Murciélagos contra dragones sobre el verde del Estadio Ciutat de València en la apertura de la eliminatoria de los octavos de Final de la Liga Europea. Era otra fórmula para presentar la confrontración entre el Levante y Rubin Kazan desde la perspectiva que establece la heráldica de los escudos de cada uno de los contrincantes. El blasón del Levante está enmarcado por la figura del murciélago con sus alas desplegadas, un elemento distintivo que ya aparecía reflejado en los míticos escudos del Gimnástico FC y del Levante FC en los tiempos de la vertebración de la disciplina del balompié allá hacia la segunda mitad de la década de los años veinte y treinta. El mito del Murciélago se convierte en un símbolo representativo de la ciudad desde los tiempos de la Conquista de la ciudad por parte de Jaime I.

Por su parte, el emblema de Rubin Kazan es el legendario dragón Zilant, una tradición que establece una estrecha sinergia entre el club y la ciudad de Kazan. De hecho, el folclore popular, de origen tártaro, vincula a esta criatura legendaria, representada entre un dragón y un dragón heráldico, con el nacimiento de la urbe bañada por el Volga. Desde 1730 brilla como símbolo oficial de Kazan y luce con orgullo sobre el corazón de los jugadores de la escuadra rusa cada vez que se posicionan sobre el césped. Quizás para completar la representanción iconografía de los oponentes, centrados en este caso en el Levante, habría que incluir la granota. La rana como tal no forma parte de los distintivos que identifican el escudo del Levante, si bien se convierte en uno de las imágenes que personalizan a la institución. Desde ese prisma, y apelando a la iconografía; murciélagos y granotas contra drágones en busca del desafío de los cuartos de final de la Liga Europea en el Ciutat.

El Levante retomaba la competición europea en el Ciutat después de exhibirse ante Olympiakos. Era el único superviviente del fútbol español después de la prematura desaparición del Athletic Club, en la fase de grupos, y la caída del Atlético de Madrid, en la eliminatoria de los dieciseisavos de Final, precisamente ante Rubin Kazan el contrincante que marcaba el destino levantinista. El duelo se disputó el 7 de marzo de 2013, aunque todo se decidiría en Moscú apenas una semana más tarde después de la igualada sin goles que registró el partido que estrenó la eliminatoria. Al Levante quizás le faltó un punto de buenaventura en un cabezazo de Ballesteros que se estrelló en el larguero y algo de contundencia y pimienta en dos acciones comandadas por Michel y Martins, aunque sufrió en los minutos finales los embates de los rusos materializados en un testarazo de Rondón que hizo temblar la escuadra de Keylor Navas.

El Levante se exhibió sobre el césped con orgullo y con pasión. Y con identidad. Su conducta y su derroche se correspondió con el nivel de un enfrentamiento capital adscrito a los octavos de Final de la Liga Europea. El desenlace del partido pudo estar marcado por la expulsión de Michel que minimizó la inferioridad de la escuadra rusa tras la expulsión de Ansaldi un par de minutos antes. El partido pudo haber cambiado. “Apenas he dormido una hora y media o dos horas. Es la primera vez que me pasa una acción así. Fue una jugada muy desafortunada. Voy conduciendo y se me va larga. Intento coger el balón, pero me resbalo y se me va el pie hacia adelante. Quito el pie en cuanto puedo porque le hubiera podido hacer mucho daño. No hay mala intención. Mala suerte. Me da rabia porque estábamos con uno más. El partido estaba controlado. Podíamos hacer daño y encarrilar la eliminatoria. Y al minuto de la expulsión del jugador de Rubin pasa eso. Me fastidia por la afición y por el equipo porque era un partido importante. Pido disculpas a los compañeros, al Levante y a la afición”, matizó el centrocampista en la jornada posterior al choque.