Pepe Martínez Puig y el Levante se encontraron durante el verano de 1982. Aquel período estival, marcado por la disputa del Mundial de fútbol que organizó España, estuvo repleto de condicionantes deportivos y extradeportivos. La escuadra granota pasó de competir en el umbral de la categoría de Plata a darse de bruces con la Tercera División. La caótica situación financiera de la sociedad propició que el Levante se sumergiera en la cuarta categoría del balompié profesional desde la Segunda División. No hubo peaje por la hoy extinta Segunda B. Fueron dos descensos engarzados hacia los infiernos. En ese contexto Martínez Puig arribó a la entidad de Orriols para encadenarse a la portería azulgrana. No es una simple imagen que permite certificar su ascendencia como levantinista. No hubo debate al respecto durante su estancia en las filas blaugranas. Nadie fue capaz de distanciarle de la meta granota.

Las alineaciones entre los ejercicios 1982-1983 y 1985-1986 comenzaban con la presencia del imponente arquero de Algemesí. Casi por decreto ley. “En el Levante deportivamente me lo pasé muy bien, pero económicamente fue un desastre”, advierte esbozando una amplia sonrisa. “Tenía mujer y una hija pequeña y siempre nos debían dinero”. Los recuerdos se agolpan en su mente. No todo fueron situaciones pesarosas. “Hubo ascensos y muy buenos futbolistas. Teníamos un grupo que estaba muy unido”. La distancia entre el tiempo presente y aquel pasado, que evoca la franja intermedia de los años ochenta, es diametralmente antagónica. No hay análisis que resista. El cancerbero reflexiona sobre dos realidades alejadas. Hay un razonamiento y una enseñanza detrás de cada uno de los argumentos escogidos.

“Para llegar a lo que hoy es el Levante hubo que superar muchos momentos muy complicados. Aunque ha pasado mucho tiempo son cosas que no deberían olvidarse”. Martínez Puig desde el arco blaugrana fue testigo de excepción del ansiado regreso a Segunda División B. Fue en un curso simbólico señalado por la celebración del 75 aniversario (1983-1984). Aquel Levante noqueó al Fuengirola y al Orense a doble confrontación en las temidas eliminatorias por el ascenso. Años después de su definitiva retirada firmó un segundo capítulo con el Levante tras el compromiso adquirido como entrenador de porteros de la primera plantilla. Los ascensos a Primera División de los ejercicios 2003-2004, 2005-2006 y 2009-2010 le pillaron como inquilino del cuerpo técnico de Manuel Preciado, Mané o Luis García. Mora, Cavallero, Reina, Munúa o Keylor Navas fueron algunos de los guardametas a los que adiestró y mejoró como preparador específico de porteros.