El pasado 25 de marzo, el Levante U.D. recibía el reconocimiento del primer y, hasta la fecha, único título del primer equipo masculino de sus casi 114 años de historia. La Federación Española, a petición expresa de Luis Rubiales, al fin le otorgaba la legitimidad tantas veces reivindicada tanto por distintos estamentos del club, así como de la misma sociedad civil. Se trataba este de un acto de reparación histórica de un trofeo que, para los mismos ganadores, así como sus descendientes, poseía total validez ante una negativa rotunda que parecía establecerse sempiternamente. El trofeo, conquistado en el estadio de Sarrià el 18 de julio del año 1937, parecía condenado al ostracismo, dictado especialmente por el régimen político imperante desde abril del 1939.
Ese día 25 de marzo, cuando toda la atención parecía estar centrada en el encuentro que se iba a disputar a las 16:15 horas en El Sardinero en un choque ante el Racing de Santander, surge un comunicado oficial lanzado por los medios del club, acompañado de un emotivo vídeo, en el cual se comunicaba que La Copa España Libre había sido oficializada por la Real Federación Española de Fútbol. Las primeras impresiones de Francisco Javier Catalán Vena, presidente del club, no tardaron mucho en aparecer. Con rostro emocionado, realizaba un recorrido por las distintas actuaciones ejecutadas con el club que habían traído tan buena fortuna al que iba a ser el primer trofeo oficial del club.
La noticia, como era de esperar, creó una gran expectación y lleno de ilusión a los aficionados granotas. Solamente la situación del momento, en la cual se iba a disputar un encuentro de vital importancia ante los racinguistas, más teniendo en cuenta la posición en la tabla de los levantinistas, podía eclipsar una tarde histórica que iba a quedar en el recuerdo de todo aquel que tiene al Levante U.D. en su corazón. El destino caprichoso había querido que justo aquella jornada en la que se había conseguido tal gesta, los azulgranas disputaran su encuentro lejos de su afición y de su feudo. La hazaña había tardado en consumarse casi 86 años; los actos de reivindicación, sumaban más de 5 lustros; el Ciutat de València y los levantinistas podían y debían esperar a la siguiente jornada para poder celebrar conjuntamente esta proeza.
La jornada 34 se iba a disputar en Orriols ante el Real Zaragoza. El conjunto maño iba a ser testigo de la fiesta vivida por los locales en una fecha marcada en la memoria de los granotas. La cita estaba marcada para el viernes 31 de marzo a las 21:00 horas. Luis Manuel Rubiales Béjar, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, anunció públicamente que iba a hacer acto de presencia en tal acontecimiento. El Ciutat debía engalanarse para una ocasión tan especial.
Días antes del encuentro, desde el club se empezaron a lanzar distintas publicaciones que trataban de ensalzar lo que iba a vivirse aquel viernes. La Copa, que ya era de todos los levantinistas, se mostraba en todos los carteles que anunciaban el enfrentamiento ante los zaragocistas.
Iborra y Pepelu habían sido los escogidos para representar al club en los distintos grafismos realizados por el club. Ambos, simbolizaban el sentimiento granota y encarnaban las señas de identidad de un club que había conseguido un hecho histórico tras duros golpes al yunque. Con ambos personajes surgía una nueva noticia que encandilaba a todos los aficionados granotas: se iba a recuperar la segunda equipación de color blanquiazul de la temporada 2019/2020. Esta camiseta también poseía un carácter simbólico por dos situaciones completamente distintas: en primer lugar, porqué se trataba esta de una camiseta conmemorativa precisamente de La Copa España Libre ; en segundo lugar, se usó en una sola ocasión ante el Getafe C.F. en el Estadio Olímpico Camilo Cano de La Nucía en el marco de la pandemia por COVID-19. El patrocinador y una leyenda conmemorativa en el pecho eran los únicos rasgos identificables que habían sido añadidos en relación a la camiseta presentada en Julio de 2019.
El acto tenía un fuerte carácter nostálgico; aquellos héroes que consiguieron la Copa de 1937 y que vieron el fútbol como una evasión a la crudeza y desesperación vivida desde el estallido de la guerra civil en julio de 1936, perecieron mucho tiempo atrás sin poder ver reconocida su hazaña. El reconocimiento se iba a celebrar sin que los artífices estuvieran presentes, pero su recuerdo iba a ser inmortalizado a través del legado dejado. Familiares y afines de algunos de los futbolistas de aquel Levante F.C. tuvieron el papel protagonista que en su momento ellos merecieron, no queriendo perderse la oportunidad de honrar su memoria y tan valientes actos en servicio del club del marítimo.
Asimismo, la celebración iba a tornarse en algo simbólico, teniendo en cuenta los 86 años de tardanza en reconocerse el título y que el acto debía quedar enmarcado en un encuentro de fútbol que debía disputarse a las 21:00. Los tiempos exigidos por La Liga tampoco permitían extender de manera muy exhaustiva el acto.
Los prolegómenos adquirieron mayor dimensión cuando empezaron a sonar los primeros acordes de La Copa es Nostra del cantautor granota Lliure. Los aficionados granotas respondieron a la llamada de un acto de tal envergadura, asistiendo masivamente al Estadio Ciutat de València, que iba a vivir una cita inolvidable en sus casi 54 años de vida. Tras el calentamiento, llegó el momento. Los futbolistas de ambos equipos compartían saludos en el túnel de vestuarios a la espera de la cuenta atrás, que continuaba con el Himno del Levante y la respectiva salida al campo de los conjuntos casi de forma marcial.
Tras ellos, se dispusieron de igual manera los familiares y afines de los héroes del 1937, que se preparaban para una ovación más que merecida por parte de los asistentes al templo del sentimiento granota. Ballesteros, Latorre, Barrie y Mut se unieron a esta bonita empresa, al haber tenido el honor de ser capitanes del Levante U.D. Todos ellos fueron presentados por megafonía, recibiendo la aclamación de los asistentes que vitoreaban los nombres de sus familiares.
Seguidamente, Luis Rubiales, Francisco Catalán, Salvador Gomar e Iborra fueron al punto de encuentro escogido para hacer entrega del trofeo, situado con anterioridad en una peana de la mano de Emilio Nadal.
La ceremonia, célebre pero a su vez intensa, concluyó con la entrega de Luis Rubiales a Vicente Iborra del campeonato de la Copa España Libre. Iborra, ostentando el brazalete de capitán, presentó y ofreció el trofeo a un Ciutat de València que explotó de júbilo. La legalización de la copa había adquirido un sentido figurado a través de una entrega simbólica de un título que el Levante ya poseía.
Tras ello, Iborra decidió pasar el testigo del trofeo a Jobanna Calpe, nieta de Ernesto Calpe Gil, uno de los autores de la conquista del triunfo y empleada del Levante Unión Deportiva. Visiblemente emocionada, cedió el triunfo a su padre y, posteriormente, se fueron cediendo el trofeo ya legalizado entre los asistentes, dando paso a una fotografía conjunta que inmortalizaría uno de los episodios de mayor transcendencia de la historia del club.