La revista oficial del Real Madrid, Grada Blanca, recuerda la disputa de una confrontación inolvidable para el levantinismo. El día que asaltamos los muros impenetrables del Estadio Santiago Bernabéu. El título es evocador de todo lo acontecido en una sesión de fútbol mágica sobre el césped del coliseo de la capital de España desde una perspectiva azulgrana. Fue el 4 de febrero de 2007. Aquella tarde el colectivo que aleccionaba Abel Resino desde el banquillo marchó de la capital de España con los tres puntos fuertemente aprisionados. No fue un triunfo más en el marco de la máxima categoría. La victoria permitió aliviar el alma maltrecha de un grupo que aterrizó en el feudo del Bernabéu después de descarrilar estrepitosamente ante el Sevilla en el Ciutat (2-4).

A la hora escogida para el arranque del enfrentamiento, el Levante naufragaba por la zona más lúgubre de la clasificación. Urgía conjugar con celeridad con el verbo vencer para romper una racha que parecía engullir a la representación granota. Entre las jornadas décima y vigesimoprimera de la temporada 2006-2007 las huestes de Orriols solo habían sonreído en una ocasión tras reducir al Racing de Santander en condición de local (2-0). Fue una etapa repleta de penumbras. Las dudas dieron paso a las sospechas. Y de la desconfianza a la crisis media solo un estrecho paso en la disciplina del fútbol. El ciclo acabó con Juan Ramón López Caro. Abel Resino afrontó el desafío de reconducir la nave granota en un contexto rebosante de dificultad, pero la victoria parecía resistirse tras la igualada ante el Athletic Club (0-0) en conjunción con la derrota frente al Sevilla.

La revista oficial del choque ante el Real Madrid es una donación de Manuel Estellés. Este aficionado blaugrana decidió retar a la lógica para desplazarse hasta la capital de la Corte. Esa determinación y esa certeza le convirtió en testigo de excepción de una victoria recordada. Nunca el Levante había conseguido doblegar al Real Madrid en su entorno más cercano. Era uno de los mantras repetidos en este documento histórico. De hecho, una de sus páginas recogía una estadística ciertamente demoledora. El Real Madrid y el Levante se habían cruzado en nueve ocasiones sobre la superficie del terreno de juego. La lucha de fuerzas era tremendamente desigual. El Real Madrid salía indemne. “Estos precedentes con el uno a cuatro del partido de ida en la memoria, hacen avistar un buen panorama para esta tarde en el Bernabéu”, advertía la publicación.

Un equipo en aprietos, es una evidencia por los resultados obtenidos, que parecía haber escogido una fecha errónea para aterrizar en Chamartín. “Un estadio milenario”, recogía Grada Blanca en su portada. El encabezamiento no proponía un misterio irresoluble. “El Real Madrid cumple 1000 partidos de Liga en su campo”. En la línea del tiempo parecía alejarse la fecha del 8 de diciembre de 1947. El contador del Estadio Santiago Bernabéu se puso en marcha oficialmente en un encuentro ante el Espanyol (3-1). La efeméride quedaba reflejada en un artículo incluido en la página tres de esta edición vinculada a la visita del Levante UD en competición liguera.

“1000 partidos en el Santiago Bernabéu”, recogía el título. “El libro de este colosal Estadio tiene 999 páginas. Hoy se escribe la número mil”, reflejaba la entradilla. Grada Blanca recreaba una atmósfera de complacencia en relación al diseño del duelo. El Levante no era un adversario de envergadura. “Hat-trick de Van Nistelrroy”. Era el recuerdo del choque disputado en el Ciutat en el arranque de la competición. Fue en la segunda semana del campeonato. El atacante holandés capitalizó la cita con la suma en propiedad de tres goles. Cassano redondeó la victoria en un partido que tuvo una única dirección.

Quizás nadie confiara en las prestaciones del Levante aquella tarde. Grada Blanca resaltó la aportación de Camacho, Molina, un viejo rockero con los guantes ajustados a sus dedos, y Kapo, la esencia goleadora del bloque con cuatro goles “lo que dice mucho del escaso poder ofensivo de este conjunto”, apostillaba la publicación madridista. “De histórico podría calificarse el triunfo de ayer del Levante UD en el Santiago Bernabéu, no es para menos. Un partido para guardar en toda hemeroteca levantinista que se tercie. A partir de ahora, ya hay un elemento más que añadir a la memoria histórica del club granota: una alineación, un resultado, un goleador”, acentuaba la crónica de Levante El Mercantil Valenciano.

Abel Resino, un neófito en la categoría de oro del fútbol español en aquellos días, confirmó la excelente relación que mantenía con una superficie fetiche desde un prisma personal. Fue su primer triunfo en Primera como entrenador. Allí conquistó un título de Copa del Rey con el Atlético de Madrid. En su currículum había victorias gigantes en ese espacio como arquero de la escuadra rojiblanca y durante su etapa final como futbolista profesional en las filas del Rayo Vallecano. Salva Ballesta ejerció de matador desde el punto de penalti. El suspense marcó el desarrollo del lanzamiento que acabó acariciando las mallas blancas. Antes Kapo se había infiltrado en las líneas enemigas para buscar las botas de Tomassi. Diarra apareció como un búfalo descarriado para arrollar al italiano dentro del área de Casillas. Restaban 80 minutos. Toda una vida en el Bernabéu. El Levante resistió apelando a la heroica.