Ventura, Arróniz, Casimiro y Boro evocan las alineaciones presentadas por el Gimnástico de la primera mitad de los años veinte. Sus nombres se repiten de forma constante en las formaciones exhibidas por el decano de la ciudad de Valencia en los partidos oficiales del Campeonato Regional así como en las confrontaciones amistosas. Las cuatro imágenes presentadas formarían parte de la colección de cromos que, de forma previsible, recogería a la totalidad de los jugadores que componían la nómina de la plantilla gimnastiquista. Habría que situar la cronología entre las temporadas 1922-1923 o 1923-1924. Los cromos de Ventura, Arróniz, Casimiro y el meta Boro, como sucede con los futbolistas del presente, eran piezas codiciados por los aficionados al fútbol.
Los grabados están vinculados a Ediciones Turia, una empresa especializada en esta actividad. Pervive todavía la acepción anglicista Foot-Ball para referirse a la practica de la disciplina del balón redondo. En el reverso hay una pequeña descripción que define las características técnicas y la ubicación sobre el rectángulo de juego de cada uno de los equipiers. Sirva de ejemplo la reseña de Ventura, un histórico de los tiempos heroicos de la sociedad azulgrana: “Defensa izquierdo del Gimnástico, jugador de gran acometida y seguridad”.
Del atacante Arróniz la escueta nota acentuaba su precisión en el desplazamiento del esférico. “Extremo derecho del Gimnástico, sus centros son matemáticos, tiene gran dominio del balón”. Casimiro se distinguía por el orden táctico. “Medio ala derecha del Gimnástico. Jugador muy preciso y que con su colocación desconcierta a su adversario”. En el caso de Boro, arquero, “su mejor elogio es que se considera como uno de los mejores porteros de la región”.
Las ilustraciones de Ventura, Arróniz, Casimiro y Boro ofrecen una información más precisa. Quizás la principal indagación afecte a la localización del escenario que enmarca una acción que parece congelada puesto que los jugadores están posando ante el objetivo de la cámara fotográfica. No hay movimiento. Ni ningún presagio de actividad inmediata. Nada cambia desde una perspectiva global. El foco no varía. Tampoco la forma escogida para la instantánea, ni tan siquiera los elementos que surgen por la parte posterior a la imagen frontal que acaparan los futbolistas.
El edificio que se adivina al fondo con la torre almenada con mensulas permite situar el contexto en el campo de la Soledad. El inmueble aludido todavía persiste en la actualidad. Se trata del Palación de la Exposición de Valencia construido por el arquitecto Francisco Mora Berenguer para albergar el palacio municipal de la Exposición Regional de Valencia de 1909. El torreón que se recorta sobre el fondo colinda en las actualidad con las calles Amadeo de Saboya y Arquitecto Mora.
No existen infinidad de fotografías de una instalación que el Gimnástico inauguró en 1921. Con posterioridad, el decano emigraría temporalmente al Stadium, pero siguió manteniendo arrendado el campo de la Soledad. Esta instalación estaba situada en el camino de la Soledad en las inmediaciones de la Avenida Alameda. En un espacio urbano todavía por colonizar no sería descabellado pensar en la posibilidad de visualizar la estructura del Palacio de la Exposición desde un campo desprovisto de gradas, tal y como las podríamos imaginar ahora. Parece lógico aventurar que el emplazamiento concede valor a esta serie de grabados.
El fenómeno de los cromos es añejo en el tiempo. Hunde sus raíces en los albores del siglo XX. En Europa su difusión se estandarizada entre los años veinte y treinta. Estos cromos estaban ligados a la venta de chocolates, galletas y pastelitos. Era una fórmula para potenciar la venta de estos productos entre los más jóvenes. Estas representaciones también estaban asociados a los distintos productos vinculados al tabaco como podía ser el papel de fumar o las cajas de cerillas. El objetivo era acotar un espectro social mucho más extendido. La difusión y la moda de los cromos se normaliza en el período de entreguerras. En España el coleccionismo surge a principios del siglo XX, cuando empresas vinculadas a la alimentación, básicamente bollería y chicles, deciden introducir láminas o estampas de futbolistas en los envoltorios de sus principales artículos. Las ediciones o tiradas eran limitadas.