Dicen que habría que sentirlo en primera persona en una solitario ocasión para entender su sentido y su significado, pero en realidad han sido tantas veces que ese conocimiento y esa percepción no resultan del todo desconocidos… Héctor Rodas saltó al verde de Vallecas en enero de 2014 ungido con la condición de capitán de la sociedad azulgrana. El brazalete con el escudo granota lucía con orgullo en su brazo. La ausencia de Pallardó en la alineación inicial escogida por Joaquín Caparrós y la estancia de Juanfran y Navarro en Valencia, con el resto de los jugadores no convocados, le llevaron hasta defender tal posicionamiento después de ubicarse sobre el rectángulo de juego dispuesto a asumir la batalla. No es una condición novedosa en sí lucir el distinto que le acredita como máxima referencia sobre el verde. No obstante, habría que puntualizar esa afirmación para encontrar la totalidad de su significación.
Héctor Rodas debutó ante el Rayo Vallecano como capitán en competición oficial como inquilino de la primera plantilla de la sociedad. Habría más partidos con ese distintivo como un choque ante el FC Barcelona. Para un futbolista que echo los dientes en la cantera azulgrana es posible que sea un sueño convertido en realidad; una visión onírica que, en alguna ocasión, recreó. Sin embargo, la tendencia varía si se escruta el currículum del zaguero en su estancia en la entidad granota. El veredicto cambia en ese sentido. Y podría afirmarse que Héctor Rodas se convirtió en capitán de capitales sobre en la espesura de la noche madrileña en el coliseo de Vallecas. No se trata de una afirmación gratuita y carente de fundamento, si se analizan sus movimientos en ese empinado recorrido por los distintos escalafones de las categorías inferiores desarrollado por el futbolista de Los Poblados Marítimos. En cierto modo, Héctor trazó la esfericidad perfecta de un círculo asentado sobre el verde de Vallecas.
No parece estar al alcance de la totalidad de los jugadores ostentar tal distintivo en la práctica totalidad de las escuadras a las que uno ha pertenecido con la particularidad que confiere defender siempre el mismo escudo tras una prolongada peregrinación, en perfecta comunión con la paciencia y a la perseverancia, por la totalidad de los distintos escalones del fútbol base de la institución azulgrana solventando arcanos y misterios. El hecho confiere notoriedad al caso que ejemplifica Héctor Rodas. Hubo un tiempo en el que Rodas no había vestido más camiseta que la azulgrana con el escudo del murciélago bordado. Al concluir la temporada 2014-2015 decidió cerrar su etapa como granota de manera definitiva. Formar parte del grupo de los capitanes fue un reto y quizás también fue una recompensa al trabajo realizado, pero no es algo desconocido desde un prisma más íntimo.
Desde el amanecer como jugador granota acostumbró a lucir el brazalete y a asumir las responsabilidades inherentes al cargo desde su más temprana juventud. Desde su etapa como alevín hasta alcanzar el universo del primer equipo pasando por los infantiles, cadetes, juveniles y filial. La llegada del defensa al selecto grupo de los capitanes fue producto de la marcha de Iborra al Sevilla. En realidad, pareció más un trasvase de poderes entre iguales; entre dos futbolistas que siempre se han sentido mucho más que dos meros compañeros con experiencias compartidas en las profundidades del vestuario granota. Esa complicidad fue mucho más patente fuera del verde. La salida del centrocampista hacia tierras sevillanas determinó variaciones en la cúpula de la capitanía del Levante para el ejercicio 2013-2014. Héctor Rodas asumió galones. No parecía una variación drástica. El gen valenciano, uno de los aspectos que singularizó al aquel colectivo dotándolo de identidad se mantenía intacto. Así como la fidelidad, el respeto y el amor a unos colores.