Quizás el nombre completo de Enrique Martín Peiró no trascienda en la memoria centenaria del levantinismo. Quizás puede llevar al equívoco toda vez que podría establecer una conexión con el entrenador que condujo al Levante hasta el olimpo del fútbol español en la temporada 1962-1963. El nombre de Enrique y el primer apellido, Martín, resultan coincidentes, si bien la diferencia estriba en la confirmación del segundo apellido; Navarro por Peiró. No obstante, el asunto puede dar un vuelco de considerables dimensiones si convertimos a Enrique Martín Peiró en Enriquito. Los seguidores más veteranos y aquellos que conozcan en mayor profundidad la historia de la sociedad granota resolverán esta especie de enigma presentado.

Enriquito, es decir; Enrique Martín Peiró fue durante varias décadas jefe de material del Levante UD. Era una figura habitual al ecosistema de los partidos de la primera plantilla azulgrana. El carnet que permite ilustrar esta historia ratifica los lazos establecidos entre Enriquito y la sociedad levantinista. Es una donación que ha llegado al Museo Virtual a través de Manuel Peris, histórico aficionado de la institución del barrio de Orriols. Manuel Peris fue presidente de la Delegación de Peñas del Levante en la primera mitad de los complicados años ochenta. En el presente sigue siendo un activo peñista como miembro de la peña La Unión y Viveros Vallejo. Es una de tantas historias de aficionados con una fidelidad extrema al escudo del Levante, pero centremos la atención en el carnet de Enriquito. Esta credencial establece el cargo que ligaba a Enriquito con la entidad. “Jefe de material” determina en la parte central del documento.

Fijamos la cronología en el nacimiento de la década de los años sesenta. Temporada 1970-1971. Todavía resonaban los ecos de la Primera División, pero la realidad se alejaba de aquella opulencia dorada del primer quinquenio de los años sesenta. Aquellos duelos titánicos contra el Barcelona y Real Madrid y aquellos derbis que paralizaron la respiración en la ciudad del Turia ante el Valencia formaban parte de una memoria que se iba distanciando. Vallejo ya era una ensoñación que conectaba al Levante con su pasado. Y la huella de la escuadra granota por la elite era un recuerdo convertido en una fantasía que parecía utópica. Lo cierto es que aquel Levante se batía en el marco de la Tercera División por entonces. Y todavía tardaría en emerger para regresar a la Segunda División. De hecho, el ejercicio 1970-1971 estuvo repleto de sobresaltos.

En ese sentido, no fue un curso más. El miedo y la incertidumbre se apoderó del Levante, principalmente en el ocaso de la competición. Una concatenación de pésimos resultados situó al Levante al borde del precipicio de la categoría Regional. Un hipotético descenso podría significar la defunción de la sociedad. El duelo entre la representación granota y el Gimnástico de Tarragona condensó todos los temores. El triunfo azulgrana (2-1) se festejó con profusión en el entorno del Estadio Antonio Román. El nombre del actual Ciutat de València surge entre la inmensidad del documento. Era el segundo ejercicio de Liga disputado en el feudo de Orriols, tras su inauguración el 9 de septiembre de 1969. El carnet recoge en su parte derecha la imagen de Enriquito. Está firmado por Antonio Román, presidente, y Rafael López Die, en calidad de secretario. Antonio Román cumplía su segundo mandato como jerarca del Levante tras su retorno en 1966. No obstante, marcharía antes de la conclusión de la temporada deportiva. Manuel Grau Torralba fue su sucesor como mandatario. Entre la foto de Enriquito y la rúbrica de Antonio Román es posible observar el cuño oficial del Levante UD.

La entente entre Enriquito y el Levante fue extensa en el tiempo. Durante varias décadas estuvo vinculado al primer equipo como jefe de material. Vivió al ascenso a Primera División y los años de oro en el universo de la máxima categoría. Se trasladó junto al Levante al coliseo de Mestalla durante la campaña 1968-1969, coincidente con la construcción del hoy Ciutat de València, y se instaló en el feudo de Orriols durante los setenta y buena parte de los años ochenta. En los años setenta era fácil seguirlo por las inmediaciones del terreno de juego. Hay una imagen suya recurrente. Cuando restaban cinco o diez minutos para el inicio de la segunda parte de cada cita salía desde el vestuario con cuatro balones entre sus manos. Como norma dejaba dos esféricos en cada una de las partes del campo para que calentaran los jugadores al emerger de nuevo tras el obligado descanso. En el presente, cuando ya ha superado la frontera de los noventa años, sigue vinculado al club a través de la Asociación de exjugadores del Levante.