El balón del ascenso a la máxima categoría del balompié nacional de junio de 1963, la botas de Vall y el cuero con las rubricas personalizadas de la totalidad de la plantilla, que consiguió el histórico hito que significó alcanzar la elite, conforman el grueso de la documentación exhibida en la exposición ‘DE GRANOTES, GATS I PALMERES, els orígens del Levante UD’ relacionada con el legendario abordaje de la escuadra azulgrana a la Primera División. Aquel Levante, coetáneo a la explosión mundial de la beatlemania, ajustó cuentas con una historia marcada por las estrecheces y las dificultades. Durante dos temporadas, inolvidables para los levantinistas de aquel tiempo presente, el club de Vallejo paseó su esqueleto por los escenarios más egregios y distinguidos del fútbol profesional. La Primera División descubrió un horizonte escondido a las miradas huidizas de unos aficionados que habían curtido su fe levantina a caballo entre la aflicción y la angustia. Fue una especie de oasis sin solución de continuidad desde un prisma cronológico.
El balón, los borceguís, y el esférico con las firmas refulge en la zona final de la muestra. Esta documentación cierra la composición de la exposición, si bien todavía es posible adentrarse por un imaginario túnel del tiempo con el fin de afrontar, como despedida, una pequeña filmación que pretende rendir homenaje al Levante del tercer milenio desde una perspectiva deportiva, pero también social y cultural. El Levante actual se muestra como un club poliédrico en sus manifestaciones deportivas con una acentuado apuesta por el deporte inclusivo a través de la Fundación Cent Anys. El balón del ansiado ascenso y las botas fueron una donación efectuada por la familia Vall-Barreda. Son quizás dos de los documentos que mayor atención concitan entre los asistentes a esta muestra por su condición de fetiche de la historia de la entidad.
El esférico es un recuerdo imborrable de los hechos que acontecieron en la tarde de junio del 63 en el feudo de Vallejo. El Levante de Quique y Balaguer reafirmó sus lazos con la Primera División tras someter al Coruña (2-1) como había sucedido con anterioridad en el choque disputado en suelo gallego (1-2). Valll acorazó entre sus brazos el balón tras el pitido final del colegiado mientras los enfervorizados seguidores granotas le rodeaban y le alzaban al cielo de Vallejo en señal de júbilo. No es una simple sentencia. El atacante blindó el cuero ante las peticiones de los aficionados. Existen fotos, fielmente reveladores, de ese tránsito en dirección hacia el vestuario local. El jugador perdió por el camino su camiseta azulgrana, aunque mantuvo incólume aquel balón que ejemplificaba la magnitud del éxito alcanzado en la primavera del 63.
“Yo fui el listillo de turno que guardó la pelota”, precisó con una sonrisa Vall hace ya unos años en el documental ‘El Dia que el Gat pujà a la palmera’ emitido por la extinta RTVV. Sería de justicia enfatizar su visión histórica para legar al levantinismo militante un pedazo de su historia. No sabemos si fue una acción profundamente meditada o si, por el contrario, fue un arrebato derivado de la sacudida emocional que debió sentir tras la coronación aquel triunfo. Lo cierto es que aquella maniobra tiene su traslación al presente. Es un objeto que nos permite poner en marcha la imaginación para recordar el latido de nuestros ancestros en una jornada mayúscula.
En realidad, cohabitan dos balones en la vitrina del ascenso. Fernando Aguiló vivió la epopeya que significó el acceso a Primera División en el transcurso del ejercicio 1962-1963 desde una posición de cierta preponderancia. Él mismo se desliza por el túnel del tiempo para poner voz a su memoria. “Mi padre, que también se llamaba Fernando Aguiló, formaba parte de la directiva que presidía Eduardo Clerigues en la temporada del ascenso. Imagínate cómo lo vivimos todo”. ¿Cuántos recuerdos caben en este balón que durante décadas reposó en su domicilio particular? Es posible que infinidad. Este balón es también el arquetipo del legendario ascenso del Levante al Olimpo de los Dioses. Los nombres de los titanes que batieron al Deportivo de La Coruña en los enfrentamientos decisivos retoman su esplendor para encumbrar una proeza que los más jóvenes pueden redescubrir. Wanderley, Camarasa, Serafín, Currucale, Quique, Castelló… vuelven a la primera línea de fuego.