No fue Diego Armando Maradona quien se materializó para enfrentarse a los jugadores del Levante aquella tarde de octubre de 1988 en el viejo feudo de Los Cármenes de Granada. Tampoco fue Hugo, el segundo vástago del clan maradoniano, quien también buscó fama y fortuna a través de la disciplina del balompié. En realidad fue Lalo Maradona tercer miembro de la saga, quien también intentó emular a sus hermanos con el balón cosido al pie, el adversario de la escuadra que preparaba desde el banquillo Roberto Álvarez. Y a pesar de la opulencia del apellido que defendía, y de que por sus venas corría la misma sangre que activaba a un genio de índole mundial, no fue capaz de impedir la victoria de la escuadra blaugrana. Latorre retó a Maradona y salió vencedor.
El binomio compuesto por Maradona y el Granada no era nuevo en el tiempo. La entente acordada se remontaba a la temporada anterior con el club situado a la orilla de la Segunda División A. El origen del relato se sitúa en septiembre de 1987 cuando la directiva del Granada, bajo la presidencia de Alfonso Suárez, anunció la contratación del hermano menor de Diego Armando Maradona. Lalo despuntaba en las categorías menores del fútbol argentino vinculado a Boca Juniors. Su apellido estaba registrado en la cuarta división del balompié argentino. Era un proyecto de futbolista marcado por el atractivo y la fascinación que ejercía la figura del jefe del clan. A finales de octubre de 1987 Lalo estrenó la elástica rojiblanca en Los Cármenes ante una afición extasiada.
Fue en un duelo ante el Deportivo de La Coruña. El menor de la familia Maradona transformó una pena máxima y estremeció el poste de la meta gallega con un remate de cabeza. Una semana más tarde impresionó con su fútbol estructurado a la prensa especializada que se congregó en Vallecas. Parecía su consagración. El relato triunfal seguiría con el legendario partido que reunió al clan Maradona, con Diego Armando, como gran patriarca, desplazado desde Nápoles en un avión especial para tan magna ocasión, en Los Cármenes ante el Malmoe de Suecia, pero la historia se tornó tortuosa y el epílogo incluye un descenso a Segunda División B en esa misma campaña.
En esa dimensión toma cuerpo el Levante puesto que las dos escuadras compitieron en el mismo escenario. Por los tangibles e intangibles que acompañan al fútbol, Maradona quedó eclipsado por Vicente Latorre. El capitán se encargó de silenciar al feudo de Los Cármenes con la consecución de un gol que situaba a la sociedad levantinista en el vértice más elevado de la clasificación general como líder. Pese a que la competición liguera estaba en maitines todavía y parecía muy aventurado establecer dogmas, ante la escasa profundidad del recorrido, la imagen del Levante empezaba a ser tormentosa para sus oponentes. Aquel partido, fechado en la cuarta jornada del campeonato, sirvió de preludio y de arquetipo de los hechos que concluirían con un lujoso e incontestable ascenso a la categoría de Plata de la institución que presidía Ramón Victoria, tras plasmar un dominio casi dictatorial en el campo, después de una larga y devastadora travesía por el desierto.