El sagaz observador, quizás con horas de vuelo en el universo levantinista, podrá descubrir la imagen de Eloy envuelto entre un mar de camisetas franjiverdes que parecen rodearlo y cercar su paso firme y decidido en dirección hacia la portería del Elche. Y quizás el perspicaz aficionado sea capaz de identificar la efigie del jugador que, instalado en un segundo plano, alza los brazos como si tratara de magnificar la acción del rubio atacante o tratara de buscar protección ante el océano de piernas que tenían como única finalidad obstaculizar los movimientos de uno de los héroes de aquel equipo que adiestraba Juande Ramos y que redirigió los focos luminosos y la atención mediática sobre el Levante como institución después de unos ejercicios ligueros de tormento y ansiedad entre el inframundo del fútbol profesional. Fabado parece regresar a la banda izquierda de un equipo que conquistó el espacio y tiempo para adquirir eternidad. La foto es relevante. Por desgracia no existe abundante material en el archivo del club.
Quizás la instantánea se convierta en el paradigma de aquel Levante entre incisivo e intransigente ante sus adversario que coleccionaba tantas victorias como confrontaciones disputadas hasta entonces en el recordado nacimiento del curso liguero 1994-1995. No había miedo en la epifanía de una temporada. Tampoco existía desconfianza, ni temores en el grupo. Aquel colectivo se sentía respaldado por la certidumbre y por la seguridad. Sobre el verde mostraba una versión a caballo entre la transgresión y la desobediencia a los hechos acontecidos. Lo evidenció en el transcurso del encuentro ante el Elche, correspondiente a la jornada décima de la competición en el marco de la Segunda División B. La escuadra ilicitana parecía decidido a acabar con la imbatibilidad de grupo de Orriols. Rodri sorprendió a Rodri con el partido en maitines. No es un juego de palabras. El centrocampista franjiverde sorprendió al arquero local.
El duelo, disputado el sábado 5 de noviembre de 1994, con las cámaras de Canal 9 levantando acta de todo lo que allí sucedió, parecía salirse del guion que el Levante había establecido de forma dictatorial desde que pusiera en acción su cuenta de confrontaciones ante el Europa (0-2) en los primeros días de septiembre. De hecho, el primer capítulo concluyó con ventaja para la entidad de la ciudad de las palmeras. No obstante, aquel espíritu de rebeldía que impregnaba al Levante de Juande, durante ese punto del relato liguero, se materializó en una reanudación imperial. Acogotó el Levante al Elche ante un hoy Ciutat de València enfervorizado y entregado a la causa. El feudo de Orriols se alistó a la remontada con la pasión que transmitían los soldados azulgranas en cada una de las maniobras protagonizadas sobre el pasto. Fabado y Gallego cambiaron el sentido del enfrentamiento en apenas siete minutos colosales. El Ciutat se apagó de repente cuando el colegiado decretó una pena máxima en los minutos finales que Vilchez erró. Era la novena victoria consecutiva (el Levante contaba con un partido menos ante el Nàstic suspendido por la lluvia). La entidad levantinista igualada el récord de victorias del Real Madrid del curso 1968-1969. El sagaz observador ya habrá observado o recordado, si estuvo presente en Orriols, que aquel Levante estrenó una equipación conmemorativa para la ocasión. Las rayas azulgranas adelgazaron para extenderse en una camiseta que no volvieron a utilizar.