Era un encuentro para valientes, pero también para atrevidos y para aquellos acostumbrados a convivir con el riesgo. Si algún componente caracterizó al Levante durante su travesía por la competición copera del curso 1934-1935, fue la implacabilidad que demostró hacia sus oponentes. Tanto el Valencia como el Barcelona habían pedido clemencia con anterioridad. La escuadra de los Poblados Marítimos saltó al feudo del Campo de La Cruz con la mente puesta en la Final de la Copa de España, en un momento en que el país se encontraba en un proceso de disgregación, anunciando tiempos turbulentos. Enfrente de los muchachos blanquiazules se presentaba el desafío del Centro Deportivo Sabadell. Las semifinales reunían a cuatro equipos desprovistos del renombre de los clubes que tradicionalmente dominaban la competición. Por el otro lado del cuadro, competían el Sevilla y el Osasuna de Pamplona. Por lo tanto, este era uno de los formatos más emocionantes y democráticos del campeonato del K.O. de aquellos tiempos. Tres de los cuatro contendientes procedían de la Segunda División.
La cita en el coliseo del Camino Hondo del Grao, que inauguraba la eliminatoria, estaba programada para el domingo 14 de junio de 1935. Los jugadores levantinos afrontaron el ritual previo al enfrentamiento con total normalidad. Los once jugadores pisaron el terreno de juego con la mirada fija y penetrante, como si la vertiente psicológica pudiera inclinar el choque a su favor. Los protagonistas de ambos clubes se saludaron, los capitanes se reunieron con el árbitro principal, Ostalé, para discutir la situación de cada equipo en el campo y el plan táctico que abriría el juego, y los futbolistas se sumergieron en una lucha feroz por el control del balón. Eran como dos tigres hambrientos enfrentados en la pugna por el dominio de su territorio.
Hubo una particularidad que distinguió al Levante: los jugadores del club lucieron un jersey rojo muy llamativo para evitar confusiones con el uniforme de su oponente, que era blanco y azul. Durante aquellas jornadas, era común que el equipo local cambiara su vestimenta, o al menos parte de ella. El Levante cumplió con esta tradición como buen anfitrión. Sin embargo, la suerte no acompañó demasiado a la institución con el rojo, a pesar del aura mística que rodeaba a sus jugadores y les confería una capa adicional de temor sobre sus rivales. La etiqueta de favorito pendía sobre el Levante, y esa condición parecía confirmarse con el gol de Calero, quien remató una acción colectiva en la que participaron Artigas, Puig II y Aparicio. Sin embargo, fue solo un espejismo. El cansancio por la acumulación de partidos permitió al Sabadell revertir la situación y clasificarse para la Gran Final después de imponer nuevamente su autoridad en el partido de vuelta.
Arriba once que el Levante FC presentó ante el CE Sabadell en el partido de ida de semifinales de la Copa de España. Abajo el saludo entre los capitanes. Fotos Fondo Biblioteca Valenciana.