Quizás permaneció demasiado tiempo adormecido en las instalaciones del actual Ciutat de València. Quizás recordara jornadas de mayor efervescencia. Quizás tuvo días de mayor lustre, pero en la actualidad ha recuperado todo su esplendor para volver a proyectarse como lo hizo durante el pasado. El Trofeo Costa de Valencia, que ungió al campeón en la primera edición de esta competición veraniega, recobra hoy todo su esplendor. Está próximo a cumplir sus primeros cincuenta años de existencia y regresa desde el pasado tras someterse a un ‘lifting’ que ha rejuvenecido su silueta. La empresa Piró Orfebres, enclavada en el corazón del barrio del Carmen, ha sido la encargada de corregir los signos de envejecimiento que presentaba para restituir las facciones de una copa que conquistó el Levante que dirigía desde el banquillo José Juncosa.
El Trofeo Costa de Valencia es un vestigio de la trascendencia que adquirieron los torneos de verano en la década de los años sesenta y setenta en la España futbolística. No había ningún club que se preciara, ni tampoco ciudad de relevancia, que no tuviera su correspondiente torneo estival. Y en infinidad de ocasiones la entidad y el emplazamiento fagocitaban sus intereses.
A finales de julio de 1972 el Levante, por mediación de Manuel Grau Torralba, presentó en los medios de comunicación valencianos la primera edición del Trofeo Costa de Valencia. El mandatario trataba de poner en el mapa de los torneos veraniegos que se disputaban en territorio peninsular a la sociedad granota. Era un ambicioso proyecto.
La elección de la denominación, Trofeo Costa de Valencia, no era circunstancial y establecía dos fines entrelazados; la promoción de las playas de la costa valenciana y circunscribir el nombre del Levante al entorno de la ciudad de Valencia. Para la institución granota no era una cuestión menor establecer un vínculo claro con el entorno de la capital del Turia.
En el estreno del Trofeo Costa de Valencia la entidad levantinista concertó la participación de Nacional de Montevideo y Rapid de Bucarest. Aquel Levante había mutado su piel. No había más desafío sobre el horizonte que abandonar el desfiladero de la Tercera División. La estancia en el tercer escalafón del fútbol nacional comenzaba a ser tortuosa.
Galán, Martínez, Mas, Ormaza desembarcaron en Orriols para afrontar el desafío del ascenso. Juano, Benavent, Terol, Calvo, Montesinos o Portalés componían la nómina de jóvenes valores con denominación de origen valenciano.
El fichaje estelar para el curso 1972-1973 fue Tatono. El defensor cambió el escudo del Valencia por el blasón azulgrana. Junto a Antonio Calpe convertirían la defensa blaugrana en un fortín inexpugnable. De temporadas anteriores persistían jugadores como Mut, Calpe o Segura.
Nacional de Montevideo y Levante alzaron el telón el 4 de agosto. El Levante peleó como un gigante ante un clásico del fútbol sudamericano. La actuación granota fue meritoria ante el coloso uruguayo. La distancia entre los adversarios no amilanó el espíritu de los jugadores levantinistas El optimismo ante semejante demostración de poderío embriagó a los aficionados granotas. Todos esos indicativos, que acentuaron el valor del grupo que lideraba Juncosa, quedaron reforzados en el inmediato duelo ante Rapid de Bucarest (1-0). Segura concedió el triunfo ante los vigentes campeones de la Copa de Rumanía.
Los dos triunfos coronaron al Levante campeón del primer Trofeo Costa de Valencia. La Copa se quedó en el barrio de Orriols. Salvador Mut fue el encargado de recoger el trofeo ante la mirada feliz de Grau Torralba. Quizás fue un presagio de buena esperanza. Unos meses más tarde aquel bloque coronó la empinada ascensión hacia la categoría de Plata después de una dura travesía por la Tercera División. Hoy este galardón centellea como lo hizo durante el verano de 1972.