Los jugadores del Levante hicieron la valija para afrontar un mes de noviembre repleto de viajes y de kilómetros. Las huestes azulgranas recorrieron los confines de la Península Ibérica para afrontar el relato de la competición liguera en el universo del Grupo Segundo de la categoría de Plata. Fue una especie de peregrinación en toda regla cuando 1957 cercaba ya su despedida oficial. La hoja de ruta estaba establecida. Eldense, Alcoyano, Cádiz y Huelva conformaban la version más viajera del Levante. No fue un hecho a imputar al azar del calendario. Tampoco fue una casualidad de índole estrictamente deportiva. En los primeros días del mes de noviembre de 1957 los efectos devastadores de la riada de octubre, que arrasó a la ciudad de Valencia, marcó el destino de la sociedad levantinista durante noviembre.
El terrible temporal asoló el feudo de Vallejo. Sus consecuencias fueron aniquiladoras. La instalación del equipo blaugrana quedó completamente anegada por la virulencia de la lluvia caída. El río Turia se desbordó a su paso por la capital propiciando el caos más absoluto e imágenes dantescas. Vallejo sufrió los embates de la subida de caudal del agua. Apenas si estaba distanciado a escasos metros del cauce del Turia. Las pérdidas fueron cuantiosas. Los informes emitidos por los funcionarios del club cifraron la reconstrucción del coliseo en una cantidad cercana al millón de pesetas. El importe era tan notable como gravoso para los registros económicos de la época.
La apocalipsis pareció cernirse sobre Valencia en la jornada del lunes 14 de octubre. Aquel domingo 13 (jornada quinta) el Levante se había enfrentado al Atlético Ceuta en Vallejo (2-2). Quizás en ese momento de la cronología nadie fuera capaz de imaginar la magnitud y la furia de la catástrofe que se aproximaba a pasos agigantados. Valencia entró en colapso y los jugadores del Levante no retomaron la normalidad en el marco de la competición de la regularidad hasta el nacimiento de noviembre. Los partidos y entrenamientos quedaron suspendidos hasta que la caótica situación cambiara.
En ese punto del relato el calendario viró en un giro extraordinario de los acontecimientos. La imposibilidad de disputar los choques en calidad de local propició el éxodo de la plantilla azulgrana hacia territorios desconocidos. Era una solución accidental y fortuita. A los pupilos de Urquizu no les quedó más remedio que hacer acopio de pertenencias, y tirar de resignación, para hacer frente a los cuatro desplazamientos enlazados en el tiempo que surgían por el horizonte. Habría que imaginar el estado de las carreteras nacionales para agravar esta tendencia excursionista del grupo. Y los autobuses del pasado no poseían el confort de los vehículos del presente.
Elda y Alcoy (jornadas octava y novena) parecían marcar una pequeña tregua en esa colosal aventura. El Levante no saltaba al césped desde la jornada quinta. No obstante, las distancias adquirían una nueva dimension, coincidiendo con los enfrentamientos ligueros ante el Cádiz (jornada décima) y Recreativo de Huelva para los domingos del 17 y 24 de noviembre, si bien el duelo ante el Recre correspondía a la jornada sexta. El balance de resultados, desde una perspectiva general, no fue especialmente alentador. El Levante hincó la rodilla ante el Eldense (3-1), Cádiz (3-1) y Recre (2-1) y rompió esa tendencia negativa en el Collao ante el Alcoyano (1-2). Paredes conquistó la victoria en los minutos finales de la cita.
El encuentro ante el Recreativo de Huelva consignó la despedida de Urzquizu del banquillo granota y su relevo por Álvaro. La versión más viajera del Levante agravó su depresivo estado de ánimo. El colectivo deambulaba por la zona más tenebrosa de la tabla en las jornadas anteriores a la riada. La derrota en Huelva orilló a la entidad a los puestos de descenso a Tercera División. No obstante, todo permutó durante una segunda vuelta edificante. El partido ante el Extremadura (4-0) del 1 de enero de 1958 (jornada séptima) marcó una pertinaz frontera. ¿Y qué aconteció con los enfrentamientos encardinados ante Eldense, Alcoyano, Cádiz al refugio de Vallejo? Entre marzo y abril de 1958 los triunfos se sucedieron 6-1 y 2-0 ante los representantes alicantinos y 5-0 ante el bloque de la Tacita de Plata para transformer definitivamente la inercia de un bloque instalado en la parte más elevada de la clasificación.