La actividad era frenética en las oficinas de la sociedad azulgrana durante la epifanía del mes de julio de 1963. Había muchos asuntos que resolver derivados del acaramelado ascenso a la Primera División del fútbol español. Y algunos temas detentaban un interés inusitado. Quizás una de las cuestiones más relevantes, por todo lo que significaba para el funcionamiento de la institución, fue la concreción de los precios de los abonos para el ejercicio 1963-1964. El hecho de competir en la máxima categoría suponía fijar unos precios acordes a las necesidades de la entidad y al bolsillo de los seguidores vinculados a la causa azulgrana. Y habría que recordar que las partidas presupuestarias de los clubes, por aquellos tiempos, se nutrían principalmente en base a este capítulo.
El doce de julio de 1963 los mandatarios del club precisaron el coste del pase anual que daba derecho a contemplar, en el verde del feudo de Vallejo, a las entidades más destacadas del panorama futbolístico nacional. La horquilla de los precios estipulados variaba desde las 1450 pesetas de la Tribuna principal hasta las 350 pesetas que costaba la zona específica de General de pie. El importe de la Grada general y de los Goles era de 800 pesetas. Los más jóvenes pagaban 150 pesetas por su cartón. Los abonados podían renovar su relación con el club, así como tramitar su nueva alta, en las instalaciones del Estadio de Vallejo desde el 15 de julio de 1963 hasta el 31 del mismo mes.
Con el fin de facilitar las renovaciones y las altas los abonados podían efectuar la reserva de su abono con el pago del 50 por cien de su importe y el resto del importe satisfacerlo en distintas entregas a su comodidad hasta el momento definitivo de retirar el pase con fecha tope del 14 de septiembre, tal y como recalcaba el club. No obstante, el asunto era más enrevesado porque muchos aficionados del Levante contaban con los famosos pases con validez para 15 años que se habían puesto a la venta con anterioridad para financiar la compra del Estadio de Vallejo en los años cincuenta. Y era evidente que el club necesitaba liquidez para los nuevos desafíos enmarcados.
Los incondicionales más afortunados y prósperos, desde una perspectiva económica, comprendieron que las obligaciones y exigencias de la entidad aumentaban considerablemente por mor del salto emprendido en la vertiente deportiva. Por esa razón, mostraron su predisposición a ayudar a engordar el capítulo económico. Fue un acto voluntario que propició el pago de unas cantidades adicionales fijadas en 300 pesetas, para aquellos que seguían las confrontaciones desde la Tribuna, 200 pesetas, para los inquilinos de la Grada General y Goles, y 100 pesetas para los ocupantes de la General de pie. Fue una decisión personalizada que permitía corroborar los estrechos y vehementes lazos encadenados entre los seguidores y el club.