el Onteniente fue un breve paréntesis en medio de una excelsa racha acentuada por la conquista de los dos puntos. Y nada cambió en los envites como visitante ante el Girona (2-4) y Barcelona Atlético (0-2).
En Montilivi, el Levante mostró temperamento y razones futbolísticas para sobreponerse al gol inicial de Julià en el minuto veinte. La respuesta blaugrana fue contundente. Murua, Magdaleno y Ostívar cambiaron el semblante del partido. Murua volvió a aparecer en escena, en esta ocasión desde el punto de penalti, para confinar a la duda tras la diana de Paquito que añadió picante al duelo (2-3) durante algunos minutos. El Levante sumaba diez semanas sin conjugar con la derrota. Y la ráfaga de victorias no parecía apagarse tras los hechos acontecidos en la Ciudad Condal durante la tarde del sábado 27 de enero. Andoni Murua aprovechó dos despistes defensivos para enjugar el arrojo del filial del F.C. Barcelona.
Los descuidos de la zaga defensiva desactivaron la peligrosa mente de los jóvenes jugadores culés cuando el cronómetro todavía no había sobrepasado el minuto veinticinco del choque. Demasiadas facilidades para un bloque aguerrido y con una notable experiencia. El Levante y Barcelona Atlético compendiaban filosofías separadas, aunque las distancias en la clasificación no eran determinantes en ese instante de la temporada. El Levante salió reforzado anímicamente y espiritualmente ante un contendiente con el que compartía espacio en la zona noble de la tabla.
La estadística era elocuente. Los números advertían del poder arrollador del Levante. Las huestes de Naya sumaron un pleno de ocho puntos en cuatro confrontaciones ligueras. Trufaron el ciclo con la asunción de once goles a favor por dos en contra. El equipo granota se expresó con convicción. Dominaba los conceptos básicos del fútbol. Su clarividencia en las áreas parecía absoluta. Murua capitalizó el espíritu subversivo de aquel colectivo con la obtención de cinco goles. El meta Barrie solo dobló la rodilla en sedas ocasiones. El delantero vasco fue el adalid del gol desde una perspectiva personal y también global. Fue el máximo artillero del Levante y el máximo exponente anotador del Grupo II de Segunda B. Barrie fue el arquero menos goleado en una campaña meritoria.
El Levante reforzó sus lazos con el ascenso a la categoría de Plata durante esa etapa del curso. La lucha entre el Levante, Calvo Sotelo, Nàstic de Tarragona y Ceuta por el cetro de la tabla fue titánica durante la temporada. Únicamente los dos primeros clasificados certificaban el ascenso. El guion parecía seguir las coordenadas que había impuesto Naya. El preparador hacía una lectura de la campaña estableciendo tres etapas distintas. “Yo divido la temporada en tres fases. La primera llega hasta el diez o el quince de diciembre y ahí es donde se busca posiciones en la tabla. La segunda finaliza en el mes de marzo y es una etapa crucial pues en ella hay que consolidar posiciones y tratar de alcanzar la meta que el club se ha propuesto, que es el acenso, y la última finaliza con el último encuentro del campeonato”. Los cuatro triunfos conectados del mes de enero consolidaron al Levante en la segunda posición en la tabla por detrás del Calvo Sotelo. Quizás el corolario de esta historia esté ligado a los efectos de la victoria ante el Linares (5-0) con un hat-trick de Murua. El domingo 4 de febrero el Levante conquistó el liderato de la división. Era la jornada vigesimoprimera. Solo abandonaría esa condición entre las jornadas vigesimotercera, vigesimocuarta, vigesimoquinta y trigesimosegunda. Fue de forma transitoria. En junio las huestes de Naya celebraban el regreso a la categoría de Plata.