“Segundo golpe al fútbol. Y podría titularse una una jugada difícil, como que los jugadores no disponen de más espacio que la tapadera de una copa, de la copa que se disputan y que les sirve de pedestal. Cabe la Copa, un torero, en traje de faena sentado sobre un talego, fuma un habano, sin preocuparse de que en el lado opuesto, un señor (¿será un socio de la Divisa?) se dispone a pegarse un tiro. En la parte inferior un trozo de barrera, en el callejón N. y N., personajes que no hablan, y en el ruedo un toro en actitud tan lastimosa, que, si al verlo no se acaban los pleitos entre ganaderos, toreros y empresarios, digan ustedes que no tienene corazón”. Este relato, publicado por el Diario Las Provincias en la edición del sábado 17 de marzo de 1923, formaba parte de la explicación y minuciosa relación de las cuarenta y dos fallas plantadas en la ciudad de Valencia en 1923.

Cien años más tarde esa falla, que exaltaba sin ambages el triunfo de la disciplina del foot-ball sobre el caduco mundo de los toros, puede visibilizarse en el interior de L’ETNO en el marco de la exposición DE GRANOTES, GATS I PALMERES, els orígens del Levante UD’. El visitante que acuda a esta muestra se enfrentará a este monumento nada más cruzar la recreación del Portal de Vallejo que inaugura la expo para adentrarse por la sala que, a modo de introducción, muestra la Valencia deportiva de principios del siglo XX y los deportes y distintas manifestaciones practicadas por la sociedad valenciana en ese umbral de la cronología ligado al nacimiento del Levante FC y Gimnástico FC.

Se trata de una reproducción de la falla que construyó Remigio Mas, uno de los principales artistas falleros contemporáneos. Esta réplica sigue las coordenadas del monumento ubicado, entre las jornadas 18 y 19 de marzo de 1923, en la Plaza de Mosen Sorrell a escasos metros de la ubicación actual del Museo de Etnología de Valencia, en el nacimiento de la calle Corona, sobre las dependencias de la antigua Beneficencia. La fidelidad constructiva es absoluta, si bien las dimensiones son algo más reducidas respecto al original con el fin de adecuar el proyecto del presente a su entorno museístico. Hay un respeto a la temática escogida y a los protagonistas elegidos. Las escenas y los diálogos mantienen su esencia. En ese sentido, no hay variaciones sustanciales con el modelo alzado en los años veinte. La principal divergencia radica en la elección del color. Impera en el ejemplar actual un tono monocorde marrón que impregna a la totalidad del monumento. Esa coloración no responde a las trazas originales.

Las fotos en blanco y negro de esta falla, las ilustraciones, también exentas de colorido publicadas en distintos medios de comunicación locales, y el proyecto inicial, que forma parte de la documentación que custodia el Ayuntamiento, no han permitido descubrir la gama de los colores coetáneos. “Una alegoría del estat dels deports en Valencia”, tituló Diario de Valencia en la edición del domingo 18 de marzo de 1923 en el arranque de la descripción de la Falla Mosén Sorell-Corona. El argumento de esta falla fue recurrente desde un prisma general. La pugna entre el balompié y la Fiesta Nacional de los toros concitó la atención de los medios de comunicación valencianos escritos en la década de los años veinte. Las editoriales se repetían.

Esa disciplina que procedía del mundo anglosajón amenazaba con eclipsar una tradición atávica que pervivía en el imaginario hispano. El deporte era un distintivo de modernidad para las capas sociales más pudientes. Y el fútbol no tardó en incardinarse en la sociedad valenciana. “Teníamos descontado que este año coincidirían nuestros falleros en la elección de asuntos, y que les serviría principalmente de argumento la exaltación del fútbol y el derrumbamiento de la Fiesta Nacional, y aunque así ha ocurrido, como verá el curioso lector, no podíamos imaginar que serían tantas las coincidencias” describió Las Provincias el sábado 17 de marzo de 1923. Según este prestigioso periódico “el nuevo deporte” fue el hilo argumental escogido por muchos de los monumentos falleros contemporáneos plantados en ese año. Quizás no había mejor arquetipo para entender el notable desarrollo y evolución del fútbol y su capacidad para arrinconar disciplinas enquistadas en el tiempo que reeditar esa pugna desde la perspectiva social que recrea el mundo de las fallas.