Nicolás Clavel guarda una memoria prodigiosa que le permite trasladarse a la década de los años sesenta y primeros setenta para recordar su estancia en las filas del Levante. El salto en el tiempo es mayúsculo, pero queda minimizado por la exuberancia de sus recuerdos. Es un hombre de fútbol. Formado en la cantera del Acero, saltó al feudo de Vallejo para instalarse en el primer equipo, pese a que recaló como granota como refuerzo del Atlético Levante. Las anécdotas brotan de su fecunda retentiva. Aquel balompié se aleja del fútbol actual, aunque su sentido sea concordante. Clavel cogía el autobús desde el Puerto de Sagunto para ejercitarse diariamente en el coliseo de la Calle de Alboraya. Aquel autobús le dejaba a las pies de la estación del Puente de madera.

El futbolista vivió en primera persona el tránsito desde el feudo de Vallejo hasta el actual Ciutat de València. En el campo se ubicaba en el centro del campo como medio de cierre por delante de los centrales. Ensalza la experiencia que significó jugar en Vallejo, “un campo que tenía un césped excelente”, asegura. De la inauguración del coliseo de Orriols rememora la lluvia y su impacto “casi tuvimos que salir en barco”, advierte entre risas. Su relato evoca un tiempo pasado de la historia granota. Antonio Calpe, Serafín, Castelló, Domínguez, Wanderley, Jenaro, Pons, Mut, Sergio, Catalá, Blayet o García Soriano, entre otros, regresan desde las sombras para adquirir luz. Del Levante marchó al Ontinyent para cerrar su carrera profesional en el fútbol.